Turismo de casas imposibles de Karla Gasca, escritora residente en la ciudad de León, Guanajuato, es uno de los más recientes títulos de la editorial independiente Los otros libros, publicada en la colección El sueño del ajolote, en la que también figuran destacadas figuras del medio literario regional como Iván Mata, Pedro Mena Bermúdez o David Eudave, por citar algunos. Fue impreso en febrero de este año con un tiraje de 100 ejemplares. Cuidaron la edición Ana Paulina Calvillo y Ana Reza. Actualmente puede descargarse el libro gratuitamente en la página de la editorial en la siguiente liga: http://losotroslibros.com/descargas Esto es así ya que “Los Otros Libros promueve la libre difusión del arte y la cultura, es por ello que alienta a sus lectores a descargar y compartir sus publicaciones.”
Sobre el libro escribió la poeta Paulina Mendoza: “Una definición simple de la palabra curiosidad: «Deseo de saber o averiguar una cosa». A partir de este concepto pienso que la escritura de Karla Gasca se basa en la interpretación del mundo a través de la curiosidad, de indagar qué tesoro se esconde en la propia cotidianidad, en lo común. Parece ser un acto sencillo el de observar pero es más complejo de lo que imaginamos; se necesita atención y paciencia, atributos que –desde mi punto de vista– son indispensables para narrar la vida diaria y convertirla en un evento importante, en una aventura. […] Turismo de casas imposibles nos otorga la mirada de una espectadora que no sólo ve pasar la vida, sino que se detiene a contarnos sus propias búsquedas con sus posibles respuestas […] Los veinticinco microrrelatos que integran este libro son el resultado de una mirada incisiva, sin dejar de lado el sentido irónico y humorístico”.
Para dar una idea de la variedad temática de estas narraciones, que borran las categorías de cuento, fábula, anécdota ficcional, estampa, prosa poética y relato, consignamos los títulos de los textos que forman el libro, los cuales no superan cada uno la cuartilla de extensión: “Cómo va la vida últimamente?”, “Pájaro carpintero”, “Lavado de cabello”, “La verruga”, “Embrujo”, “La playa”, “Magia yoruba,” “Chiripa”, “Ideas radiactivas”, “Pandemia”, “Armónica”, “El Centenario”, “Arquitectura orgánica”, “La cueva”, “El dedo”, “Grito perfecto”, “Karma”, “En familia”, “La intrusa” y “La mer”, “León enjaulado”, “Menguar”, “Nido de canas”, Ruta”, “Pellejos”, “Sopa Campbell’s” y “Turismo de casas imposibles”.
Si el poeta francés René Char del siglo XX te alentaba como creador a “cultivar tu propia extrañeza”, me parece que ese libro hace honor a esa consigna. A lo largo del libro son determinantes sientas sensaciones de extrañamiento como la el desorden, el temor, la ansiedad, la angustia, la envidia, la demencia, el sueño, la angustia, el miedo, la pesadilla, el extravío, la impresión ante el viaje o el aburrimiento que lleva a la voz de uno de los relatos a desear “cualquier cosa que me haga sentir que no soy otra turista sin ganas de volver a casa.” Todos estos elementos inquietantes, no obstante, son cosas que todos experimentamos en la vida de todos los días, y que la autora parece rescatar del olvido, darles un sentido para, reinterpretados, integrarlos a la experiencia y que no resulten tan perturbadores. Por ejemplo, en el texto “Pandemia” se nos dice que ésta constituyó una “lenta pero segura destrucción de nuestra psique”, acaso temporal, acaso más duradera, pero que sirvió al menos para denotar la escritura a través del encierro que propició en muchos de nosotros, escritores, la exploración de la subjetividad ante el peligro y la crisis.
La autora sostiene que “la memoria se activa de formas misteriosas”. Y sí, este es un hecho aceptado por consenso por filósofos y psicólogos. Esta nos lleva a trastocar las cosas del pasado, embellecerlas, o bien, hacer que regresen ciertas vivencias reprimidas y que nuestra mente se vuelva un caos neurótico. Debido a ello, las cosas familiares pueden volverse extrañas (“y lo que mi abuela había dicho me resultaba tan extraño que de inmediato creí en todas las historias de terror que me inventaba) o, de acuerdo a la teoría de Freud, ominosas, de algún modo amenazantes por su ambigüedad. No obstante, la escritura es transforma estas experiencias negativas en objetos estéticos bellos, como los relatos de Gasca, como en el caso notorio del texto “Armónica El Centenario” acerca de la demencia senil de un abuelo. No obstante, el proceso puede ser inverso: “A la fecha me sorprende la capacidad de los adultos para convertir en pesadillas los asuntos más comunes.”
Gracias a la capacidad humorística e irónica que permea gran parte del estilo de la autora, la extrañeza puede relativizarse y hacerse más digerible. La condición tabú del sexo que se plasma en “El dedo” es en despojada por estos mecanismos humorísticos en “Grito perfecto”. Es la ironía que establece la dialéctica y permite que se resignifiquen las acciones humanas y los rituales de la vida muy particulares, como el hecho de robar cosas en los supermercados por mero placer (como en el cuento “En familia”). Sin esta luz, los actos pueden resultar incomprensibles y llevarnos a un sentido kafkiano de la vida, lo cual es explorado en otros textos. Se trata de una estructura de la realidad que rebasa la comprensión y la capacidad de agencia del sujeto, como en “La intrusa”, un cuento acerca de una cucaracha gigante que perturba el orden de una casa, no es posible de combatir, y obliga a sus habitantes a esconderse, temerosas, en un cuarto. Este cuento bien puede establecer una relación de intertextualidad con el clásico personaje Gregorio Samsa de La metamorfosis de Franz Kafka, aunque este diálogo no sea consciente.
Es muy curioso cómo Gasca, quizá también de modo inconsciente, pone en relación diversas categorías estéticas de la tradición occidental y las revuelve haciendo una mixtura particular. Por ejemplo, en “La mer” aparece la idea kantiana de lo sublime, tan influyente en el romanticismo, según lo cual lo más majestuoso de la naturaleza, la confrontación del hombre con la infinitud de lo que lo rebasa cognitivamente, la inspira una sensación de belleza que tiene mucho de temor reverencial o terror. Esto se pone en juego respecto de la amplitud inconmensurable del mar; no obstante, al final del texto, la autora establece un giro en la que aparece el chiste, Acaso, leído el texto en clave psicológica, se trata de esa risa nerviosa que produce la disolución de la angustia mediante la risa liberadora que termina relajado la tensión.
En mi opinión, “Menguar”, es el mejor texto, de muy destacable factura y digno de antologarse. Este texto nos acerca a lo fantástico entendido en el sentido que le otorgó el teórico estructuralista Tzvetan Todorov, y que se trata de una inscripción textual que pone al lector en un dilema interpretativo ante la vacilación y la incertidumbre del sentido de los hechos leídos. Esta vacilación está muy bien planteada en el texto y deja un grato sabor de boca al lector que goza de este tipo de relatos.
Por otro lado, en “Pellejos”, la estética de lo grotesco, entendida según su teórico principal en la literatura y la pintura, Wolfgang Kayser, está muy bien representado. Porque, de acuerdo a él, lo grotesco al final supone una especie de mueca de oscuro humor. En este caso estamos ante la presencia que, debido a crisis de ansiedad, una mujer se arranca pellejos de la cara, y aunque es tratada con terapia farmacológica, con lo que parece a todas luces una benzodiacepina. Aparentemente, dormida gracias al efecto sedante de este medicamento, la personaje de este cuento no podría seguirse mutilando; pero descubre que sí puede hacerlo y eso le resulta mucho más placentero.
La autora nación en León Guanajuato, en 1988. Ha publicado en revistas como Ritmo Imaginación y Crítica. Imaginario Fantástico Mexicano Volumen I de la UNAM y Tierra Adentro. Algunos de sus cuentos figuran en las antologías: Para leerlos todos (2009), Poquito porque es bendito (2012) y Presencial, memoria del encuentro entre colectivos literarios del Seminario Amparán (2021). Coordinó la antología Crestomatía-Gymkata, 10 autores guanajuatenses (2020). En 2022 obtuvo el apoyo PECDA en la categoría Jóvenes Creadores para la creación del libro de crónicas: Nemi. Historias de una ciudad. También obtuvo el primer lugar en el Tercer Certamen de Cuento Corto otorgado por la Casa de la Cultura Efrén Hernández.
Sus redes sociales son: Instagram: G kareve88, Facebook: Karla E. Gasca, Twitter: @charlevs y correo electrónico: charlevsgasca@gmail.com
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Lavado de cabello
Hace poco fui a que me cortaran el cabello y la estilista me lavó la cabeza con una muestra de champú caro, muy diferente al que yo uso. Sentirlo expandiéndose sobre mi cuero cabelludo no me gustó nada. Mi cabeza olía a otra cabeza, a una ambiciosa con el pensadero repleto de ideas útiles, llena de conocimientos prácticos, habilidades matemáticas, recuerdos agradables y lenguaje correcto. Una cabeza sana, equilibrada, con olor a melocotón. En cuanto llegué a la casa la metí bajo el chorro de agua fría y vertí sobre ella medio frasco del champú de siempre. El alivio llegó rápido y el desorden regresó, acompañado de un cúmulo de espuma.
La cueva
Tenía seis años cuando me escondí en un exhibidor circular del que colgaban abrigos tan largos que tocaban el piso. Sólo tenía que quedarme quieta en el centro del exhibidor y nadie me encontraría. Mamá se dio cuenta de mi ausencia pasados cinco minutos, pero mi padre se tardó mucho más; estaba muy ocupado viendo relojes que no podría comprar ni en sueños.
Escuché que me llamaban, repetían mi nombre y yo sólo apretaba la palma de mi mano izquierda contra la boca para ahogar una risita que amenazaba con delatarme. Después de una hora la voz de mi mamá cambió, temblaba como cascabel en el cuello de un gato. Nada ponía más nervioso a mi padre que los momentos de desconsuelo de mamá, así que amenazó con un castigo horrible. Temí abandonar mi escondite; lo mejor sería permanecer ahí hasta que todos se calmaran y mi padre olvidara el asunto del castigo. Entonces esperé.
Escuché el ir y venir de pasos sobre la duela, el repiqueteo de los tacones de las vendedoras, el llanto de mamá, las preguntas de los policías, las explicaciones de mi padre y el sonido de la cortina metálica de la tienda al bajar por la noche.
No sé cuánto tiempo ha pasado, pero las luces se han apagado y prendido cientos de veces. Me gusta mi nuevo hogar, esta cueva afelpada con olor a humedad a la que nadie se asoma, quizá porque estos abrigos pasaron de moda hace mucho, mucho tiempo.