Aruro Diez Gutiérez es comunicólogo por la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Actualmente es maestrante en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato, en donde ha destacado por ser un alumno de excelencia académica. Es autor de diversos poemas, ensayos, crónicas y reseñas que comparte en su blog: https://arturodiezgutierrez.wordpress.com/ En esta entrevista nos comparte su visión del lenguaje, la literatura, el análisis del discurso, la comunicación y sus articulaciones.
1.- ¿Cuál es crees que deba ser la educación del lenguaje en el individuo integral?
Creo que para responder esto, debería primero hacerse una definición de qué se entiende por “individuo integral”. Supongamos, en términos simples, que un individuo integral es alguien capaz de desarrollar un pensamiento crítico. Ahora, por lenguaje, entiendo cualquier sistema de signos. Alguien que es capaz de usar un lenguaje es alguien que puede leer e interpretar un conjunto de signos; asimismo, una persona capaz de usar este conjunto de signos para construir un sentido o un mensaje. El lenguaje es aquello que nos permite compartir un sentido con alguien más, de ahí viene el origen de la palabra comunicación: del latín communicatio, que deriva a su vez del verbo communicare, compartir. El lenguaje es aquello que nos permite compartir los sentidos con los demás. Si alguien no es capaz de compartir sentidos, no es alguien capaz de vivir en sociedad. A su vez, si alguien no es capaz de interpretar de forma crítica los sentidos que recibe, pierde su carácter de individuo (que yo prefiero la palabra sujeto) y sólo acata, se aliena. En suma, creo que la educación del lenguaje en un individuo integral, es decir, capaz de ser crítico, debe incluir no sólo la habilidad para entender lo que lee, sino la capacidad para construir un razonamiento propio que le ayude a entender desde dónde vienen las ideas de lo que lee. Por leer, en este momento, entiéndase cualquier proceso de interpretación de un código de signos, lo cual puede abarcar, por ejemplo, diferentes idiomas, códigos de programación, etc. Vale recordar en este momento una de las citas más célebres del filósofo Wittgenstein: “Los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje”.
2.- ¿Cuál es la importancia social que crees que cumpla el comunicador profesional?
Antes que nada, yo prefiero la palabra comunicólogo que comunicador. Como licenciatura estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y recuerdo a un profesor que hizo demasiado hincapié en la diferencia, Felipe López Veneroni. El comunicador es, llanamente, el que comunica: puede ser un periodista, un conductor, etc. En cambio, el comunicólogo es quien estudia el objeto epistémico de la comunicación. Ahora bien, un comunicador profesional, debe ser alguien con cierta preparación sobre qué es la comunicación y cómo realizarla de una manera eficaz, oportuna, pero también responsable y crítica, con un fuerte compromiso ético. Un comunicador profesional desarrolla su labor con apego a la veracidad, verifica sus fuentes, contrasta diferentes posturas políticas para intentar lograr un equilibrio de imparcialidad (lo cual, desde luego, es complicado en una forma pura); así como busca informar y entender sobre los fenómenos sociales y políticos que suceden en la vida pública. Su importancia fundamental, sobre todo, diría yo, es la de ofrecer una interpretación de la realidad social a la par que esta se construye.
3.- ¿Cuáles piensas que deben ser las cualidades elementales de un comunicador?
Creo que de alguna manera ya lo contesté en la respuesta anterior, pero recapitulando de forma breve, diría: buen dominio de la lengua, sentido crítico, habilidad para la investigación, responsabilidad ética, inquietud por aprender de todo y, de manera reciente, conocimiento de las TIC’s.
4.- ¿Qué lugar ocupan la literatura y la lectura en tu vida?
Uno primordial. Si no leo tiendo a deprimirme, a estar más ansioso que de costumbre. Para mí la literatura es una ampliación de la experiencia y una manera de comunicarme con diferentes pensamientos y apreciaciones de la vida. Constantemente estoy leyendo narrativa o poesía, a la par de intentar escribir textos propios. La literatura para mí es placer y también algo terapéutico.
5.- ¿Cómo nace tu pasión por el lenguaje y la comunicación?
Es difícil determinar este tipo de respuestas, el momento iniciático. Podría ser un género, ¿no crees? El momento en que diversas personas se percataron de su pasión por la literatura o una profesión. Hay varios momentos que podría vislumbrar y que en pasadas ocasiones ante esta pregunta he respondido de una manera y sé que en futuras responderé de otra. Pero ahora se me vino a la mente un momento preciso en la primaria. Me veo a mí en el patio escolar solo. La razón: se formaron diversos grupos entre mis compañeros de clase. Por un lado, estaban los que hacían bullying, por el otro, los que eran bulleados, otros que se consideraban a sí mismos “dark” y, finalmente, las chicas. Yo era un niño muy tímido entonces así que con las chicas no podía estar, no era bulleado porque tendía a pegar si alguien lo intentaba, pero tampoco me gustaba molestar a los otros y nunca me dio por querer ser “dark”. Me llevaba bien con todos, pero a veces en el patio me la pasaba solo porque me negaba a asumir una única identidad. Quizá en ese momento fue la primera vez que en verdad me sentí incomprendido, ¿por qué no podía encajar? De un problema de comunicación, de poder compartir la experiencia con otros, surge mi interés por entender cómo se da este proceso y por poder leer lo que otros sienten y expresarme a mí mismo a través de la escritura. Años después leí una frase de Thoreau que me evoca este recuerdo: What sort of space is that which separes a man from his fellows and makes him solitary? I have found that no exertion of the legs can bring two minds much nearer to one another.
6.- ¿Quiénes son tus escritores favoritos?
Esta pregunta también me parece difícil de responder. Tomar una elección entre tantas. Y creo que, conforme uno crece y lee más, los gustos van cambiando. En este momento, creo que estarían los siguientes: Junot Díaz, Inés Arredondo, Gabriel García Márquez, Raúl Gómez Jattin, J.D. Salinger, Fernanda Melchor, Yuri Herrera, Valeria Luiselli y Mariana Enriquez. También Casas vacías de Brenda Navarro me pareció trepidante.
7.- ¿Desde qué edad escribes y por qué?
Comencé a escribir desde los 9 años, cosas cursis porque me gustaba una chica bastante mayor que yo. Escribía lo que sentía en hojas de una libreta, las arrancaba y se las llevaba a su casa. Después de eso, escribí un pequeño cuento para un concurso escolar. Pero el concurso fue para mí una especie de engaño, pues publicaron los cuentos de todos en el salón para que compráramos el libro. Mi cuento apareció mutilado; me enojé y no compré el libro. Después, en la secundaria, escribía en una libreta azul cuando me sentía triste. Creo que para mí escribir siempre ha sido una búsqueda. Aún no sé con exactitud de qué, pero eso ha sido. Un intento por asir lo invisible.
8.- ¿Consideras que la lengua española es sexista?
Creo que aquí la pregunta ya plantea un sesgo. Considero que la lengua es un gran depósito y expresión de la cultura de una sociedad. Una lengua contiene los valores y la ideología de una cultura. La lengua se construye de abajo hacia arriba. Vivimos en una sociedad patriarcal, eso delinea la respuesta. Asimismo, también tendríamos que distinguir entre lengua y habla. La primera refiere al sistema de signos, el segundo, a su ejecución por un hablante. Ahí la respuesta se complicaría ¿es sexista la lengua o sexista el habla? Pierre Bourdieu tiene un texto muy interesante a este respecto llamado ¿Qué significa hablar? Creo que su lectura sería un gran inicio para desarrollar un debate a este respecto.
9.- ¿Cómo debe ser la comunicación política para que no se convierta en retórica vacía?
Es un problema complicado, porque me parece que cada vez más el discurso de nuestros políticos apunta a eso, a una retórica vacía y contradictoria. Donde lo importante no es dar argumentos o comunicar algo relevante, sino justo eso, evadir encarar las cosas. Es quizá una perogrullada, pero para que el discurso político no se vuelva una retórica vacía sería algo tan sencillo como que los políticos hablaran con la verdad. Sin embargo, es obvio, es algo idealista. Por eso es importante el papel en la sociedad del denominado cuarto poder, el de los profesionales de la comunicación, para analizar los diversos discursos políticos que surgen en la sociedad y poner en evidencia cuando caen en cualquier tipo de contradicción, que desde luego, tiene origen en la mentira: evadir la verdad para no dañar los intereses de un representante político o partido.
10.- ¿Cuáles crees que deban ser las responsabilidades de los jóvenes frente a los medios de comunicación y las redes sociales?
En términos políticos, de inclusión o literarios, temas sobre los que hasta ahora ha girado esta entrevista, yo creo que, sobre todo, tienen la responsabilidad de formarse un sentido crítico para no creerse toda la información que abunda en estas plataformas digitales y, también, emplearlas como una vía para ejercer presión a nuestros representantes políticos cuando se considere que hay una injusticia social de cualquier índole. Asimismo, deben aprovechar la posibilidad que ahora tienen para acceder a contenidos que antes sólo eran exclusivos de unos cuantos. También, sería necesario tomar en cuenta la brecha digital que aún existe en México. 1
11.- ¿Cómo visualizas la juventud de hoy y sus formas de expresión?
Hoy la juventud tiene acceso a una cantidad infinita de información con un dispositivo que cabe en la palma de su mano. Sin embargo, ahí veo dos problemas: la calidad de los contenidos y la capacidad crítica de los jóvenes. No sólo es necesario que los jóvenes tengan acceso a estos contenidos, sino que los contenidos puedan ser filtrados de alguna manera para que a simple vista uno note si es una fuente confiable; y dos, que aunque sea una fuente confiable, el receptor pueda leerlo e interpretarlo con un sentido crítico. Los jóvenes de hoy son muy hábiles con las diferentes herramientas digitales que van surgiendo, son un atajo para tareas que antes podían necesitar demasiado tiempo. Hay y va a haber cada vez un remplazo mayor de diferentes profesiones, ya incluso existe Inteligencia artificial para escribir textos creativos. En cuanto a las formas de expresión, creo que yo no me considero fiel creyente de McLuhan y su célebre frase de “el medio es el mensaje”, pero sí creo que hay incidencia entre las diferentes tecnologías que se desarrollan y las formas de expresión. Los jóvenes sin duda cada vez emplean más medios digitales para expresarse y así seguirá siendo. Eso por el lado de los medios, pero cabría preguntarse si de verdad las formas han tenido un cambio sustancial. Por ejemplo, la forma de narrar un cuento, en esencia, siempre presenta un conflicto en su trama y eso difícilmente va a cambiar a pesar del medio.
12.- A veces se invisibilizan las situaciones de acoso que sufren también los hombres en el seno escolar, profesional y laboral. ¿Alguna vez has sido objeto de acoso?
Existe, sí. Es bastante menor que el acoso sistemático que padecen las mujeres, también. Creo que parte de la estructura social en la que vivimos, a pesar de su crítica y deconstrucción, es difícil sacudírsela rápido. Toma tiempo. Hay muchos hombres que aun consideran que su masculinidad recae sobre todo en ser fuerte y no mostrar debilidad. En ese sentido de masculinidad, un hombre “no puede” ser acosado, porque implicaría que es débil. Considero que sí he sido acosado, pero no siempre he sido consciente de ello al momento de suceder. Publiqué un texto en 2017 que de alguna manera retrata un acoso cuando era un adolescente.[1] También, de momento, me vienen cuatro hechos a la mente. Contaré primero los más breves. Uno fue con una profesora en la universidad. Yo ya tenía todos los créditos y estaba tomando esa materia por puro interés por aprender. Sin embargo, la maestra no cumplía mis expectativas de enseñanza las primeras clases. Luego, un día, le pregunté sobre una actividad que nos encargó. Se acercó a mi lugar, puso una mano sobre mi pierna y me miró a los ojos, muy de cerca, mientras me explicaba. Eso me incomodó demasiado. Dejé de ir a la clase y pude darla de baja para que no afectara mi promedio. Un compañero que permaneció en la clase siempre que me lo encontraba me decía que la profesora le preguntaba por mí. Otra ocasión fue con una ex compañera de trabajo. Una noche al terminar la jornada me ofreció un aventón a casa. Yo vivía muy cerca de la oficina y me parecía más vuelta ir en carro que caminando, además, me fascinan las caminatas nocturnas. Su respuesta ante mi negativa fue algo como “tranquilo, no te voy a coger”. Demás está agregar que en diversas ocasiones recibí comentarios de este tipo de esa compañera, que tenía mayor jerarquía que yo en la empresa. Otro hecho sucedió en una librería en Cartagena. Los pasillos eran estrechos por los montones de libros que había. Mientras observaba las tapas de unas novelas, sentí un ligero roce en una de mis nalgas. Cuando me giré, vi que un señor chaparro y robusto, con gorra y lentes, había pasado detrás de mí. Por su complexión creí que había sido un accidente y lo dejé pasar. Después, cerca de la entrada a la librería me quedé conversando con tres amigos. Cuando el señor volvió a pasar, aparentemente se tropezó al pasar frente a mí, después lo vi alejarse caminando demasiado rápido. Unos segundos después caí en cuenta de que había rozado mi miembro en ese simulacro de tropiezo. Mi amigo me dijo que lo alcanzáramos para golpearlo. Yo lo vi demasiado lejos y pensé que ya no tenía sentido. En la distancia creo que sentí culpa, como muchas víctimas de acoso, que no me “había cuidado bien”. Pero quienes deben sentir vergüenza son los acosadores. Se me vienen más momentos de acoso mientras escribo esto, pero lo cerraré en el cuarto, que es el más largo. Yo tenía 15 años. Eran cerca de las 5 de la tarde en Xalapa y junto con dos compañeros de la secundaria iba bajando la calle Clavijero en el centro. Rubén era un compañero muy tranquilo, nunca se metía con nadie. Esa tarde fue la única vez que lo vi enojado cuando miró a un tipo que vendía uniformes en una tienda. Nos dijo: “ese pinche puto siempre que iba a comprar el uniforme de la escuela me acosaba”. Jamás le pregunté hasta dónde llegaba ese acoso, pero su rabia le hizo gritarle, muy de cerca, cuando pasamos frente a él: “pinche puto”. Él interpelado era alguien de aproximadamente 35 años, complexión media y pelo pintado de rubio. Enseguida salió de la tienda y empezó a seguirnos, nos guiñaba el ojo, nos chiflaba y nos mandaba besos. Rubén, que al principio se había mostrado muy rudo, bajó la mirada y quería caminar más rápido. Estábamos en pleno centro y aunque más pequeños de tamaño, éramos tres. Por lo que les dije a mis compañeros que lo confrontáramos. Y funcionó, esa vez, porque el tipo cruzó la calle y se metió al pasaje Clavijero. Creí que no volvería a verlo. No fue así. Yo soy fisonomista y lo reconocí cuando un año después yo estudiaba en una preparatoria cerca de ese pasaje. Tenía el turno vespertino en primer semestre, por lo que salía en las noches. Mi madre trabajaba en la SEV en ese tiempo, cuya sede está justo en el edificio del pasaje Clavijero. Yo tenía que pasar por ahí todas las noches para alcanzarla en su oficina y volver a casa. El tipo trabaja en una tienda de ropa ahí. Siempre que pasaba me chiflaba, me mandaba besos, me guiñaba el ojo. Me ponía muy furioso que hiciera eso. Y no podía hacer nada por evitar encontrármelo, porque a fuerza tenía que pasar por esa tienda para llegar a la entrada de la oficina de mi madre. En la tienda, además del tipo, había una mujer y otro hombre. A parte de que me daba miedo encararlo solo porque él era más grande que yo, me daba miedo que se me echaran encima los dos hombres al momento de la pelea. Así que, tras soportar ese acoso cerca de un mes, le pedí de favor a los dos más grandes de mi salón de clase que me acompañaran a encararlo: Justo y Manuel (a quien apodábamos, nada originalmente, Actopan, su lugar de origen). Actopan fue quien tuvo la mejor idea: “échale pleito tu solo. Si vamos los tres, cuando te vea solo va a seguirle”. Y así fue, la furia tomó posesión de mi boca y no proferí más que insultos. El tipo bajó la mirada y no decía nada. Lo señalé y lo reté a salir, sobre todo, le dije que ya estaba harto de que cada vez que pasaba me “dijera de cosas”. La palabra que no reconocía en ese entonces, era obvio, es acoso. Le agradecí a mis amigos y se fueron. Y los demás días que duré con el turno vespertino, el tipo no volvió a acosarme.
13.- ¿Cuáles son los filósofos que te han ayudado a estructurar tu pensamiento?
La verdad es que no he sido un lector meticuloso de filosofía. A pesar de quedar maravillado con las ideas de varios, no suelo seguir de manera ordenada una lectura pormenorizada de su pensamiento. Me han parecido brillantes las ideas de por ejemplo Pierre Bourdieu, Agnes Heller, Zygmunt Bauman, Roland Barthes, Ernst Cassirer, Althusser o Gadamer. Pero recientemente a quien he leído más y me ha interesado bastante es Michel Foucault, también Byung Chul-Han y Sayak Valencia.
14.- Cuéntanos acerca de tu trabajo de titulación de licenciatura: ¿de qué trató?
Mi trabajo de titulación fue sobre personal branding para fomentar la lectura de la obra poética de Fabio Morábito. El branding es el proceso de creación, gestión y desarrollo de una marca. Este proceso también puede aplicarse a una persona para posicionar su trabajo en la mente de las personas. Yo busqué hacer una propuesta para fomentar la lectura de la obra poética de Morábito entre los millennials de la Ciudad de México. Implicó, desde luego, analizar la obra poética de Morábito para definir líneas temáticas que se pudieran convertir en ganchos para el público objetivo, investigar sobre la vida del escritor y también sobre los millennials de la Ciudad de México, comportamientos de consumo y hábitos de lectura.
15.- En este año electoral, ¿cuál es la importancia del análisis del discurso político?
Fundamental para reconocer las propuestas de los candidatos o su carencia. El panóptico del que hablaba Foucault, las formas de normalización, cada vez más me parecen presentes en las redes sociales. Pero también son espacios para la crítica, para los juegos de poder. El modo en que funciona Twitter la ha hecho una plataforma digital fundamental para la denuncia social y comenzar la crítica. Podemos ver, por ejemplo, que el discurso de Anaya busca emular los principios de AMLO: un recorrido por todos los rincones del país. Pero nadie en Twitter le cree ese discurso a este candidato. Por el contrario, las mofas no parecen terminar ante cada nuevo contenido que difunde sobre su recorrido.
16.- ¿Cuáles son tus metas como comunicólogo e investigador?
Considero que cuando alguien planifica paso a paso, detalle a detalle, sólo acaba por frustrarse. Yo prefiero tener una gran meta general y abarcadora, donde los pormenores no sean lo más importante para tener lugar a la flexibilidad. Mi meta principal es tener tiempo y espacio para en primer lugar leer y, en segundo, escribir.
17.- ¿Puedes contarnos el tema de tu investigación de grado como Maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato?
Estoy analizando tres cuentos de la escritora sinaloense Inés Arredondo: “La sunamita”, “Las mariposas nocturnas” y “Sombra entre sombras”. Lo que busco analizar es cómo se presenta un conflicto o cambio en los modos de subjetivación de los tres personajes principales de estos cuentos por las relaciones de poder. En otras palabras, para Foucault el poder era visto desde un ethos de libertad. El poder no era lo que nos dice “no”. Sino lo que nos construye, lo que nos hace ser como somos. Yo busco entender la ética de los tres personajes de los cuentos, la cual está relacionada con la moral que se representada en el relato, y cómo después esta ética inicial es puesta en conflicto en el desarrollo de la historia y cambia. Ese cambio, desde mi propuesta analítica, puede interpretarse desde las relaciones de poder.
18.- ¿Qué es lo que más has disfrutado de tu estancia en la ciudad de Guanajuato?
Evidentemente mi estancia se ha dividido entre un antes y un después de la pandemia. Antes, disfrutaba ir a clase a Valenciana, estudiar en casa o en la biblioteca, ir a bares con la gente que había conocido aquí, ir a hacer ejercicio a Pastitos o al Orito, ir a caminar a la Bufa. Las tertulias que organizaste también fueron de mi agrado. Ahora, a partir de la pandemia, varias cosas de esas las perdí. Las sedes de la UG siguen cerradas y de los amigos que hice, casi ninguno permanece en Guanajuato. Conservo ir a hacer ejercicio, ir a la Bufa, leer o estudiar en casa. Y de lo nuevo, porque también en las tragedias llegan destellos de luz, está que comencé una relación con una chica que conocí y juntos recorremos Guanajuato; también que con la única amiga que permaneció en la ciudad decidimos trabajar algunos textos creativos (ella me ayuda a corregir los míos y yo los suyos) y que, al vivir completamente solo, me veo en la necesidad de disciplinarme al no tener la obligación de estar en ninguna parte de forma física ningún día de la semana.
19.- ¿Cómo ha sido tu experiencia participando en tertulias literarias en la ciudad de Guanajuato?
Ha sido agradable. No han sido muchas ya que la mayor parte de mi estancia aquí ha sido durante la pandemia. Pero he conocido gente increíble y he escuchado propuestas interesantes. Además, esta ciudad tiene una atmósfera bastante bohemia con sus callejones y vericuetos que se despliegan desde el lugar más insospechado hacia cualquier parte.
20.- ¿Cuál es el lugar que cobran la comunicación y le lectura en tiempos de crisis como éstos?
La crisis siempre es un momento de elección. La comunicación en estos momentos, me parece, debe centrarse en quienes están más cerca de nosotros. Es momento de afianzar nuestro diálogo con nuestras personas más importantes para estar bien con ellos. Y también, es el momento preciso para establecer un diálogo interior, preguntarnos qué queremos, hacia dónde vamos y buscar paz interior. Esta paz, me parece, se logra escuchando todo lo que sentimos, y no como mucha gente hace que sólo ignora o desplaza los problemas para después. Ignorando los problemas no desaparecen. La lectura, además del placer que implica, para mí también es una forma de meditación. Hay un punto en que leemos y nos olvidamos de todo, incluso de, por ejemplo, las notificaciones de las redes sociales. Cuando se logra eso, viene una quietud interior exquisita.
[1] 1 https://arturodiezgutierrez.wordpress.com/2017/05/07/piropos-para-un-inseguro/