Dirigir una empresa cultural siempre es un trabajo arduo. La confianza que deposita la ciudadanía en la o el gestor cultural de una administración estatal lleva a la responsabilidad de no sólo estar capacitado en conocimientos técnicos, operativos, sino también saber brindarle al trabajo dedicación, amor, y por supuesto imaginación al hacer frente a las problemáticas y retos cotidianos con creatividad. Llevar las riendas ejecutivas de una organización cultural de gran envergadura, como lo es el Instituto Estatal de la Cultura, le permitió a Camarena de Obesa servir a la población con la experiencia de años ganada en la gestión cultural pública y fuera de ella. Confíanos en que el proyecto que desarrolló dé cuenta de una orientación hacia un paradigma nuevo basado en la mayor participación ciudadana posible.
Qué modelo cultural fue es en específico en el que se sustentó su administración? Sin duda ha debido ser un modelo ecléctico que tome lo mejor de cada uno practicado en otras latitudes del globo, y que nos aleccionan sobre ciertas cosas. De un lado, han estado los modelos que se basan en un financiamiento casi total por parte del estado de la cultura ciudadana, como es el caso soviético; y en el otro, aquellos en los que es principalmente la iniciativa privada liberal la que patrocina y consolida los grandes proyectos con base en sus intereses, como es el caso de Estados Unidos. Pasando por variados puntos intermedios, cada modelo ha respondido a su contexto histórico y a las necesidades que debía resolver, así como a un enfoque político determinado. De modo que no se puede adoptar a pie juntillas un modelo concreto de una región en otra, ni de un momento histórico en otro. Ella fue de la idea, según nos comunicó en sus discursos que la idea de que es posible aprender de los aciertos de cada uno y adaptar los rasgos, los elementos que puedan ser viables y funcionales en nuestra realidad actual y en esta latitud del mundo.
En su visión, la participación de la sociedad fue protagonista de su propia formación cultural, así como de la difusión y desarrollo de sus creadores, capitales para un fructífero devenir en este campo. La idea de fondo que la movis que la cultura también contribuye al desarrollo de una sociedad, al modelarla y darle vitalidad. Así, de la experiencia de algunos países europeos, se inspiró en el respeto a la pluralidad cultural y a la diversidad de la creación individual y colectiva, desde la propia lengua hasta el arte que se propone como la última experimentación. En este sentido, un punto prioritario en su gestión ha sido el respeto fundamental de las características propias de las comunidades indígenas y las culturas urbanas con su idiosincrasia propia y sus tradiciones, apelando siempre a la inclusión y la igualdad en la participación como rubros fundamentales del modelo. La generación de espacios equitativos para los creadores y los elementos de la cadena de producción de conocimientos y productos culturales deviene una consecuencia obvia.
Desde que el Estado mexicano ha asumido su obligación frente al desarrollo cultural, explicita en la Ley General de Cultura, es necesario actualizar y aun ir a la vanguardia en ciertos aspectos que la sociedad demanda: el acceso a la seguridad social para los creadores, la posibilidad de que puedan acceder a créditos gubernamentales y otros mecanismos de acción, fueron necesarios para una participación democrática en la cultura más justa y equitativa. En todos estos sentidos, el trabajo con las universidades, las academias, la iniciativa privada y otros actores sociales que buscaron sumarse con su participación fue indispensable para que la acción sea transversal. Por ello es que en su administración buscó siempre el diálogo, el acuerdo y la colaboración estrecha con ellos.
Las necesidades culturales son siempre diversas de acuerdo a la configuración del tejido social y su entramado de significaciones. De allí el énfasis y la insistencia en la condición de ser incluyentes y apelar a un posible equilibrio de fuerzas. Ya que los extremos son riesgosos y radicalizan siempre las posiciones creando tensiones antagónicas, lo que se traduce en conflictos que no llevan a ningún lado. Ni el estado puede y debe ser el garante absoluto del que dependa toda la cultura, ni debe dejar en desamparo y desatención a sus productores de cultura. Desafortunadamente, los presupuestos instituciones para la cultura siempre se han escatimado en este país y en épocas de crisis como fue la pandemia por covid-19, son los primeras en recortarse. No obstante, su gestión lucha tenazmente para responder a estas necesidades, hacerles frente y no obviarlas. En las crisis la cultura y el arte nos brindan grandes lecciones humanas, y ya la misma historia prueba que esta ocasión no es la excepción.
Teniendo en claro que la cultura constituyó una formación integral con la educación, no en una visión homogénea sino dialéctica, por lo que desde la infancia deben atenderse estas necesidades, desde las tradiciones elementales hasta el patrimonio cultural material, sin descuidar ese otro patrimonio intangible que es el conocimiento específico heredado. El arte luce así, como un ámbito que debería complementar siempre la formación de los ciudadanos, dando un acento y un tono al espíritu a lo largo de su trayecto. Sería necesario entonces retomar la formación artística como materias de trabajo y en talleres de expresión, luchando así contra la tendencia mundial a irlas arrancando (la violencia de la palabra es adecuada) del currículo escolar.
Aunque la medición de la cultura no es cuantificable, sí es posible trabajar mediante metas, que deben ser claras. La continuidad y la presencia son algunos indicadores que nos hablan a lo largo del tiempo de la vitalidad y salud de una cultura. Es algo muy complejo, dado que el impacto social de los productos culturales no se da a corto plazo; pero, en el flujo de la historia, la agencia de éstas se observa en diferentes niveles y es palpable, como en el caso de la calidad artística.
Es por ello que durante su gestión se dio a la tarea de generar una serie de convocatorias nuevas, frescas y dinámicas como modelo democrático de la participación ciudadana en la cultura, en el entendido de que los creadores son corresponsables con la institución cultural en el desarrollo. En este sentido, planeó y diseñado políticas y programas específicos (acciones inéditas en la historia del Instituto) por rubros como: teatro, literatura, patrimonio cultural, artes visuales, edición, capacitación profesional, entre otros; lo que ha dado oportunidad a los creadores y trabajadores culturales de todas las edades de profesionalizar, concretar, proyectar, exhibir, difundir y documentar (entre otras acciones) sus expresiones en aras del beneficio de la sociedad en su conjunto. La variedad y la innovación, el carácter novedoso de las propuestas, han sido rasgos a destacar en este compartir vínculos mediante los símbolos y el sentido. La profesionalización, sobre todo, vinculando y seleccionado perfiles más adecuados para las divisiones administrativas de este Instituto ha sido sin duda una prioridad de mi gestión. Esto nos ha permitido dar frutos en generar una política más abierta dirigida a más sectores: culturas populares y urbanas; mujeres escritoras; jóvenes poetas; artistas nuevos, emergentes, experimentales y eméritos; rescatadores de tradiciones, profesionales del patrimonio cultural; estudiantes; usuarios de redes sociales; niños creadores y lectores; fueron algunos de los sectores atendidos en esta administración.
El desarrollo en los últimos años en el estado ha crecido con la participación de los municipios y sus espacios culturales. Se avanza poco a poco. “Mi sueño e ideal es que tengamos una sociedad guanajuatense aún más rica en su cultura, donde las formas populares no estén relegadas, y todas las expresiones culturales tengan no sólo cabida digna, sino espacios armónicos y consolidados en los que resplandezca con más potencia su luz propia. Es por ello que trabajamos día con día con entrega”, mencionó para este artículo de fondo.
Siendo coincidente en que se conmemoraron los 25 años del Instituto Estatal de la Cultura, se evidenció que historia que seguimos construyendo juntos, los que nos hemos autoidenficados como tales aun siendo incluso nacidos en otros estados al sentirnos arropados por esta ciudad simbolizada por el arte se dio evolución continua y permanente en la que la cultura guanajuatense en su globalidad fue sido siempre el motor inequívoco. Esperamos que el lector tenga en este texto un documento de relevante interés.