En esta ocasión contamos con un artículo reflexivo del maestrante en Filosofía por la Universidad y docente en materias de Humanidades para diversas instituciones educativas del estado (desde secundaria hasta licenciatura) Abraham Suárez Noriega. Él ha participado en congresos de Filosofía con temas de hermenéutica, historia de la filosofía, estética, teoría literaria, semiótica, ontología y filosofía contemporánea. Ha publicado textos en revistas como Golfa. Actualmente estudia la Maestría en Educación con Enfoque en Innovación de la práctica docente en la Universidad Virtual del Estado de Guanajuato. Hoy nos propone un artículo ensayístico que relativiza las expectativas altísimas que ha generado la Inteligencia Artificial (IA) con la limitación de sus capacidades y sus probados fracasos de búsqueda y sinterización de información. Un artículo que todo estudiante confiado en este sistema de moda debería leer para orientarse pedagógicamente y saber leer las producciones de la IA de manera crítica en su contexto de juguete novedoso de moda. Pueden dirigir sus comentarios al autor a: jabrahamsuarezn@gmail.com
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En los últimos meses los usuarios de internet hemos presenciado la aparición y apogeo de diversas aplicaciones y plataformas digitales basadas en modelos de inteligencia artificial. No es casual percibir en la población una suerte de optimismo en torno al consumo, uso y abuso de dichas curiosidades. Por tal motivo en esta entrega emprendemos una breve reflexión sobre el posible escenario emergente que atraviesa la función de la escritura en la actualidad.
Con el encanto que representa un juguete nuevo, envuelto en una elocuente estrategia de marketing, ha llegado una herramienta novedosa que se presenta más como un producto milagro que una innovación científica; al prometer la solución a todo tipo de problemas e incertezas que sacuden la propia existencia humana. Recordando el mito de Prometeo, que ha cautivado a la cultura occidental con la ilusión de progreso desde tiempos arcaicos, ahora la Inteligencia Artificial (IA) presupone una ensoñación romántica de la construcción del conocimiento, pero también un gesto ingenuo y algo cretino.
Brindando una respuesta casi mesiánica, inmediata y al alcance de cualquiera, hoy en día, la ventana del chat quizás cumple el rol oracular. Al profetizar o enunciar múltiples salidas de un aparente laberinto o Torre de Babel, propios de la sociedad de la información. Un catálogo de ofertas a la carta que idealmente aspira a realizar con tenacidad las arduas tareas cotidianas. Su característico procesamiento de lenguaje, combina y ensambla, logrando generar estilos, formatos, autores o cualquier capricho que se nos ocurra. Delirio de sapiencia absoluta, obsesión o arrogancia de querer saberlo todo.
Sin embargo, basta con realizar una serie de preguntas para advertir la inconsistencia estructural con la que aquel mecanismo arroja afirmaciones sin empacho. A simple vista, aquellas líneas redactadas mecánicamente, pueden parecer textos valiosos. Pero, como advertencia, hay que tener cuidado. Frente a la mirada de un lector experimentado, es posible detectar con evidencia la saturación de lugares comunes, tópicos recurrentes que se encuentran al navegar por la superficie, además de imprecisiones, datos falsos y múltiples errores.
Como una fábrica de respuestas grandilocuentes, cuyo artificio consiste en una producción gramatical inagotable, conlleva la regurgitación de signos. A su paso utiliza cada fragmento disponible en la red, devorando vocabularios completos, científicos, informales, escolares o domésticos, como si de un agujero negro se tratara. Ensambla frases simulando inteligencia, porque sólo se trata de un tejido de algoritmos, repetición de códigos, tendencias y datos estadísticos. Acumulación descriptiva de aquello que previamente ya ha sido consultado.
Ahora bien, aquella producción textual a favor del principio de eficacia tiene por consecuencia la banalización de diversos atributos y cualidades propias del trabajo creativo y la investigación. Un reflejo del desplazamiento que experimenta la escritura en las diversas interacciones sociales y en la producción cultural.
Si consideramos que los procesos cognitivos de la comprensión y el aprendizaje requieren contexto, algo que solamente se adquiere por medio de la experiencia, así, la pregunta por el registro escritural sin previo entendimiento refleja el problema de la cantidad frente a la calidad en aquella información que se consume de manera acrítica y sin cuestionamiento.
Como ejercicio de exploración para contrastar nuestras intuiciones ha sido interesante incluir algunos testimonios de usuarios guanajuatenses con quienes nos hemos cruzado en el camino y les hemos preguntado sobre su experiencia utilizando Chat GPT.
Un profesor nos cuenta que sus alumnos de secundaria con frecuencia entregan sus tareas como reportes de lectura evidentemente redactados con inteligencia artificial. Nos dice que ahora todos los trabajos lucen igual, acartonados, cuadrados, como sin alma. El mismo docente con cierta desilusión relata su experiencia al intentar generar un tedioso examen diagnóstico de la materia de español. Con el objetivo de detectar los conocimientos básicos de ortografía, sintaxis y gramática; sin embargo, su sorpresa fue al descubrir que la mayoría de las preguntas tenían errores y las opciones múltiples resultaban ambiguas al momento de seleccionar una respuesta correcta.
Una estudiante de Filosofía nos cuenta su experiencia. Luego de asistir a una proyección del ciclo de cine alemán, en donde aparecía una cita de un escritor medieval, despertó su curiosidad para saber un poco más sobre aquel ilustre personaje. Sin embargo, como no era capaz de recordar su nombre, intentó utilizar Chat GPT, al realizar una indagación, incluyendo datos de vida, obra y contexto, a manera de adivinanza, sin obtener resultados precisos. pues en el intento de generar respuestas, por ejemplo, se confundían territorios de Alemania, con Inglaterra o Países Bajos. Siendo hasta el tercer intento y aportando información complementaria, que fue posible conseguir la respuesta correcta. En ese sentido, concluye que la experiencia de utilizar la inteligencia artificial es un poco loca, porque requiere de un esfuerzo colaborativo.
Por su parte, un mesero que trabaja en una reconocida cafetería de la ciudad nos cuenta que él y sus amigos, también estudiantes universitarios, han utilizado la inteligencia artificial para consultar información. Menciona que cada vez se ha vuelto más popular dicha opción, para al corregir el estilo de sus trabajos e incluso al momento de buscar inspiración.
En tanto, en el oficio literario, la llamada IA, ha venido a estimular trilladas polémicas entre escritores, críticos y editores en torno a la autoría, la originalidad del texto y la interpretación. Pero ahora, la diferencia consiste en que los dispositivos móviles se encuentran por todas partes y se han incorporado como parte esencial del comportamiento social. Será acaso que estamos presenciando el final de la escritura tal como la conocíamos. Tal vez el auténtico acto de la escritura requiere de una corporalidad viviente que exprese su propia sensibilidad por medio del lenguaje. A diferencia de los ejercicios de escritura automática, realizados por los surrealistas, al pretender exorcizar el inconsciente en busca de un acto creativo, en cambio, el modelo de lenguaje exprés impuesto por las aplicaciones algunas veces sorprende por sus tremendos saltos de estulticia. No hay que olvidar que todavía las maquinas requieren a los humanos hasta para distinguir semáforos y escaleras.