Presentamos la sección completa “Luna llena” del memorable libro En memoria del reino de Baudelio Camarillo, con el que poeta nacido en Tamaulipas en 1959, pero radicado en la ciudad de Celaya desde hace muchos años, ganó el prestigioso Premio de Poesía Aguascalientes 1993, que se considera el más importante de su género en el país. Baudelio Camarillo es reconocido por recientes generaciones de poetas guanajuatense como su maestro, ya sea por la lectura y disfrute de su obra, ya sea por sus talleres en los que Baudelio Camarillo ha fungido como guía, por lo que es una persona muy querida en nuestro medio y de la que se destaca su humildad y generosidad. El autor además ganó el Premio de Poesía San Juan del Río 1996 por Huerto infantil, así como el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2004 por La noche es el mar que nos separa. Que disfruten los poemas.
LUNA LLENA
I
Desde el rincón más íntimo del patio
miro la luna llena.
Todo reposa hipnotizado por la pupila intemporal
de esta luna que llega hasta mi infancia
y desde ahí regresa como un péndulo
y va y viene y me dice
que no he crecido aún lo suficiente
para tocarla con mi mano.
II
El fruto más deseado,
el fruto grande y jugoso que miro
entre las ramas del naranjo
es la redonda luna.
Huele la tierra a lo que debe oler:
indicios de otras noches en el aire que duerme.
Ah, que no sople la brisa,
que se detenga el viento
hasta que yo recobre aquello que perdí.
Después, que golpee mis recuerdos cuanto quiera,
que cuando quiera deshoje los naranjos
y haga rodar la luna hasta el abismo.
Ya no dormiré a oscuras esta noche:
cuando un instante brilla es
para siempre.
III
Un lento río de grillos desemboca en mi sangre.
Tibia música baña la quietud del jardín.
Tengo treinta y dos años
y la luna es la misma ventana circular
por donde cae a mi huerto la luz del paraíso.
Así la vi cuando jugué con mis hermanos
y el jardín colindaba con todos nuestros sueños.
Así la veo ahora;
sólo falta esconderme de nuevo entre los árboles,
en el rincón más íntimo del huerto,
en donde nunca me buscaron mis hermanos.
IV
Había tres niños.
Jugaban en el patio bajo la luna llena.
Amaban las noches de verano
porque en verano las noches huelen más
y las sombras se llenan de luciérnagas.
Todo lo amado estaba cerca.
Los adultos, sentados en sillones que la infancia desprecia,
fumaban largamente y conversaban.
Los niños lo sabían: pasados esos años
la luna y una rosa serían cosas distintas.
Lo sabían mirando de reojo a los mayores,
lo sabían llenando sus bolsillos con luciérnagas
para después soltarlas en el sueño.
Lo confirman ahora:
hoy que se sientan en el patio bajo la luna llena
y conversan de cosas opacas y aburridas
y fuman largamente
mientras sus hijos juegan.
V
Mi hijo, de tres años de edad,
dice que cuando sea grande
tendrá dinero para comprar la luna
y la pondrá en su ventana
cada noche.
Lo miro largamente mientras juega:
algo me dice que lo hará.