Mala entraña (Ediciones La Rana, 2021) es la primera novela de Luis Felipe Pérez Sánchez, nacido en Irapuato, Guanajuato, en 1982. Él fue Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández 2012 con su libro Eufemismos para la despedida. Fue beneficiario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico (Pecda) del estado de Guanajuato. Ha publicado también ensayo, es profesor del Departamento de Letras Hispánica de la Universidad de Guanajuato y ha sostenido una intensa actividad literaria pública en los últimos años.
Marevna Guerrero sostiene que esta novela es “agridulce como la propia memoria”. Y es que la novela se teje con contrastes de luz y sombra en la que no es posible definir ni el bien ni el mal, pues la protagonista de la novela muchas veces es arrastrada por los acontecimientos y sólo es capaz, si acaso, de darles significado de manera ulterior. Es muy interesante cómo el autor ensaya una subjetividad femenina claroscura, muy contemporánea, enfrentada a los vínculos dolorosos del pasado, la figura materna que es como un tótem del que no puede salvarse la autoidentificación, las relaciones pasajeras o tormentosas, incluso a una autorreflexividad en la que parece identificarse hacia cerca del final del libro con el mal y el pecado desde una perspectiva diabolista: es decir, lo que atraviesa el discurso, el orden, el logos, para fragmentarlo y hacer un aparente caos que en realidad sería otra forma de orden: uno muy humano en el que las perspectivas morales están en constante relativización, y juegan con los posibles prejuicios e ideologías (en el sentido marxista de “falsa conciencia”) del lector, aventurándolo por una historia donde no es posible prever lo que sucederá, pues la novela llega a confundir en el sentido de que parecería, de inicio, que se iba a tratar de una novela de formación (en cierto sentido, algunas actitudes moralistas de la protagonista parecen guiar esta lectura), pero este género es reinterpretado porque no hay progreso, crecimiento y tal vez ni aprendizaje. Se percibe una soledad radical, un enfrentamiento titánico con el mundo desde la misma pequeñez de la vida.
Este juego en el que autores varones representan subjetividades femeninas enfrentadas a los problemas sociales, económicos, familiares e interpersonales del enajenante mundo contemporáneo viene a poner notas de interés a cómo las relaciones intergénericas se representan y des-representan en los discursos artísticos contemporáneos. Existen en tal sentido, pasajes muy bellos no sólo por la estilización cuanto por la densidad dramática, lo que hace entrever en bastantes momentos una personalidad atormentada, la conciencia ante el abismo, la apuesta por seguir viviendo a pesar de los pesares. No hay tal maniqueísmo de ciertos discursos literarios muy politizados e ideologizados de la actualidad. Si no más bien reflexividad, no tanto de la protagonista, que algunas veces se detiene a pensar en sí misma, sino más como invitación al lector a pesar en la “determinación”, “el destino”, “la voluntad”, “la verdad”, “el amor”, “la culpa”, “el presente”, entre un gran etcétera; categorías que parecen ya no significar nada para la humanidad actual tan nihilista y acostumbrada al vacío existencial, pero que siguen siendo grandes problemas del pensamiento en torno al humano, si es que el humano como tal sigue existiendo también.
Concuerdo con Marevna Guerrero en el que existen en la novela “emociones provocadoras”. El final, abierto y sugerente, es destacable. En opinión de un poeta reconocido de nuestro estado de la llamada Generación del 50, esta novela podría, por su calidad, tener un lugar en un mercado internacional, siendo acaso lo más relevante y profundo de la narrativa del autor. Si es así, es una fortuna para Ediciones La Rana contar con la novela entre su catálogo.