Casi sin rozar el mundo y otras piezas teatrales (La Rana, 2023) es un rescate de tres obras dramáticas del ingenioso Efrén Hernández, un autor de los “raros” del siglo XX mexicano que durante mucho tiempo fue una figura marginal de las letras mexicanas, quizá por la excentricidad o dificultad de ciertos textos pero que, gracias al trabajo erudito de crítica, interpretación y contextualización que han hecho de su obra especialistas como el Dr. Juan Berdeja o Alejandro Toledo, encargado de la edición y el prólogo del libro que nos ocupa, se ha puesto en relieve en los últimos lustros difundiéndose más y conociéndome mejor: llevándose de vuelta a las librerías y siendo materia de estudio en licenciaturas y posgrados de Letras en país.
Esta edición cuenta con unas palabras preliminares de Emilio Carballido, el gran dramaturgo mexicano del siglo XX, maestro de toda una pléyade de jóvenes escritores de teatro. También como epílogo unas sensibles y entrañables palabras (fechadas en 1982) de Valentina Hernández, hija del poeta, crítico y narrador que fue Efrén Hernández y a quien recuerda sobre todo por su gran sentido del humor y por nunca amilanarse por los problemas económicos que siempre rodearon su vida, viviendo su vocación al máximo robándole tiempo al tiempo para dedicarse a esperar sus grades ideas frente a su máquina de escribir y tecleando duranta largas horas durante la noche y la madrugada para luego compartir con sus hijos por la mañana lo que había escrito.
Toledo comenta que, debido a que quedaron muchos papeles y algunos manuscritos entre la herencia que dejó Hernández, y a que a sus amigos escritores allegados no pudieron realizar, por sus ocupaciones profesionales o familiares, el rescate de tales en su momento, la edición de la supuesta obra completa del autor en 1965 no fue tal “y cuarenta años más tarde hubo que enfrentarse a un rompecabezas de difícil definición, con unos papales amarillentos que tenían muchos de ellos, el tiempo contado. Fue necesario, además, hacer un rastreo en diarios, suplementos culturales y revistas para saber cuáles de los originales mecanografiados habían visto la luz, ya fuera antes o después de 1958, año de la muerte de Efrén Hernández.”
Casi sin rozar el mundo fue titulada originalmente Una ilusión llamada existencia (o Esta ilusión que es nuestra existencia) la cual guardaría un nexo “de algún modo” con el clásico Un tranvía llamado deseo (1947) de Tenesse Williams. Es dable señalar que Emilio Carballido rescató la obra en la legendaria revista dedicada al teatro Tramoya en 1982, sin embargo, la editó (lo que Carballido llamó “una peinadita” o “poda ligera”); pero que en esta edición se publica tal como fue escrita, considerándose que “la alteró notablemente”. Se comenta que la obra podría tener algunos elementos autobiográficos del autor, a modo de pinceladas aquí y allá, lo cual será más bien una intuición de lector agudo e hipótesis de trabajo. Lo cierto es que esta obra es de cierta dificultad, y se emparenta de algún modo con las vanguardias teatrales del siglo dadas desde Europa, a pesar de que a veces los autores latinoamericanos, como Virgilio Piñera en Cuba, estaban haciendo cosas parecidas a la par o incluso antes, pues se asume desde la historia de la cultura que esas ideas estéticas flotaban de algún modo en el espíritu de Occidente que, desde luego, abarca nuestra Latinoamérica. El final de esta obra es brillante: el lenguaje da un giro muy estilizado de honda expresividad y gran carga emocional, relacionados con el amor y el vacío que éste puede deparar. En cierto sentido, debido a su retórica perfectamente sensible y muy poética recuerda (guardadas las distancias) a las obras dramáticas escritas en verso de Rosario Castellanos, “Salomé” y “Judith”, quien por cierto era gran amiga de Hernández.
La segunda pieza consignada, Adanijob, es un “fragmento” de lo que podría ser una pastolera, con personajes como el arcángel san Miguel y Satán, en donde Satán es acaso la figura más relevante, que hace gala de un humor sui géneris, disruptivo, y reconoce en el hombre, luego de una visión al Paraíso algo atractivo que le inquieta y atrae: “Pues algo hay de él, en sus ojos…”, “Su semblante está siempre entre el llanto y la sonrisa, sin titubear, en medio”. Hubiera sido muy interesante seguir el desarrollo de las acciones hasta el mero final y ver qué habría resultado de esta elaboración.
Finalmente, Cederano es una bellísima adaptación al español de un texto de un tal doctor Berzabuey, de la India, que hizo Hernández con ayuda de Octavio Novaro. La trama combina erotismo, lenguaje del amor y del poder, y en realidad termina con una especie de moraleja por lo que podría considerarse teatro didáctico que, no por ello, deja de deslumbrar por la elocuencia de los diálogos, en el manejo de los conflictos y en el exotismo que nos proporciona a nosotros, lectores mexicanos, la vida y la corte de los legendarios reyes del impero indio. En mi opinión, esta es la obra más representable de las tres, tanto por su carácter universal, como por los contrastes de los que hace gala y la tensión que posee por destacables momentos. No obstante, el deseo manifiesto de Toledo sería que estas obras, todas, fueran, representadas para lograr la culminación de su razón de ser.
Cabe hacer énfasis, finalmente, en que este el segundo libro la nueva colección de La Rana llamada “Pierna rota” (que seguramente proviene de la expresión inglesa “Break a leg!”, cuya traducción al español sería “¡Rómpete una pierna!” con la que los actores de teatro se dan ánimos y se desean éxito y suerte antes de iniciar una función), dedicada al teatro y al guion.
Enhorabuena al editor de Ediciones La Rana, Mauricio Vázquez González, quien, durante los años que lleva en su administración se ha caracterizado siempre por buscar materiales muy especiales, raros, únicos, especializados, valiosos, novedosos y propositivos, lo que ha supuesto un salto cualitativo en las producciones de la casa editorial de nuestro Instituto Estatal de la Cultura.