LA VICTORIA DE LOS MISERABLES
Para todos es común sentir el alma vacía;
no existe en la faz quien no se invente
momentos de júbilo en tardes soleadas,
o quien no minimice su desdicha
en noches que apestan al frío
de una venta abierta.
Nadie es tan especial.
Sufrimos por naturaleza,
mentimos porque qué más da hacerlo,
si desde hace años nos dejó de importar
que las mentiras sean condenadas por Dios.
Mi juez es el camino que recorro
sin más compañía que el vaho
y el fino llanto de los ángeles
que confundimos con brisa;
porque esta vida
tiene la cara arrugada,
los ojos cansados
y los hombros vencidos
de tanto arrastrar la mirada
hacia estrellas caídas
para robarles el brillo,
pero nunca brillar.
Mi confidente es esta recámara vacía,
donde los vidrios se estrellan sin cortar venas
y aplastan el deseo que este miserable
masculla entre sus labios partidos:
ser convertido en polvo, ser absorbido
por un espejo a una realidad inquebrantable
donde todos los genios hayan muerto
porque agotaron sus fuerzas frotando lámparas,
anhelando que apareciera alguien
a quien pudieran complacer.
La fe es el tormento que cargo
en la cuesta de la amargura,
es la macabra invención
que justifica el cansancio
de un estremecido pecho.
La valentía es un cobarde intento
de hacer frente a la existencia.
¿Acaso no es valiente quien empuña una navaja
sin que le tiemblen las manos, quien rebana su cuello
sin más anestesia que la mediocridad?
La sangre derramada riega los jardines
donde me enterrará el tiempo,
esta tina de agua teñida
humecta mi desnudez tan reseca,
tan deseosa de la pudrición,
tan barnizada de lágrimas
de los que lloran enfrente de desconocidos
para recibir consuelo.
Mi fortuna son las lentas pulsaciones,
son los remotos triunfos de expirar,
es el destierro de los remordimientos sufridos,
es el rechazo al porvenir.
Cierro los ojos para que las sombras
establezcan su imperio en mi mente.
Que el silencio total sea el himno
que honre a quienes suplicaron,
a quienes se cansaron de intentar,
a quienes, entre la inmundicia
y la podredumbre,
alzaron la mano, que aún escurría sangre,
y les contaron a todos
que le ganaron a la vida,
que la única victoria es la muerte.
José Manuel en un pseudónimo de José Manuel Barrientos López, quien también firmó como Manuel BL. Publicó de manera electrónica Muriendo de aire (2017) y algunas colaboraciones en la revista Golfa; de igual ha participado en lecturas públicas en diversos cafés, cafés y centros culturales de la ciudad de Guanajuato. Es licenciado en Matemáticas por la Universidad de Guanajuato y maestro en Ciencias con orientación en Matemáticas por la misma Universidad. Actualmente ha sido aceptado para cursar un doctorado en Matemáticas en la Purdue University, en Indiana, Estados Unidos. Gran lector de Jorge Luis Borges y Jorge Ibargüengoitia.