Iván Mata nació en la ciudad de Guanajuato e 1989. Escribe desde la secundaria. Empezó haciendo parodias de películas que aún conserva, en las cuales insertó a sus amigos. En la preparatoria escribió cuentos de fantasía, inspirado en Tolkien, autor que le encanta. Su primer acercamiento a la poesía como lector fue a los 17 años, con este mismo autor.
Luego de ser rechazado una primera vez, entró posteriormente a estudiar Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato, en donde experimentó un choque al entrar en contacto con la teoría literaria y la academia. Él tenía otra concepción de la carrera. Quería ser escritor y se dio cuenta que allí no se iba a formar como tal. Pensó en claudicar. Vivió tiempos de aplanamiento afectivo y alcoholización, al grado de ser expulsado de fiestas universitarias por ser incómodo (como venganza se robaba las botellas de alcohol de la casa). Era tan introvertido que, cuando le daban la mano, la tomaba sin fuerza ni emoción alguna, como si su propia mano fuera de trabajo.
Fue en la licenciatura que conoció a Monserrat Campos Sánchez, la escritora de Celaya, quien le mostró que es posible dedicarse la literatura fuera del aula como un estilo de vida. Con ella trabó gran amistad y compartió talleres y lecturas. Conocer también a otro joven poeta de la misma licenciatura pero una generación más arriba, quien ya era una figura literaria importante, lo que impresionó sensiblemente y lo motivó a escribir su propia poesía. Las clases de la escuela le proporcionaron algunas lecturas sensibles que le abrieron el panorama de la poesía mundial y se adentró por sí mismo en él. Acudía a talleres con el profesor José Báez, quien vio en su poesía una veta surrealista, alentándolo a seguir escribiendo. Fue entonces cuando se dio cuenta que la poesía era el lenguaje que quería usar para expresar su mundo propio.
Pudo darse cuenta que en la poesía podía liberarse de las ataduras de la vida y ser alguien diferente, más pleno, y demostrar una forma de mirar las cosas única y personal. Debido a ello, incluyó en su poesía temas de su vida propia, como su homosexualidad extravagante, su uso de drogas, su manía por el sexo, su anorexia y sus problemas depresivos y psicóticos.
Su primera oportunidad profesional como escritor fue cuando fue seleccionado por el Seminario para las Letras Guanajuatenses en el área de cuento y novela, en la generación 2015-2016 con una novela semiautiobiogràfica y cuentos de estilo folclórico. Del tutor Eusebio Ruvalcaba aprendió la pasión por la escritura y del tutor Marcel Fernández aprendió el cuidado de la sintaxis y nociones de estilística. Su novela Pirul, producto de este seminario, estuvo a punto de ser publicada en la Ciudad de México. Al año siguiente, presentó un poemario al mismo Seminario que originalmente se titulaba Vomito tripas, con textos de corte muy personal. El tutor José Luis Bobadilla de algún modo reconoció algo de sí mismo en Mata y, convirtiéndose en una especie de padrino, le ayudó mucho a encontrar el estilo que estaba buscando: una poesía vivencial y regional que se vale de la resignificación del lugar común y apunta hacia hitos de la ciudad y la vida contemporánea.
Mata pensaba entonces que el lector, al poder reconocer en sus poemas lugares como la Comercial Mexicana, Aurrerá, la carretera Panorámica o el bar Los lobos, puede identificarlos también en su propia experiencia y sentirse cerca de la voz lírica. Esos lugares albergan muchas historias posibles, explica. Con respecto al lenguaje de sus poemas, Mata prefería ya evitar la metáfora elaborada que al común de la gente no le dice nada. Él quería acercar su poesía a la gente “ordinaria”, y no ser solo leído por otros poetas.
Concluido su poemario, en 2016, y bajo el nombre de Vómito y una pistola sin gatillo, lo hizo a concursar en el concurrido Primer Premio de Poesía Hispanoamericana Francisco Diaz Uriel, para poetas jóvenes menores de treinta años, quedando entre los 40 primeros finalistas, lo que lo animó acerca de las posibilidades de su trabajo.
Posteriormente empezó a publicar en revistas electrónicas e impresas como Argonauta, Alternativas, Grezza, Monolito, Sombra Roja y El Humo; y a participar en sus primeras lecturas públicas. Esto le dio un sentido de identidad y pertenencia en un momento en el que sus padecimientos psiquiátricos eran ya graves y lo empujaban a situaciones riesgosas como tener sexo con extraños (como vagabundos y drogadictos) en la calle sin preservativo al grado de contraer condilomas en el ano y ladillas, desaparecer durante días sin que nadie supiera su paradero, consumir todo tipo de drogas buscando evadir su realidad y sentir un gozo que su vida personal no le daba, o estar atrapado, debido a su codependencia, en una relación sentimental destructiva marcada por el abuso y el sometimiento sexual por parte de su pareja. Conjunto que situaciones que le generaron estrés postraumático y muchas de las cuales serían pretextos para futuros poemas.
Otro de sus intereses de entonces era la educación literaria en jóvenes de secundaria y preparatoria, el cual descubrió cuando un amigo de la universidad lo invitó a formar parte del programa Amigo Tutor de la Secretaría de Educación de Guanajuato (SEG), en el cual tutoraba un grupo de máximo cinco alumnos con problemas de rezago educativo y posibilidad de deserción, en la materia de Español. En el Sistema Avanzado de Educación Superior (SABES) dio clases de poesía y narrativa local contemporánea; y con un informe sobre estas actividades se titularía como Licenciado en Letras Españolas, ya que se asumía, por diferentes motivos, tanto personales como académicos, incapaz de escribir una tesis de investigación. En este informe, Mata propondría una pedagogía particular para enseñar literatura por medio de la vinculación de los lectores con su entorno social a través de estéticas literarias con las que pudieran sentir identificación a nivel existencial.
Posteriormente Mata inició a escribir su segundo poemario llamado Soy zebra, el cual explora una estética más queer. Para entonces su sueño era ser publicado por alguna editorial nacional o internacional para encontrar a su público. Sus primeras publicaciones en línea y sus lecturas públicas tuvieron buena recepción, pues sorprendían y divertían por el tono irreverente e iconoclasta, como si fuese otro Iván el que hablara y no el Iván callado e inseguro que la gente conocía, lo que lo estimuló a seguir creando.