Escrita bajo la premisa de “La poesía no existe / Existe la corrosiva necesidad de vomitar las entrañas”, en Bitácora de un desaparecido (La rana, 2013) el desgarramiento y la convulsión delatan “un mundo de dolor constante”, un entorno que es “un malentendido sin secuencia alguna”. En ella el delirio ilumina con la luz del ser las más oscuras percepciones y el arrebato se expresa en palabras severas y negras, pero también hondas y honestas) desatadas al interrogarse las zonas más recónditas de la conciencia así como a la inmediatez adversa. En suma, este poemario es revelación sensible de la herida profunda –esa escisión entre las pulsiones y la realidad, origen de todo casos interior– que el hombre exhibe en la sociedad contemporánea que es, según han observado diversos teóricos, una forma de la esquizofrenia.
Mauricio, adiestrado en la historia y en la apreciación del arte, la filosofía y la creación literaria, es también narrador oral escénico y ha formado parte de grupos de teatro como “Doncellas y goliardos” y “Circo de sombras”, en los se ha desempeñado como actor y director. Fue también director del festival de teatro callejero “Circo, sombras y leyendas”, en Irapuato. Ha realizado teatro de atril. Y ha estado al frente del programa de radio por Internet “Poesía de alcantarilla”, trasmitiendo desde San Cristóbal de las Casas poesía maldita clásica y contemporánea. Es esta otra formación lo que lo lleva a ser un gran declamador, principalmente cuando de su propia poesía se trata. Presentó su poemario en diversas ciudades (Guanajuato e Irapuato, por ejemplo); en ambas ha cultivado la ovación y el aplauso entusiasta de los escuchas al exponer su alma y dar lectura a su obra en voz alta, acompañándose de dos músicos al violín y al contrabajo, en una atmósfera lúgubre.
Compartimos tres poemas de Mauricio, pretendiendo difundir su trabajo creativo, y esperando suscite el interés de los lectores.
CORAZONADA
Ven, acércate
Préstame tu mano
Toca aquí
Es cierto, no hay nada
Y es aún más doloroso
DIPSOMANÍA
Es un hermoso día para desatar las sogas, colocarlas a manera de espiral alrededor de mi delgado cuello, silbar una punzante nota mortecina e inmediatamente eructar sobre la dirección del viento a fin de que el mensaje se disperse escandaloso, poseedor de los hedores de la muerte que atraigan al santísimo verdugo.
EVOLUCIÓN
Todos oso días quisiera morir, a veces más, en ocasiones menos, al intentar dormir tiemblo de miedo e imagino aparecidos tremebundos que bufan atrás de mis oídos, en las mañanas despierto triste y desahuciado, decepcionado de que mi mente no haya materializado a los nocturnos visitantes, dotándolos de un reluciente cuchillo, un enorme taladro o cualquier otro armatoste para atravesar mi cráneo.