Las cosas de María Luisa Mendoza (alias “La China” Mendoza) es un indiscutible clásico guanajuatense (ella nació en esta ciudad en 1930). Publicado originalmente en 1976 por la prestigiosa editorial Joaquín Mortiz y reditado por Ediciones La Rana, del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato en 2012, es un libro de prosas de un estilo acaso un poco extravagante, que trenza memorias, ocurrencias, juegos de lenguaje y conversaciones con los objetos más entrañables que pueblan la vida de la autora. Algunas de estas cosas: la mecedora, la taza, los zapatos, la máquina de coser, las pelucas, los sombreros, la televisión, el vino, las estufas, las guitaras, los buñuelos, el tren, el pan, el agua. Un cosario. Sin olvidar las cosas abstractas: el olvido, los sueños, la dieta, los agujeros, los inventos, la envidia, los juegos, los soponcios. Son monografías del afecto y el recuerdo, que aluden a la íntima, vital, humana relación de una persona con su mundo.
Emblema de lo que en el siglo pasado fue llamado, sin mucha objetividad, “literatura femenina” por el simple hecho de ser escrita por mujeres, este libro será agradable para toda la familia, sin importar género: desde el niño que de esta manera podrá conocer poéticamente cosas de otros tiempos que acaso ya significan poco para nosotros, como las pianolas, y mirar con nuevos ojos otras que serán compartidas por todos los hombres de la historia, hasta la abuelita que puede entender mejor que nadie que el tiempo también habita y trasforma las cosas, que, sino el olvido, el polvo cae sobre ellas y entonces pueden volver a ser nuevas con solo nombrarlas o amarlas. “Y entonces me da por escribir de las cosas, en la imposibilidad de poseerlas todas, y en vista de tantas carencias, inopias, pobretería” y “Daría cualquier cosa por ser dueña de una antigüería y no salir de allí” nos dice la autora, quien goza de la familiaridad de los objetos que la rodean, pero también la de los que poblaron su infancia.
Las cosas son un notas de un periodismo de la subjetividad y las objetividades del corazón, pequeños ensayos absolutamente libres, y en ultima instancia, “ejercicios de idioma” para darle sabor a la vida. Fueron escritas durante dos años de colaboraciones en una revista quincenal dedicada al público femenino. “Es una rebanada de mi profesión: escribir de lo que me rodea, un día novela, mi hija legitima, otro ensayo, y siempre la feria en los periódicos, y como me fue en ella.” “A mí las cosas me gustan mucho. Tienen un alma jocosa como de la comedia del arte.” “Cuando las cosas dejen de fascinarme: las agujas, los hilos de colores, el tupé del abuelo y la vieja almohada larga de mi hermano, habré llegado al final. Porque el encanto de las cosas es absolutamente sagrado e inocente.” Mejor dejemos que la autora misma siga hablando y nos dé un botón de muestra del libro:
LOS AGUJEROS
Los agujeros son la negación y no por eso dejan de ser agujeros. Generalmente se forman o son formados. La luida es un resultado y el ojal otro. El uno es de miserancia, el otro de presunción siempre y cuando ensarte botonaduras. A los agujeros se les odia en lo común, pero habemos algunos virolos en la tierra que los adoramos. Para mí son la magia y la entrada al más allá. […]
El alma tiene agujeros, no hay vuelta de hoja, ¿podrían ser los ojos, la boca, las orejas y la nariz? El almerío habita su propia casa del cuerpo con seis balcones a la calle y una puerta privada. Los desgarrones del alma no cuentan, son de nacencia y se van agrandando con la vida. Todos llevamos remiendos en los hoyos de adentro. Lo malo es agujerar el corazón. […]
Los hombres estamos compuestos de cien millones de poros que son taladros, u agujeros, pues, ¡qué monserga! Se llaman piel o cutis para los elegantes. Y sépanlo, puristas de la materia: en el universo todo tiene agujero, y si no contemplad la nebulosa de Andrómeda o consulten el microscopio escolar. […]
Claro que también hay agujeros intolerables, los de los calcetines, las camisetas balaceadas o de las manos de los crucificados, que Cristo sólo hay uno. Dicen que si hay un vacío en tu vida lo llenes de amor, ese agujero, si es posible ocuparlo; se conocen milagros, pero casi no. […]