Un ángel viene a verme. Mi amigo imaginario (2021) de María Concepción Becerra Rivera, experta en Programación Neurolingüística, Coach de Vida y artista por pasión, radicada en la ciudad de Guanajuato, es una obra narrativa con un trasfondo filosófico y metafísico. Parte de la idea de que existen seres en otras dimensiones, generalmente llamados ángeles, que nos acompañan en nuestro devenir desde el nacimiento, observan nuestras acciones, nos cuidan y pueden presentarse en nuestra vida de formas inesperadas. Existen múltiples culturas desde la Antigüedad donde existe esta creencia. En la tradición judeocristiana, en la plástica se les representa como bebés, niños o púberes alados. No obstante, las personas que han tenido experiencias con ángeles aseguran que se les manifiestan en estados de trance psíquico, en sueños a través de voces y sensaciones paranormales, y pueden llegar a verlos en la forma generalmente de esferas o luces de una luminosidad enorme que les trasmiten una gran sensación de paz y amor. No obstante, en esta obra, se juega con la idea de que posiblemente sea un amigo imaginario, jugando con la ambigüedad que crea una posibilidad abierta en el sentido de la interpretación.
La obra ha sido prologada con por su esposo, el destacado médico, estudioso de la metafísica y escritor Juan Francisco García Regalado, quien nos dice que este libro “Encontrarás experiencias de vida, y con ella, resolución práctica para muchas de las preguntas, que seguramente tú, como Conchetina y yo hemos experimentado”. Conchetina es el personaje joven de este libro que tiene un encuentro con su ángel guardián, y que es un alter ego de la propia escritora; personaje que logra entender algunas enseñanzas muy importantes acerca de la vida, la divinidad, la trascendencia, el amor, etc., gracias a lecciones que le da de diversas formas su ángel, quien la trasporta a lugares distantes y ejerce un influjo mágico en su vida que, iniciando con desconfianza, se convierte en una gran amistad llena de amor recíproco y sabiduría ancestral. Precisamente es en los momentos de crisis cuando más aprende Conchetina, logrando encontrar significado allí donde la angustia, el cuestionamiento, las dudas y las inquietudes eran más enconadas. Se entiende que no todos podemos percibir a los ángeles y quienes lo hacen es porque tienen un don. De hecho, existe una ciencia paranormal llamada angelología, que estudia el contacto y la relación que entablan estos seres espirituales con los humanos.
La obra no está exenta de humor, lo cual se logra a través de situaciones extrañas relatadas con un lenguaje directo y un estilo narrativo en el que el diálogo tiene un lugar importante. Se alecciona al lector de que, para estar en contacto con este mundo de los ángeles es necesario vibrar en una alta frecuencia, ya que es en una dimensión del alto astral donde estos seres moran. No obstante, los ángeles, a pesar de lo que podamos ser ayudados por ellos en ciertos aspectos, no pueden cambiar el curso de la vida de un ser humano, ya que esto sería intervenir en el libre albedrío, regalo paradójico que Dios otorgó a la humanidad desde los tiempos adánicos.
Aunque los pasajes, que son en total 26 encuentros diferentes de Conchetina con su ángel, sean de fácil lectura, guardan relatos, mitos y enseñanzas espirituales que han atravesado diferente tradicionales, tal es el caso de la de los yoguis de Oriente o los maestros iluminados que ha tenido la historia, tales como Jesucristo o Buda, por citar sólo los dos más conocidos en nuestro contexto. “Perlas de sabiduría”, porque son pequeñas reflexiones, pero de una belleza y sobre todo de un valor trascendental superior, al alcance de todos en este libro.
Cabe destacar que este libro es también un objeto lúdico, ya que no necesita leerse de un solo tirón o en el orden original. Se parte de la premisa de que puede uno leerlo de acuerdo a la resonancia afectiva y cognitiva que tenga cada uno de los subtítulos de capítulos en la mente del lector; pudiendo ser en orden aleatorio, jugando con la tradición literaria que popularizó Julio Cortázar en su célebre novela Rayuela. Se propone también que el lector reflexione al final de cada capítulo, registrando en un cuaderno su crecimiento y nuevo conocimiento espiritual; por ello al final de cada capítulo se hace una glosa donde la enseñanza cifrada en cada texto se discurre de una forma racionalizada para que el lector pueda ir aprendiendo las lecciones místicas, no sin antes haber disfrutado de la magia que prevé la literatura a través de sus propios lenguajes.