Un grillo da la hora exacta (La Rana, 2015) de Max Santoyo (1972), poeta merecedor de los Juegos Florales de la Ciudad del Carmen en 1997 por su poemario Marina o arrullo para una mujer que no conoció el mar, es un libro de poesía para niños, pero no sólo eso: es un libro que Max escribió “como un niño”. Max platicó que como escritor le atrae siempre la experimentación y la búsqueda de nuevas formas de expresión. El contacto con sus hijas fue determinante para la concepción de este libro. Un día se dio cuenta que pasaba mucho tiempo escribiendo y no jugando con sus hijas; así que decidió meterse en el papel de niño y empezar a escribir estos poemas que serían dedicados a ellas: Itzel y Avril.
El libro fue ilustrado por Lawra Badajoz, egresada de la Universidad de Guanajuato. A Max le parecen muy elocuentes las imágenes. Son imágenes que interpretan la poesía de Max con los recursos de su propio arte y evocan ese mundo infantil de juego y sueño en el que el tiempo parece suspendido. Como dato curioso, gran parte de estas imágenes nacieron en un hospital mientras la ilustradora acompañaba a su padre enfermo; fueron algo así como un punto de equilibro entre las largas horas y los momentos complicados. “Personalmente hay algunas de estas imágenes que me son muy cercanas”, dice Max. En la Feria Internacional del Libro de Monterrey 2015, donde este libro fue presentado, Max contó que sus hijas se reconocieron en la ilustración final, y entonces hicieron sus especulaciones acerca de qué niña era cada quién de las representadas.
Max llevó su libro a los niños de varias ciudades, en donde las experiencias de lectura fueron diversas. “Afortunadamente muchos y muy buenos amigos me han acompañado en este viaje. Recuerdo mucho una presentación donde una amiga de doce años me cuestionaba si de verdad era yo el autor del libro. Sus razones son sin duda de mucho peso. Al ver mi apariencia física, llegando en moto, con cara de malo, no pensarías que he escrito poesía como un niño,” contó Max quien también es un gran aficionado al mundo de las motocicletas desde hace muchos años.Una de las satisfacciones de Max con este libro fue el de haber podido traducir su “Grillo” a lenguas indígenas y compartirlo con niños de diferentes grupos culturales.