Sueño muerto (2023) es la opera prima de Jacob. D. Silva (Celaya, 1997). Él es Ingeniero en Metalurgia, y durante la pandemia por covid-19, inspirado en autores como el español Carlos Ruíz Zafón (1964-2020), uno de los autores de literatura juvenil y adulta que más ha vendido en lengua española en las últimas décadas y del estadounidense George R. R. Martin (1948), autor de la serie de novelas Canción de hielo y fuego que se adaptarían a la pantalla en la taquillera serie Juego de tronos, así de otras famosas novelas y guiones de terror y ciencia ficción, empezó a escribir lo que él llama “los sueños que tenía”, originalmente como un hobbie y una forma de practicar su gramática y su ortografía, adquiriendo luego la forma de esta novela.
La novela tiene la virtud de combinar diversas estéticas como la novela policiaca, detectivesca y de enigma, así como la de acción, fantasía y horror. Lo que inicia como una aparente novela victoriana o de lo que se ha llamado “gótico psicólogico”, va adentrándonos en un misterio del que no se sabe mucho hasta cerca del primer tercio de la historia. El lector queda atento a tratar de encontrar la causa del desorden que se introduce en una ciudad de Estados Unidos (se infiere esta geografía por ciertas referencias aleatorias y escasas a lo largo de la novela, lo que también siembra la duda y la incertidumbre). Luego, nos damos cuenta que estamos ante lo que termina siendo una invasión de zombis que llega de forma brutal y contundente. Si bien al principio se indetermina la identidad de esta gente monstruosa que devora la carne de los vivos, al final se acepta que estos entes entran perfectamente en esta categoría. De hecho, la portada del libro nos daba ya una pista, pero tan abierta y global que sólo la lectura hasta el final permiten entender de qué trata la historia.
Todo sucede a lo largo de un día, un fatídico 27 de junio desde temprano en la mañana. El horror más extremo lleva a los personajes de la novela a situaciones límites que ponen a prueba sus principios, su instinto de supervivencia y su ética (los celos, la ira, el despotismo, los sentimientos negativos llegan a dominar a ciertos personajes convirtiéndolos en enemigos entre sí mismos). Interviene la policía, el ejército y los cuerpos médicos; pero nada puede contener esta amenaza que acorrala a los personajes en diversos espacios y les hace enfrentarse a lo desconocido, pues se desconoce cómo actúan estos seres, y la información que se nos da de ellos va siendo graneada y soltada lentamente (se les llama “carnívoros”, “personas devorando otras personas sin cocerlas ni con cubiertos”, “infectados”, gente demente que come cadáveres”). Muchas interrogantes producen la confusión del lector y no permiten adivinar lo que sigue de la trama.
Se busca incluso la solución en los antiguos textos del Vaticano que guardarían textos sobre el fenómeno zombi en épocas pretéritas. Pero esta solución nunca llega. Ni la razón ni la fe alcanzan a enfrentar este terror. Hacia las últimas páginas todo vine sumando más muerte, sangre, balazos, explosiones, traiciones. El caos. Un caos que vendría siendo una suerte de entropía cósmica o algo así. No se sabe. Lo que sabe el lector al final es que no hay salvación. La ciudad entera deviene ruina inevitable. Algunos pasajes que nos cuenta de este caos y del ritmo vertiginoso y lleno de acontecimientos (hasta la saturación barroca: “Balas infinitas para monstruos infinitos. […] Y ninguna para rescatarnos”) son los siguientes:
también hay varios heridos en diferentes puntos de la ciudad, accidentes vehiculares, robos, riñas entre personas, los hospitales se están llenando de gente con traumatismo, mordeduras, huesos rotos y me temo lo peor
cuatro policías abrían fuego contra los agresores, las balas perforaban las costillas, el impacto los ralentizaba pero eso no los detenían, tras sus espaldas, algunos ciudadanos, atemorizados, cerca de la orilla empezaban a asimilar la idea de tener que saltar para evitar su masacre, pues no pareciese que pudieran ser salvados por los policías, la velocidad, la resistencia y la destreza de los infectados superó la barricada y la penetraron, comieron tanta carne encontraron
Por todos lados se oían sirenas, de todo tipo. Una carambola en la esquina los obligó a desviarse del camino, por más que se desplazaban el panorama era el mismo. A la distancia hubo una enorme explosión, humo y ascuas ascendían, robaba la atención, a Claire se la devolvió el claxon de un autobús, rápidamente reaccionó, volvió a evitar el impacto lanzándose contra un campo de golf, el coche siguió avanzando por los hoyos hasta caer en una trampa de arena.
la ciudad parecía abandonada, la calle estaba repleta de papeles que bailaban con el viento, cadáveres revolcados en charcos de sangres, cartuchos de balas sembrados en cada metro cuadrado de concreto y vehículos abandonados, aún encendidos, estacionados aleatoriamente, chocados y sin cristales por todo el trayecto
Ningún lugar parece seguro. De hecho no lo es. No hay solución: sólo la muerte total a la que se estaba desde un principio predestinado…