Cuéntame mentiras (La Rana, 2022) es un cuento de Bernardo Govea, escritor de literatura infantil y juvenil y estudioso de la misma, publicado en forma de libro. El autor también se ha especializado como cuentacuentos profesional para un público infantil, teniendo ya en su haber una enorme lista de recintos escolares, públicos e institucionales en los que ha compartido este saber. Del mismo, ha impartido talleres para la formación de escritores de este género que podría parecer fácil, pero realmente no lo es. Con recursos retóricos que apelan directamente a la capacidad imaginativa del pequeño lector, él se define de la siguiente manera en las solapas del libro: “Funambulista de un viejo circo yugoslavo; en tardes lluviosas se disfraza de cuentacuentos para compartir historias; tal vez un día se convierta en un elefante o, si el clima lo permite, en un paraguas, o tal vez en un ropero, si los recuerdos se le amontonan de repente. Mientras eso no pase, escribe cuentos y toma café cubano con un pain au chocolat.” Es claro que esta descripción es casi totalmente mentirosa o, mucho mejor dicho, fantástica, pues, con fundamento en el pensamiento literario, busca que el joven lector descubra en ella los misterios de la creación, que implica necesariamente la creación de otros mundo, aunque estos puedan parecer imposibles.
El libro, perteneciente a la colección Barcos de papel y a la colección Boreal de la editorial, viene traducido al francés por Coline Bellon, la cual por su parte se define de la siguiente manera: “Es mexicana pero su cigüeña se perdió y nació en Francia. Se tardó varios años en encontrar la ciudad de Guanajuato; ahora vive ahí, enseñando idiomas y traduciendo de un idioma a otro, de un mundo al siguiente”. Y ha sido bellamente ilustrado con la singular gráfica de Lilian Bello Suazo, quien por su parte se define como “Navegante de colores desde tierras lejanas del sur, amante del mar y el atardecer. Salvadoreña radiada en México, diseñadora e ilustradora.”
La contraportada del libro invita al joven lector a entrar en este libro a partir de la premisa de que las palabras cambian de significado a través del tiempo o pueden tener varios, y su sentido depende de la intención con que se expresan. A través de recorrer el velo que recubre el lenguaje, se puede redescubrir en él una potencia primigenia, relacionada con la capacidad inventiva de la mente.
Seguramente los adultos podrían tener prejuicios al respecto: ¿Cómo que una invitación a decir mentiras? Sin embargo, la invitación es a entender la mentira como estrategia para construir el arte, más específicamente el literario. Esto es posible siempre, para cualquier persona, porque la esencia del lenguaje permite que éste sea capaz de referir cosas que no tienen correspondencia con lo que llamamos “verdad” o “realidad”. Los lingüistas llaman a esto “prevaricación”. Esto puede parecer una falla ontológica del lenguaje, pero, bien visto desde el pensamiento estético, es en verdad una maravilla que todas las culturas han sabido aprovechar. En realidad, gran parte de la civilización se construye a través de mitos de diversos tipos, los cuales tienen una parte de verdad, pero inevitablemente también de mentira. ¿Quién tiene, pues, la verdad absoluta? Con evidencia, nadie. Vista así, la mentira es reconfortante, pues permite construir sentido y poder vivir sin muchas angustias. Los niños, por su parte, son grandes mentirosos, y esta capacidad para construir relatos ficticios puede encausarse, según lo estudió el pedagogo ruso Vygotsky, para que entren en los caminos de la experiencia artística, lo cual ensanchará su forma de relacionarse con el mundo, a través de los símbolos, la emoción, sin descuidar el intelecto mismo. Algo que en la adolescencia se convierte ya para el sujeto en algo de vital importancia, pues lo orienta en la confusión del bullicio de todos los fenómenos de la cultura.
Así, este libro, tiene un sustrato filosófico profundo, sobre el cual filósofos como Friedrich Nietzsche legaron valiosas lecciones. Este pensador alemán pensaba que el lenguaje tiene una capacidad extramoral, que el arte va más allá del bien y del mal, y que no existen fenómenos morales, sino solo interpretaciones morales de los hechos. Nociones que abren nuestra perspectiva hacia un universo más amplio y complejo de la humanidad. El ser humano es mentiroso por naturaleza. Que arroje la primera piedra quien nunca haya dicho una mentira, aunque sea una mentirilla piadosa por no herir a alguien. Esto es porque el ser humano, por más bondadoso que pueda ser, conservará siempre un trasfondo egoísta que lo hará luchar por y para sí mismo en la maraña del intrincado y difícil mundo en que nos ha tocado nacer. Y, como dice Bernardo Govea: “vaya que las mentiras son egoístas.”
Como despedida, les dejaré las primeras líneas del cuento, llenas de sugerencias, que nos confrontan con una “verdad” innegable que relativiza todas las relaciones humanas. Algo que, finalmente, el niño de todas maneras conocerá por sí mismo a través de la experiencia, con o sin dolor:
“A todos nos gusta decir mentiras, ¿o no? Por lo menos yo me divierto mucho con ellas. Yo pienso que no hay mentiras difíciles, en cambio de las sencillas hay montones por todos lados, esas que decimos a cada hora y en todo momento, que muchas veces ni siquiera notamos. Fíjate a tu alrededor, te aseguro que a una de las personas que están junto a ti le has contado alguna, aunque sean grandes amigos. Si no los conoces, apuesto a que no tardarás en decírselas. Vamos, hazlo ya, ¿para qué esperar? Invéntate algo.
Pero… ¡momento! Y sin son ellos los que te mienten, ya sean parientes o vecinos. ¿Qué tal si no se llaman como dicen, quizá no son lo que parecen ser?”
El comentado es, en suma, un libro que sería un excelente regalo navideño para el niño lector.