La generación de desencanto
España, Macaria
Pictografia/Conaculta/INBA
Zacatecas, 2013
92 pp.
La generación del desencanto de la escritora celayense Macaria España es acaso un retrato panorámico de una generación de mexicanos, cuya vida -si a eso le puede llamar vida, como se interrogan algunos de los personajes del cuentario- trascurre llevada por un desencanto recurrente y sostenido, oprimida por un aciago sistema de valores ideológicos y sociales que coarta la posibilidad de la realización personal y, de manera más que fatalista (por la monstruosidad de sus maquinarias), ha condicionado al nacido para perder. Dicha generación del desencanto no podría tener más que a la incertidumbre como moneda de uso corriente, así como al fracaso de sus anhelos profundos o la resignación impotente con alguna que otra oportunidad para quebrarse. El primer texto, llamado igual que el libro, retrata uno de los perfiles de quienes forman esta generación desencantada:
Trabajaba once horas diarias en un empleo que jamás me gustó, en una oficina de tantas en la Roma. Siempre había pensado que estaba destinada a realizar algo grande. Algo más que lamer las suelas de mi jefe y ovacionar sus ridículas ideas. Al parecer, no me esforcé demasiado y me conformé con ser una empleada más, una estadística para el INEGI en algún censo de jóvenes económicamente activos. Ser una rayita entre miles de rayitas pobres.
(El gobierno gusta de jugar con las rayitas. Cuando le conviene hace cuadrados, triángulos, rectángulos, cuando no, apila un buen número de rayitas en forma cruces.)
Aquí es de notarse la relación simbólica que se establece entre una vida así, siendo una rayita en una estadística que el gobierno apila en forma de cruces, y la muerte… Pero, si un joven económicamente activo tiene un sentimiento tan terrible de su vida, ¿qué esperar de a quienes la vida les ha arruinado el destino desde antes de nacer: los marginados, los de los barrios de los extremos, los que no accedieron siquiera a una educación decorosa para entrar a la competencia de manera más favorable? Ellos no debieron esperar a crecer y empezar a luchar por sí mismos en esta selva imposible de desgracia social, sino que para ellos (parafraseando a la autora) el pesimismo fue hereditario. Pesimismo sumado a un choque constante del esfuerzo con la realidad adversa, y que va forjando con dolor y desesperación “fracasados empedernidos” de personalidades ruines, incapaces de amar plenamente pero anhelantes de afecto, de vil egoísmo y sueños frustrados.
Este cuentario es, pues, una crítica social a este tiempo, con sus obvias repercusiones políticas, tratado con un estilo de ágil lectura, vertiginosa como esa misma sociedad, pero en donde encontramos las implicaciones estéticas que lo convierten en una muestra de lo literario mexicano de hoy en día: “Morí por mi patria y ahora me doy cuenta que ella, hace mucho, estaba muerta.”
Escribir pues, no es para la autora en este trabajo una evasión de la realidad, sino que la escritura es a la vez denuncia; y a través del humor negro, la ironía, la ridiculización, la compasión, el horror y otros mecanismos, la autora en ese cuento nos pone en su justa dimensión lo patético del orden social -resaltando su absurdo- en el que se vive atrapado actualmente en este país, cuyos efectos son más evidentes en los jóvenes, quienes, como es de esperarse, viven de manera más honda esta amargura.
Pero, lo más interesante, es que esta desgracia literaria de los cuentos no es una desgracia idealizada como en la tragedia clásica o en el titanismo romántico, sino que está confeccionada (textualizada) con la vida misma; es la palpable y concreta vida de la cotidianidad de la generación del desencanto, que afianza a estos textos con el mundo de aquí y ahora, y le da esa connotación comprometida insoslayable y que constituye, en mi opinión, uno de sus valores trascendentales.
Así, la poética del fracaso -social, amoroso, económico, etc.- que se elabora en estos cuentos no deja de provocarnos una sensación incómoda; podríamos señalar después de leer algún cuento: “me da sabe qué”, sin acertar a saber cómo se llama el sentimiento a que nos mueve; pero no por ello ese sentimiento no nos es familiar y cercano, acaso reprimido por obligación en el pacto que hacemos al decidir soportar un día más. Y en este orden de ideas, los elementos fantásticos, que a veces irrumpen en el libro e invaden la realidad mundana del los personajes, bien funcionan como metáforas que ayudan a la labor de critica, pero sobre a todo a la estética del libro. Quizá esos elementos no sean más fantásticos que la realidad que recrean.
Por otro lado, como sabemos, el suicidio juvenil es una dramática realidad en algunas partes de México y, en congruencia con el libro, cuyos ambientes corresponden a este país, este tema no podía ser obviado. Así, algunos personajes, empujados por la miseria de sus vidas o atrapados en la trampa de los acontecimientos adversos, desperados, piensan en él o ya lo consuman como remedio al sinsabor de su desesperanza: “En el borde de la silla que lo anclaba a la realidad, meditó en lo culera que es la vida para unos y dio un paso adelante, con la firme creencia de unirse al ejército de los que se la rifaron.”
Para ahondar más en la psicología de los personajes, dejaré ahora que hable otro de los personajes de este libro:
Tengo un rencor inmenso contra la mierda que llaman sociedad. Dicen que somos pobres por güevones. ¡Nel, ni madres!, somos pobres porque no nos quitan le pie del cuello y no nos dejan respirar, somos pobres porque el gobierno no cumple las promesas que no debería hacer, somos obres porque siempre va a haber alguien a quien le convenga nuestra pobreza, mantenernos muertos de hambre.
Y es que la precariedad económica y la carencia modelan en gran parte las vidas o situaciones trágicas por los que atraviesan algunos de los personajes de los cuentos. Pero no es sólo lo económico, manifestado en la idolatría del dinero y la enajenación de los valores humanos en el capital, lo que constituye la gran trampa que ha llevado a esta generación a vidas así, que se consumen en la una de las formas de la muerte y en un lógico desencanto, sino que se suman a ello la falsedad e ignominia de los sistemas jerárquicos y las relaciones de poder basadas en el machismo, la incompetencia de los aparatos judiciales y de gobierno, una moral religiosa obsoleta, así como otros valores insostenibles ya a estas alturas del desarrollo del pensamiento y que obstaculizan el avance de una humanidad no termina de llegar.
“No todo se resume a vivir, a veces hay que volar.” ¿Pero, cómo hacerlo? A veces, en este contexto, es imposible responder a esta pregunta.
Descubrí que para triunfar en a vida, al menos lograr una pequeña cosa, uno debe ser, de vez en mucho, un lamesuelas, que es una forma e agradecer a mis superiores por favores dados. Esa peculiar forma de arrastrarse en el piso y, con a lengua, pulirle los zapatos a mi jefe inmediato, por querer quedar bien, ya sabes, poder gozar de algún beneficio, de invitaciones a comidas, de ser el favorito sobre todos los otros tipos que no son tan listos como yo. Ellos no podrían lamer tan bien las suelas.
La forma de triunfo que propone un sistema de valores así, como los de esta generación del desencanto, sólo puede darse por la abyección. Y de allí la necesidad (y urgencia) de esta literatura crítica y de su socialización.
Las existencia en esta generación puede resumirse, finalmente, en una declaración contenida en el último texto que es una reunión de fragmentos, a la manera de un blog electrónico, llamada “Bitácora de la desesperanza virtual”, pero que al leer nos damos cuenta de que la desesperanza a la que se refiere no es virtual, sino que está de manera concreta en los hogares y en la calle, asumida cotidianamente por los que están allí (y vuelvo a parafrasear otra línea de la autora) como la sombra de los zapatos, que no vemos, porque no queremos verla, pero que sin embargo está tan cerca: “Y todo se resume a un punto y aparte, o tener nada qué decir, porque ya no se tiene nada qué perder y, más lamentable, nada qué ganar.”
Pero no, no se trata de suicidarnos o aceptar la derrota sin dar lucha hasta el final, sin llevar nuestra inconformidad hasta los límites posibles: los de la crítica, la literatura, la vida social y profesional dentro y fuera de lo institucional. Y es posible que, así, la rebeldía más radical sea finalmente la de la felicidad, aceptando, sí, con dolor, la vida, pero transformando ese dolor en la alegría positiva de quien se afirma en medio del caos; alegría que, si bien no hace la trasformación del mundo, sí hace la trasformación individual y eventualmente, quizá, se expanda exponencialmente. Quizá podamos suscribir la última entrada a esa “Bitácora de la desesperanza virtual” y que cierra el libro:
FRASÉ CÉLEBRE POR MAKI AH BÉLICA
Chales, pues así es a vida rápida y dolorosa, como una autopista a veces vas a patín, otras en nave, otras en champiñón, pero siempre debes de ir con una sonrisa marca Colgate, (…) con que estés tú estés feliz ya se armó.
13 diciembre 0:49 .am. | Agregar un comentario.
Al final de dicha bitácora escrita en forma de blog, se recurre al juego metatextual con los usos del Internet. Se lee: “Agregar un comentario”. De haber leído yo esta entrada en línea, quizá no habría agregado comentario alguno. Pero sí, para ser congruente con las dinámicas sociales y metasociales generalizadas hoy día, impuestas por la posmodernidad, le habría dado un like…