El plagio literario un fenómeno social reprochable desde cualquier óptica. Sería equiparable a un robo, en este caso: el robo de las ideas, o bien, de la autoría de estas. Es por ello que configura una práctica sancionada en el Código Penal Federal de México en su Título Vigésimo Sexto De los Delitos en Materia de Derechos de Autor, que en su artículo 424 establece que “Se impondrá prisión de seis meses a seis años y de trescientos a tres mil días multa: (…) III. A quien use en forma dolosa, con fin de lucro y sin la autorización correspondiente obras protegidas por la Ley Federal del Derecho de Autor”.
En la historia de la literatura –de cualquier especie– el plagio es más común de lo que se puede creer. En los anales de la historia guanajuatense podemos encontrar el tristemente célebre caso de un plagiario de nombre Alfredo Pérez Bolde, autor de al menos dos plagios comprobados de literatura histórica, los cuales llegaron en su momento a convertirse en un verdadero escándalo público, por verse involucrados los prestigios de instituciones como la Universidad de Guanajuato y la Presidencia Municipal de Guanajuato.
Quien hubo denunciado públicamente estos plagios fue el Sr. Marcos Arellano, primero desde su labor como periodista, luego en una obra de nombre Plagios histórico-literarios en Guanajuato, de varios volúmenes. En su volumen I, el referido autor menciona que el primero de estos plagios comprobados por él se hizo patente en una plaqueta conmemorativa del VIII Concurso Fraternal de Hijos del Colegio del Estado y la Universidad de Guanajuato en la que fue plagiada la obra Historia del Colegio de Guanajuato del ilustre investigador Lic. Agustín Lanuza publicada en 1924, tergiversando en el acto la cronología de los hechos históricos en dicha obra referidos. Este descubrimiento de Marcos Arellano, que califica como “amarga decepción”, lo motivaría a escribir un articulo periodístico titulado “¿Carece de valores la Universidad de Guanajuato?” (Periódico Estado de Guanajuato. Año XXV, No. 1250. 9 de Marzo 1968). Pocos días después, en Septiembre del mismo 1967, aparecería en el primer numero de la revista Municipio de la Presidencia Municipal de Guanajuato un artículo titulado “Guanajuato en la toma de Puebla” en el que se plagiarían páginas enteras del libro El sitio de Puebla de Luís Chávez Orozco no sin cometer continuos desaciertos como, por ejemplo, modificar deliberadamente ciertas cifras numéricas relativas al inventario de la artillería utilizada en esta batalla con el presumible fin de “maquillar” la evidencia de este plagio, variándola de su original, para no ser fácilmente descubierto. Y es que, como bien afirma Arellano, hubiese bastado con que Pérez Bolde agregara a su texto la referencia bibliográfica de donde había extraído esta información. No lo hizo así. Lo cual es reprochable, puesto que evidentemente quiso hacer pasar por investigación propia lo que era producto de la investigación seria y profesional de otra persona. Y es que en este artículo desconoce el plagiario las consignas que todo historiador debe aceptar en el desarrollo de una investigación, pues al momento de hacer la supuesta trascripción de una cita del Gral. Troncoso utilizada en El sitio de Puebla por Chávez Orozco modifica deliberadamente y a su caprichoso ciertas palabras e ideas importantes, aún cuando se trata de la versión más verídica que se posee de la toma del fuerte Iturbide a manos de los franceses el 29 de Marzo de 1863, contenida en el Diario de este personaje clave en este suceso histórico.
Pero no son sólo estos bárbaros desaciertos los que comete Pérez Bolde en el plagio de El sitio de Puebla, sino que va más allá: establece como ciertos hechos que aún pertenecían al ámbito de la especulación y la discusión.
Sirva esto de ejemplo para todos aquellos estudiantes de periodismo, literatura y afines. Sepan y recuerden que, al escribir un texto periodístico, si desean utilizar ideas ajenas o datos obtenidos por investigaciones de otros autores, lo ético, prudente y legal es que lo hagan otorgando el respectivo crédito a su autor original utilizando cualquiera de sus convenciones formales para las citas textuales y las referencias hemero-bibliográficas, a riesgo de cometer el delito de plagio, lo cual no sólo puede costarles una sanción, si no también el desmoronamiento de su prestigio profesional.
(Los datos de este artículo fueron extraídos en su mayoría del ya mencionado libro Plagios histórico–literarios en Guanajuato I de Marcos Arellano, editado en 1968.)