Ensayos sobre las regiones de producción científica en México, siglos XIX y XX es el nuevo libro de la colección “Historiografías” del Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato, la cual ofrece a sus lectores “interpretaciones renovadas para ampliar la memoria de nuestra sociedad”. El libro fue coordinado por la Dra. Graciela Velázquez y reúne siete ensayos de reconocidos especialistas de alto nivel que trabajan en la historiografía desde dentro o fuera de cuerpos académicos, y que tienen el compromiso patente de la investigación rigurosa.
En su introducción, Graciela Velázquez Delgado, Miguel Ángel Guzmán López y
Miguel Ángel Segundo Guzmán, integrantes del Cuerpo Académico “Teoría de la Historia e Historiografías”, ponen la atención en el hecho de que para investigar la producción científica en estos siglos ha sido necesario reconocer los espacios que auspiciaron su emergencia. Y hacen hincapié en que, si bien la producción científica sobre la naturaleza se ha radicado principalmente en los centros políticos y demográficos del país (a los que se ha abocado principalmente la historiografía), lo cierto es que “no fue menos importante la labor que realizaron diversas instituciones educativas y múltiples individuos, entre los cuales destacan profesores, científicos, gestores y empresarios, etcétera, en diferentes coordenadas del país.” Es por ello que, en estos ensayos de la historia de la ciencia, se puso atención en conocer aspectos relacionados con la producción científica descentrada, con la posibilidad de historiar la producción del relato científico del mundo en otras regiones de la geografía nacional”. Querétaro, Jalisco, Hidalgo, Guerrero y Guanajuato son espacios desde donde se pone en perspectiva la historia de la ciencia en México.
Estos ensayos son producto de las investigaciones que se realizaron para el Seminario Ciencia y Región: La Historia de la Ciencia en los Siglos XIX y XX, en el cual participaron investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guadalajara, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y la Universidad de Guanajuato. Todos estos trabajos parten de la premisa de que conociendo más la historia regional se puede entender mejor el desarrollo integral de la ciencia, de manera que se pueda ofrecer un panorama más amplio y abarcaste del campo.
En este libro el análisis se articula sobre dos ejes: el primero de ellos gira en torno al papel de las instituciones en el surgimiento y la consolidación de conocimientos; el segundo focaliza los saberes de diversas disciplinas científicas aplicadas en su contexto regional. De este modo, logra ponerse en claro qué tipo de acontecimientos políticos, sociales o culturales favorecieron o limitaron el desarrollo de las ciencias en estas geografías y en este periodo de tiempo. Algo que resalta en las diferentes aportaciones es el abordaje de cómo la ciencia se ha ido comunicando en la historia, a través de diversos soportes materiales: diarios, libros, ensayos, relatos de viaje, fotografía, mapas, etc. “Con estas contribuciones esperamos conocer poco a poco cómo fueron las interacciones entre los estados, las instituciones y los actores que cultivaron la ciencia en el siglo XIX y principios del XX, así como también la interacción entre los científicos y otros actores de la sociedad: los políticos, los comerciantes, los empresarios o cualquier ciudadano.”, recalcan los integrantes del Cuerpo Académico responsable de la publicación.
En el capítulo “Intersecciones entre lo local y lo global: las obras del naturalista jalisciense Leonardo Oliva (1814-1872)”, Rebeca Vanesa García Corzo presenta de qué manera el médico y naturalista jalisciense Leonardo Oliva generó presencia de los estudios sobre la flora jalisciense en el campo nacional e internacional. Al hablar de obras se refiere no sólo a los escritos del naturalista, algunos conocidos (otros no tanto o nada), sino a sus acciones y a las labores propias de su campo. De sus escritos se destaca la originalidad de sus contenidos y las practicas manifiestas en ellos. Para acercarse a las obras del estudiado, fue indispensable consultar diversos archivos y fondos localizados tanto en Jalisco, como en otras partes del país, incluyendo fuentes francesas. Se destaca también la calidad moral del naturalista, cumplidor cabal de sus deberes y entregado a sus estudios y experimentos, consciente de “de la relevancia de su labor y sus descubrimientos locales para la construcción de la botánica global”. “Una de sus características más notables fue poseer una clasificación original basada en la acción fisiológica de las sustancias, para lo cual usó las raíces griegas que expusieran ese efecto sobre el organismo. Era un claro ejemplo de la erudición de Oliva y de la búsqueda
de facilitar el aprendizaje y la memorización a los estudiantes que la emplearan con un sentido práctico.” Para elaborar tal nomenclatura original, el científico jalisciense, requirió del estudio y comparación de múltiples autores. Destaca también en este artículo el abordaje que se hace de intersecciones entre este naturalista y otros ámbitos científicos globales, incluyendo interacciones con Alfredo Dugès, Jean-Odon Debeaux y Juan Guillermo Schaffner.
En el capítulo “‘Primer certamen del trabajo y la inteligencia’. La historia natural en la Exposición de Agricultura, Industria, Minería, Artes e Instrucción Pública de
Querétaro (1882)” Rodrigo Antonio Vega Ortega y Báez estudia cómo la historia natural fue un base fundamental en la articulación de la planeación y desarrollo de esta exposición en la que participaron todos los estados del país y que duró cuatro meses, y que es conocida generalmente en la historiografía como la Exposición Industrial de Querétaro, celebrada con gran éxito en 1882, y que a través de trece secciones temáticas aglutinó productos agrícolas y ganaderos, textiles, minerales, metales, alimentos varios, plantas medicinales, maderas, semillas, azúcares, vinos y licores, harinas, quesos, embutidos, máquinas, farmacia y homeopatía, así como algunos inventos y objetos científicos varios. Como antecedente de este trabajo cabe señalar que las investigaciones previas se habían centrados en los aspectos “organizativos y turísticos de ésta, sin que ninguno de ellos se centre en las disciplinas científicas que fueron el eje expositivo del evento queretano.” El estudio aborda desde los textos producidos como memoria de este magno evento hasta la crónica de los preparativos, la inauguración y la clausura, así como la relación de los productos naturales exhibidos, comentados. Como parte de las conclusiones se destaca que: “La Exposición queretana es un ejemplo de las capacidades de las élites regionales para proyectar, organizar, desarrollar y aprovechar este tipo de eventos científico-tecnológicos con amplia repercusión económica. Este primer evento celebrado en 1882 representó una renovación material y moral en la sociedad queretana a partir de los valores del progreso: trabajo, inteligencia y ciencia.”
José Alfredo Uribe Salas y Laura Valdivia Moreno, en “La práctica científica, las representaciones y los nuevos saberes sobre Cacahuamilpa en el tránsito del siglo XIX al XX”, elaboran una historiógrafa de las representaciones simbólicas, culturales, sociales y científicas de estas grutas y cómo éstas despertaron inquietudes de todo tipo en el imaginario colectivo. Los autores parten de la tesis de que las cavernas se configuraron como un espacio simbólico, social y científico que puso a prueba creencias, intereses y argumentos explicativos sobre su origen y evolución a lo largo del tiempo histórico y geológico. “El proceso de apropiación conceptual de las grutas de Cacahuamilpa que tuvo lugar en el siglo XIX se fue conformando a través de textos e imágenes de quienes las visitaron. Lo que publicaron los naturalistas, geógrafos y geólogos mexicanos con un valor científico fue el resultado de programas más o menos institucionales que organizaron la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE), el Instituto Médico Nacional (IMN) y el Instituto Geológico Mexicano (IGM)”. Se destaca que este proceso no fue lineal ni fue de menos a más, sino que atendió a una lógica propia. Para unos, esta estructura natural representaba una obra divina de sobrecogedora belleza, mientras que otros asumían que debía tener causas naturales que podían ser explicadas. Fruto de las investigaciones que se hicieron de ella sobre botánica, geología y mineralogía, fueron publicados varios trabajos que los autores de este capítulo rastrean y comentan.
En “En busca de los orígenes de la ciencia en el estado de Hidalgo”, Consuelo Cuevas Cardona y Carmen López Ramírez rastrean en los discursos científicos producidos por habitantes de este estado, a partir del registro de una aurora boreal que despertó la curiosidad intelectual. Después indagan los orígenes y los primeros trabajos del Observatorio Meteorológico y del Museo de Mineralogía nacidos en el seno del Instituto Literario y Escuela de Artes y Oficios, hoy Universidad de Hidalgo. Luego, glosan la participación del estado de Hidalgo en exposiciones y ferias naciones e internacionales, indagando en las crónicas periodísticas de la época. El último apartado trata de un eclipse anular de Sol
que pudo contemplarse en varias latitudes del estado de Hidalgo y que despertó
una gran curiosidad entre la población. Aunque ocurrió a principios del
siglo XX, se incluyó “porque muestra el interés que la sociedad de aquella época tenía por la ciencia y que provenía, indudablemente, de la divulgación del conocimiento científico que se realizó profusamente en los periódicos y revistas del siglo XIX.”
El capítulo de Mercedes Alanís Rufino, “El Instituto Científico y Literario del Estado de Hidalgo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Un espacio propicio para la generación de saberes”, aborda cómo se desarrollaron los estudios de las ciencias en esta institución, desde su creación, pero con énfasis en las décadas que van de 1920 a 1940, tiempo en el que la institución atravesó por distintas etapas con diversos nombres. La autora primero hace un recorrido en las publicaciones que se han hecho sobre este instituto para indagar cómo se ha representado. Luego, “se enfoca en conocer las características de la transmisión de saberes en el campo de las ciencias, incluyendo las clases prácticas y la formación y equipamiento de gabinetes de estudio en las áreas de historia natural, biología, química y física, principalmente”. La autora anuncia la ruta crítica del mismo: “El escrito está conformado de la siguiente manera: primero se realizará un breve recorrido historiográfico sobre este Instituto Literario y se analizarán las fuentes documentales que se privilegian en este estudio. Posteriormente, nos adentraremos en la creación y primeras décadas de funcionamiento del Instituto Literario de Hidalgo, para luego enfocarnos en las características de la transmisión de saberes en el campo de las ciencias, incluyendo las
clases prácticas y la formación y equipamiento de gabinetes de estudio en las áreas de historia natural, biología, química y física, principalmente, que dieron el cariz de científico a la enseñanza.” Destaca la inclusión de fotografías que dan cuenta de la vida en el interior de esta institución durante el periodo de estudio, mismas que son analizadas.
Graciela Velázquez y Miguel Ángel Guzmán López analizan en “El conocimiento médico en los métodos curativos el cólera morbus en Guanajuato, en 1850” el saber de la época referido en el Método preservativo y curativo del Cólera morbus, así como en el denominado Verdaderos preservativos del Chólera morbus, que fueron manuales para dicha enfermedad publicados en 1850 tanto por el gobierno municipal como el estatal, a raíz de la epidemia que afectó la región. En estos escritos se expusieron los saberes más avanzados que se tenían en la época, basados en sentido común, teorías ahora superadas (como la de los miasmas y los humores), medicina tradicional, herbolaria, ciencia y remedios caseros, en un momento histórico en el cual no había nacido la bacteriología ni se había identificado el agente biológico de la enfermedad. Cabe señalar que epidemias de esta enfermedad ya se habían producido en México en 1883, por lo que ya se tenían ciertas seguridades sobre su desarrollo y tratamiento. Por su parte, la ciudad de Guanajuato hacia 1850 “ya había experimentado varias epidemias, destacando por su gravedad la de sarampión, en 1825; las de viruela, en 1830 y 1840, y la de cólera de 1833.” La parte central del texto son las recomendaciones médicas, preventivas, higiénicas y dietéticas, así como sociales, que el gobierno emitió en estos escritos, las cuales se articulan con el conocimiento científico de la época. En la estadística de mortalidad de las conclusiones se puede apreciar “que en los suburbios hubo más mortalidad, específicamente en los minerales, destacando el de La Luz, en el que comenzó la epidemia. También se nota que hubo más muertes en hombres que en mujeres; esto pudo haber sido así porque los hombres eran los que estaban más en contacto con las aguas residuales de las minas y con el frío y la humedad de éstas, así que eran más propensos a contagiarse con las aguas infectadas.” Lo presentado en este texto constituye un avance en el conocimiento que se tiene del saber médico en Guanajuato durante el siglo XIX
Por último, en el capítulo “Morir de ‘trancazo’. Mitos y realidades de la gripe, fiebre de primavera o influenza española en la ciudad de Querétaro, 1918-1919”, Flor de María Gabriela Chávez Hernández analiza las repercusiones de la influenza española en la ciudad de Querétaro en este periodo, epidemia que dejó miles de muertos. El análisis abarca género, edad y situación económica de las personas, determinando que las mujeres y las personas en edad productiva o reproductiva fueron las más afectadas. También se refieren las formas de contagio y las medidas sanitarias que se implementaron (como el aislamiento, el control de la temperatura, la ventilación, el uso de mascarillas, la desinfección de espacios y objetos, y sobre todo el lavado de manos frecuente), de manera civil o gubernamental para controlar el azote; lo que tiene resonancia en estos tiempos en los que seguimos luchando con una pandemia y lo que nos recuerda que la humanidad ha estado afectada por ellas a lo largo de los siglos de manera recurrente. La autora hace una crónica de como inició el brote y como evolucionó, descubriendo que “los jornaleros y tejedores, grupo mayoritario, constituían un peligroso foco de contagio, tanto para sus compañeros de trabajo como para sus familias. En las actas que se revisaron se encontró que los más cercanos a ellos, como esposa, hijos, padres
o suegros sucumbían por influenza”, de donde colige que se produjo la pérdida de un porcentaje importante de la mano de obra que trabajaba por jornal en las haciendas de la ciudad. Sus conclusiones finalizan con la hipótesis de que “La pronta actuación de las autoridades sanitarias y la conciencia de la población de no salir de casa fueron factores que probablemente lograron el descenso en la curva de la epidemia, a pesar de la falta de escolaridad de la gran mayoría de la gente y la escasez de medicamentos y alimentos en la entidad queretana.”
Los intrigantes del cuerpo académico que presenta este esfuerzo editorial destacan la variedad de fuentes a las que se ha recurrido para estos trabajos: desde archivos físicos y electrónicos, fotografías, material hemerográfico, fuentes en internet, textos normativos, registros de defunción, bibliografía y publicaciones diversas como manuales, memorias, leyes, etc. “Esta variedad proporciona un rico panorama heurístico que constituye una aportación en sí misma, de manera que este libro no solamente hace contribuciones en términos temáticos, sino también en el campo de las fuentes documentales, y nos da una idea de la pluralidad de formas de difusión del conocimiento en esos espacios regionales, con sus peculiaridades y características propias.” Todo lo anterior, da muestras de los frutos cosechados por las labores interinstitucionales del Departamento de Historia de la Universidad de Guanajuato y su honorable cuerpo académico “Teoría de la Historia e Historiografías”.