Pajarera es una obra dancística de la bailarina y coreógrafa Lola Lince que data de 2013. Fue estrenada en el IV Encuentro de Creadores Celebraciones Carnales. “En Pajarera uno de los ejes que la construyen es ‘Nos han dado la tierra’ de Juan Rulfo. Tomé ciertas líneas del relato y de allí procedí a la exploración gestual. Sin embargo, la obra no ha sido la misma desde su primera exhibición, sino que ha sufrido un proceso creativo continuo. La autora ha ido puliéndola como a una escultura viva, para perfeccionarla.
Del cuento, la autora interpreta a través del discurso de la plástica corporal y de la danza, la representación de las migraciones humanas, con especial acento en las de las mujeres de aquellos tiempos que debían marchar de espacios rurales a la ciudad, en busca de mejores oportunidades. La migración de estas mujeres se metaforiza en la figura de una parvada de pájaros. Las bailarinas desarrollan su danza en trajes de luto vintage, portando máscaras de pájaro hechas con tela, con nidos en la cabeza a la manera de sombreros, y con sillas (cada bailarina con una silla de diferente tamaño) que ayudan al despliegue del espectáculo dancístico y sirven de soporte físico en algunos momentos de la obra.
Según la misma Lola Lince, el elemento de las sillas sirve además como un símbolo críptico que alude a los velorios, las fiestas y reuniones familiares que representan el pasado de estas mujeres. Los nidos en la cabeza, siguiendo a la misma autora, aluden a los pensamientos que se mueven también como pájaros en la cabeza de esas mujeres. Todo este conjunto intenta simbolizar los apegos de las mujeres migrantes con respecto a su tierra. Y el ambiente al que hace referencia toda la obra es ese paisaje desolado, desesperanzado, y de geografías y ambientes sociales opresivos, que es parte elemental de la estética rulfiana del México rural postrevolucionario, y que colinda en el discurso artístico con el llamado tiempo mítico. Hibridez nostálgica en la que teatralización y danza van de la mano de la música que condiciona a veces movimientos lentos, monótonos, repetitivos y ensimismados, y a veces detona una súbita plástica de posturas extravagantes y sucesivas con el que las bailarinas parecen dialogar entre sí y con su alrededor; todo lo cual le da un aire suficientemente dramático y oscuro a la representación.
Hay inspiración en otras fuentes, también. Como en las películas mexicanas en blanco y negro de la llamada Época de Oro del cine mexicano que incluyen el mismo tema de las mujeres migrantes: de allí que se inserten fragmentos de canciones de la época. Por otro lado, la clásica película Birds (1963) de Alfred Hitchcock motivó la secuencia en Pájarera en que las bailarinas parecen atacarse entre sí, movidas por una especie de histeria colectiva. Finalmente, toda sociedad humana, ya sea rural o urbana, termina siendo siempre una jaula… Esta noción es reforzada por esas gesticulaciones y movimientos convulsos y compulsivos, que recuerdan la animalidad y acaban sugiriendo perversidad, de los que las bailarinas hacen uso en los momentos climácicos. Hacia el final de la obra, las bailarinas se quitan las máscaras que las hacían ser algo y no alguien, entendiéndose este movimiento como signo de liberación ritual o purificación consciente o inconsciente.
Sobre la evolución de esta obra a lo largo de los años, Lola ha comentado: “La pieza que empezó de hecho como reposición de una coreografía que tenía en repertorio, de pronto se fue yendo por otro lado, sin querer queriendo seguramente; y se fue transformando en otra cosa que no esperaba ni planeaba y la fui siguiendo con la debida atención y lo que eran mujeres lloronas en un patio de mi infancia se transformaron en mujeres migrantes sin rostro en pájaros en una jaula, en recuerdos de filmes del cine mexicano que referían las mudanzas de las mujeres del campo a la capital y las canciones de infancia que oía en el radio de mi nana se volvieron signo, cuerpo de pájaros enjaulados, en migrantes en busca de un mundo mejor… Empezó como una pieza de grupo de 8 bailarinas, con el tiempo se transformó el formato y el signo se fue clarificando y la última versión resultó singular pues la interpretaron solo dos bailarinas y curiosamente podían ser muchas en escena y esto me encantó. A veces menos, es más, ¡je!”
Lola Lince, originaria de Cotija, Michoacán, baila desde 1980. Comenzó estudios en Guadalajara, con un maestro de origen ruso. Bailó en la Compañía de Bellas Artes de Jalisco como solista. Posteriormente, tomó clases de ballet ocho años, con el fin de aprender a manejar mejor su cuerpo (nunca fue su sueño bailar ballet), para desencantarse de esa rigidez formal. Luego, en busca de la libertad expresiva y de movimientos, y bajo la inspiración de un modelo mental cifrado en la imagen de Isadora Duncan, considerada por muchos como creadora de la danza moderna, se adentra en una búsqueda y exploración de técnicas dancísticas procedentes principalmente de Oriente, menos construidas, “más conectadas a las pulsaciones de la tierra” y espontáneas. En esta etapa de búsqueda expresiva que diera a su alma lo que ella necesitaba, entra también en una introspección para investigarse a sí misma. A partir de todo lo anterior, Lola Lince empieza a crear sus propios temas y sus propias imágenes poéticas. Así nace su compañía de danza, en 1992, la cual lleva su nombre, y a la que asume como una ruptura con los ligamientos de la escolaridad para construirse a ella misma como creadora y artista. Su compañía de danza “privilegia la experimentación como detonador del proceso creativo y del encuentro de una voz propia y (…) fundamenta su quehacer en la búsqueda de la libertad interior y espiritualidad, no exenta de un compromiso profundo y de un rigor absoluto”. Actualmente su sede está en la ciudad de Guanajuato y desde allí forma puentes de colaboración con artistas de diversas latitudes.
Para consultar la cartera de la compañía de Danza Experimental de Lola Lince, se recomienda consultar su página web: http://lolalincedanzaexperimental.blogspot.mx