Gerardo Lozano Rivera es maestro en Ciencias y Técnicas de la Educación por la Universidad del Bajío, León, Gto., hoy Universidad Lasalle. Desde 1972 se ha desempeñado como docente en varias instituciones como la Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato, la Escuela de Enfermería de la Universidad de Guanajuato y el Centro de Actualización del Magisterio de Guanajuato. Como editor, ha dirigido las revistas Paréntesis, Cambalache Pedagógico Del Centro de Actualización del Magisterio y codirigdo y coordinado la revista Tertulia. Fue también Coordinador del Taller de Música Lenguaje y Creatividad de la ENSOG (2011 – 2018). Como creador ha publicado en Altaller, El canto el ahuehuete, Cosido a mano, Albatros viajero y Tertulia.
1.- ¿Cómo se inició en la lectura y escritura de poesía?
Nací en la ciudad de Guanajuato, en el seno de una familia numerosa y de bajos recursos, en donde los libros no eran artículos de primera necesidad. Tomé consciencia de la existencia de estos cuando ingresé a la Secundaria Nocturna Fulgencio Vargas, una institución creada para la clase trabajadora. Las materias eran impartidas como servicio social por jóvenes estudiantes de la Universidad de Guanajuato. Había momentos en que las aulas se convertían en espacios de disertación y debate entre maestros y alumnos (generalmente adultos), cuando alguno de ellos comentaba que estaba leyendo, por ejemplo, La costumbre del Poder de Spota, Los hijos de Sánchez o Las buenas conciencias. Acontecimientos como éste, además de sorprenderme y llenarme de curiosidad, me hicieron comprender que los libros no eran artículos exclusivos de una clase social privilegiada, y que cualquiera podía acceder a ellos. A partir de entonces fue que inicié la búsqueda de mis propias lecturas, que luego pasarían a ser uno de mis pasatiempos favoritos.
En 1972 terminé la carrera de maestro y fui comisionado a la escuela de una remota comunidad como profesor multiusos en donde además de ser el responsable de la misma, debía atender dos grupos a la vez. En esta etapa de mi vida me perfilaba ya como un lector entusiasta que aprovechaba la última claridad de la tarde o la luz de las velas para leer en el aula, que por las noches se convertía en mi dormitorio.
Luego de peregrinar durante ocho años en diversas comunidades, continué trabajando como maestro en la ciudad de Guanajuato y enseguida me inscribí en la Escuela Normal Superior Oficial para continuar mi preparación profesional como Licenciado en Lengua y Literatura. Fue en esta etapa cuando entré en contacto, de manera formal, con los textos narrativos y particularmente, los poéticos.
Recuerdo que, en alguna de las clases, un maestro abordó el tema del Creacionismo, acto seguido escribió en el pizarrón los rimeros versos de El Altazor de Vicente Huidobro, luego continuó leyendo casi todo El viaje en paracaídas. Yo quedé impactado.:
“Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio,
bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.
Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental.
Lanzaba suspiros de acróbata”.
Luego de la lectura, un grupo de compañeros de la clase, quienes ya eran maestros con cargos de directores, inspectores de educación o comisionados en el SNTE manifestó su desacuerdo al catedrático por su atrevimiento y mal gusto. Estaban convencidos de que la poesía debía ser rimada y se jactaban de obtener los mejores lugares de sus escuelas en los concursos de declamación con poemas como “El brindis del Bohemio”, “La Chacha Micaila”, “Maistrito de pueblo”. “Por qué me quité del vicio”, “Reír llorando”, etc.: eso sí era poesía, decían.
Cuando concluí la carrera comencé a ejercerla y a buscar talleres en donde pudiera familiarizarme con textos y autores relacionados con la poesía. En esta búsqueda llegué a un Taller de Poesía que impartía Demetrio Vázquez Apolinar. Fui también participante de Altaller, un magnífico proyecto que coordinaba Jesús Aragón para maestros y estudiantes de instituciones universitarias del Centro Occidente de nuestro país, ambos proyectos de la Universidad de Guanajuato. Estuve también participando durante un buen tiempo en un Taller que coordinaba Lirio Garduño en la “Casa 4” de esta entidad.
2.- ¿Como educador cómo visualiza la educación de las nuevas generaciones, sus limitantes y áreas de oportunidad?
Es complicado hablar de educación debido a las múltiples variantes que como fenómeno sociocultural tiene; no obstante, te puedo decir que los Planes de Estudio para la Educación en México han venido evolucionado para bien, pues existen nuevas metodologías, estrategias didácticas y una gran cantidad de recursos digitales orientados al aprendizaje en las aulas. En este sentido pareciera que hay mejores condiciones que servirán de base para formar a las nuevas generaciones, tanto en el área de la Literatura como en otras disciplinas.
Y a propósito de estas condiciones, como responsable del Área de Extensión y Difusión de la ENSOG, en 2011 tuve la oportunidad de organizar el Taller de Música, Lenguaje y Creatividad, un espacio en donde los estudiantes tuvieran la oportunidad de crear sus textos, escuchar a poetas y cuentistas, visitar museos, asistir al cine Club de la UG, y organizar eventos literarios. Esta actividad resultó una novedad para los estudiantes, pues además de escribir en el taller, los mejores trabajos eran seleccionados y publicados en la revista Paréntesis.
Por otro lado, algunas limitantes que yo percibo son las siguientes:
1. El paradigma del hombre exitoso que la sociedad occidental de este siglo ha venido construyendo muy poco o nada tiene que ver con las carreras relacionadas con la literatura. Desde ese enfoque, un joven que se inclina por este tipo de formación está condenado al fracaso, profesionalmente hablando; y peor aún si se decide por esta carrera sin convicción.
2. Es muy común observar que, por compromisos particulares o políticos, algunos directivos de educación media, media básica y de instituciones formadoras de docentes, suelen cubrir las plazas del Área de Español con perfiles profesionales que no son los adecuados (ingenieros, abogados, historiadores, etc.).
3. Continuamente la Secretaría de Educación va agregando a los Programas de Estudio materias de cuanta cosa se le ocurre (derechos humanos, protección al medio ambiente, protección a los animales, campañas de higiene, respeto y tolerancia a la diversidad sexual, Feminismo, y un sinfín etcéteras.). esto ha traído como consecuencia que los estudiantes se dispersen cada vez más y disfruten menos los contenidos que pudieran interesarles. Entre ellos, la Literatura.
3.- ¿Cómo ha sido su experiencia como editor de revistas y qué dificultades enfrenta el editor de temas educativos y literarios en un estado como Guanajuato?
Mi primer acercamiento al trabajo editorial fue con El Ateneo, un periodiquito estudiantil tamaño tabloide de cuatro o seis páginas, que nos imprimían en los Talleres Gráficos del Gobierno del Estado de Guanajuato en 1971, como una actividad de la Mesa Directiva de la Escuela Normal Primaria. Me llenaba de alegría ver las fotografías con sus pies de grabado y nuestros inciertos textos impresos. Aquella experiencia inicial me alentó a lo largo de mi ejercicio profesional.
En la década de los ochentas empecé a impartir clases como maestro de Lengua y Literatura en la Escuela Normal Superior Oficial de Guanajuato (ENSOG) en el turno vespertino, y en el Centro de Actualización del Magisterio (CAM) en el turno matutino. Mi responsabilidad en ambas instituciones era impartir las materias propias de mi especialidad, coordinar el Área de Extensión y Difusión y dirigir dos revistas educativas: Paréntesis en la ENSOG y Cambalache Pedagógico en el CAM.
Paréntesis vio la luz en el mes de marzo de 1990 con las características de un boletín informativo trimestral. En esa época mi sobrado entusiasmo era proporcional a mi desconocimiento de cómo se debía organizar la publicación. En febrero de 1992 imprimimos el quinto número. Para entonces ya se había integrado al equipo Hugo Vázquez Rivas, con quien hice mancuerna durante casi todo el tiempo de publicar la revista. Para entonces ya se habían definido la página editorial, cuatro secciones relacionadas con el trabajo académico y una más a la que denominamos Paréntesis Literario, un espacio que abría la posibilidad para que maestros y alumnos participaran. Este formato se iría afinando de manera progresiva hasta que Paréntesis adquirió las características de una revista semestral.
Un proceso semejante se dio con la revista Cambalache Pedagógico. En ambas publicaciones abrí una Sección Cultural para que los alumnos y docentes publicaran poemas, ensayos, crónicas, etc. textos relacionados con la pintura, textos narrativos, poesía, etc.
A continuación, enumero algunas de las dificultades más ingentes que tuvimos que sortear estando al frente de las mismas:
- Recabar el número de colaboraciones para conformar la revista en proceso.
Resistencia por parte de algunos docentes, a aceptar sugerencias de corrección de sus colaboraciones tanto en fondo como en forma. Los alumnos son más flexibles y a veces escriben mejor que algunos catedráticos.
Trabas burocráticas para liberar el recurso para la impresión, sin importar que el presupuesto ya se hubiese aprobado junto con el Plan de Trabajo.
Cuestionamientos sin fundamento por parte de los integrantes de los equipo técnicos en turno que laboraban en el Depto. de Comunicación Social de la SEG, pues desconocían casi todo sobre los procesos.
En el caso de Tertulia, aunque los problemas no eran los mismos, a la par del trabajo intelectual que implicaba editar la revista, había que realizar múltiples tareas con el propósito de reunir el presupuesto para poder mandar la revista al impresor. Sobra comentar que de la venta de las revistas muy poco o casi nada se recuperaba. Entonces andábamos ofreciendo los espacios para publicidad, impartiendo talleres de creación literaria en las instituciones o solicitando apoyo económico a las autoridades de diversas instituciones, que por regla general eran omisas e insensibles.
4.- ¿Cómo es su relación con la poesía y qué le brinda ésta como autor y lector que otras experiencias de la vida no le brindan?
Cómo explicar el milagro del amor, de la vida, de la paternidad, del misterio, etc. Obviamente, cualquier respuesta que uno dé, será siempre su principio, “su verdad”.
En el primer versículo del Evangelio de S. Juan se lee “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios … En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
En este sentido, en el principio, mi relación con la poesía comenzó en mi infancia, una etapa de mi vida en donde la falta de lo primordial (los insumos básicos que se requieren para vivir) se convertía en una oportunidad para redimensionar el mundo material por medio de la imaginación; y para mí este es el principio fundamental de la poesía: imaginar.
En mi juventud estaba convencido que la poesía debía despertar, pasiones e ideales en los jóvenes, incitarlos a abrazar causas en favor de los desprotegidos. Hoy, estoy convencido de lo mismo, pues creo que los poetas son seres extraños, auténticos, sensibles y altruistas.
Admiro a los poetas ya reconocidos y consagrados, pero también a los no tan reconocidos, a los que alternan en los círculos que frecuento, pero como ya lo expresé, a los que son auténticos.
Creo que los poetas de vez en vez deben despojarse de la vestimenta rígida de la solemnidad para dar paso a la dispersión, a la disipación, de tal forma que en algunos casos sus propuestas acaben siendo como las “Jitanjáforas” de Alfonso Reyes, quien decía que “No dicen y no significan, se dirigen al oído que palpita con los tambores y se sublima con los violines”.
Finalmente, para mí la poesía ha sido una experiencia de vida más como lector que como creador, pues me ha permitido valorar los trabajos de los otros y a partir de ellos reconocer mis alcances y, además, tratar a una gran cantidad de personas inteligentes, sensibles y generosas; con muchas de las cuales actualmente conservo su amistad.
5.- ¿Cómo recuerda los años de Tertulia? ¿Qué experiencias entrañables atesora de estos tiempos?
Nuestro movimiento fue como una eclosión jubilosa, una conjugación de experiencias diversas y una puesta en común de las creencias y convicciones de quienes iniciábamos ese proyecto, con un solo propósito: crear, recrear y difundir el gusto por la literatura, sin desatender la oportunidad de vincularnos con otras manifestaciones del arte.
Tertulia tuvo sus inicios cuando el Dr. Juan José Araiza Arvizu (médico, poeta, intelectual), con quien yo guardaba una estrecha relación de amistad y de trabajo en una institución de Educación Superior, convocó a un grupo de escritores a reunirse un viernes por la noche del año 1989 en la cafetería “El Truco 7”, para hablar de literatura. Fue ahí que, en tanto que hablábamos de novelas, poemas, autores, etc., comenzamos a definir nuestros propósitos: Formar un círculo de lectura y crítica de textos literarios. Conformar una agenda con escritores mexicanos y extranjeros. Impartir talleres de literatura con el apoyo de poetas y narradores. Organizar presentaciones de libros y revistas, veladas literarias y Editar un medio de información de las actividades del grupo: la revista Tertulia, Letras e imágenes.
Después de ese año venturoso pasamos a ocupar un espacio en “La Escuela Libre de Arte” que se ubicaba en San Roque. Allá se trasladó el grupo y se diseñó la primera revista, con el Dr. Araiza Arvizu en la Coordinación, Manuel Apodaca y su servidor (Director y Codirector), Diseño: Amaranta Caballero Prado y Antonio Sandoval Valle, Redacción: Hugo Vázquez Rivas y Max Santoyo, Artes plásticas: Ramsés A. Gaona y Octavio Valdez Villar, Fotografía, Martha Randall; y se empezaron a impartir Talleres de ensayo, cuento y creación poética con el apoyo de Benjamín Valdivia, Pedro Vázquez Nieto, Jorge Olmos, Ramírez Palomares, José Báez y otros.
Para los números posteriores ya habíamos hecho contacto con un buen número de escritores nacionales y extranjeros, con quienes iniciamos una estrecha correspondencia epistolar e intercambio de obras para ser publicadas tanto en Tertulia como en revistas de España, Inglaterra, Argentina, Israel, Canadá, Cuba, Francia, Argentina, etc. Varios de sus textos fueron publicados en Tertulia, lo mismo que otros tantos de miembros de nuestro proyecto se publicaron en sus revistas.
6.- ¿Cuáles son los poetas históricos que más han influido en su formación lectora y escritural?
En mi etapa inicial como lector caí en las redes de Gustavo Adolfo Bécquer. Supongo que esto obedecía a la etapa en la que los jóvenes como yo nos flagelábamos por el abandono o la muerte de una mujer a la que Bécquer le cantaba en sus Rimas. Casi enseguida tomé por asalto el Romancero gitano de Federico García Lorca. Esta obra irrumpió en mi con una sonoridad rítmica apabullante. Leí casi todo lo que estaba relacionado con él, su afición por la música y las corridas de toros, su pasión por el teatro, y su relación con los surrealistas Dalí y Buñuel. Leí luego “Un poeta en Nueva york” y comprendí que eso que llamaban estilo no necesariamente debía ser un traje a la medida con el que el poeta se tenía que vestir siempre.
Por Lorca llegué a la obra de otros escritores de la “Generación del 27” y me atrajo, casi con la misma fuerza, la poesía de Vicente Aleixandre y Miguel Hernández. De éste último, su “Elegía”:
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
El amor, el desamor, el dolor, la melancolía y la muerte, eran temas que irremediablemente me atrapaban.
Ahora entiendo que son múltiples y variadas las formas de acceder a la poesía. En mi caso, uno de los caminos, fue a través de la música, la novela y el cuento. A continuación, lo explico de manera sucinta:
Tuve la fortuna de vivir el momento histórico en el que estaba llegando a su fin el adormilamiento prolongado de las generaciones que me antecedieron. Se empezaron a presentar una serie de acontecimientos sociales como la Revolución Cubana, la liberación femenina, el Movimiento estudiantil del 68, entre otros. Todo esto se manifestó a través de diversas manifestaciones del arte, de las cuales sólo me referiré a la música.
Por ejemplo, una gran parte del repertorio de Mercedes Sosa, Los Chalchaleros, Óscar Chávez, Facundo Cabral, Nacha Guevara, Alberto Cortez, etc., eran poemas musicalizados que despertaban la conciencia de un sinfín de jóvenes.
Por algunas de estas canciones me acerqué a Pablo Neruda, Nicanor Parra, Juan Gelman, Onettti, Oliverio Girondo, etc.
En el caso de la narrativa como un recurso para llegar a la poesía, puedo señalar “La Tregua” de Mario Benedetti. Su demoledora novela me atrapó total y rotundamente. Aunque entonces yo no era un hombre mayor, me puse en los zapatos de Martín Santomé y le compré enterita la historia de su amor sin destino por la jovencita Laura Avellaneda. Enseguida continué con “Primavera con una esquina rota” y de ahí brinqué a sus Inventarios I y II.
Podría seguir divagando en torno a los poetas que he leído, mas sería tan disperso que podría correr el riesgo de parecer poco serio; de tal manera que solo agregaré que me interesa tanto la picardía mexicana, como la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, o la poesía del colombiano Juan Gustavo Cobo Borda, particularmente “Todos los poetas son santos”, que uno de mis poetas favoritos es Jaime Sabines, pero igual me atrae Roberto Bolaño, tanto por su narrativa como por su poesía. Y que Bertold Brech, Vicente Huidobro, Walt Whitman, etc. son algunos de los autores que pienso que de alguna manera están presentes cuando escribo.