Concepción Sámano es una poeta guanajuatense nacida en Jaral del Progreso en 1971. Estudió la licenciatura en Filosofía en la Universidad de Guanajuato. Ha sido becaria del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato en dos ocasiones (1999 y 2002). Poemas suyos han aparecido en publicaciones periódicas tales como El Correo de Guanajuato, Alforja, Tierra adentro, Ostraco y Ventana interior. Ha participado asimismo en el II Encuentro Nacional de Escritores José Revueltas y en el IX Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes. Ha fungido además como promotora cultural tanto en el ámbito institucional como de manera independiente y coordinado talleres de lectoescritura. Recientemente sus intereses y ocupaciones incluyen también los de tema ecológico y de sustentabilidad. En esta ocasión, daremos cuenta de un recorrido por la trayectoria de esta poeta, vista ahora como una de las mujeres escritoras más constantes en el quehacer escritural del panorama estatal.
Los días de luz amarilla
Los días de la luz amarilla (Del manantial, 2002) es una compilación de poemas escritos entre 1992 y 1998. Al apadrinar la edición, el poeta y crítico Benjamín Valdivia dijo en su prólogo que en las páginas del poemario aparecen opacidades al día, blancura vestida de sombras a partir de las cuales “se construye la forma, detenida, reticente, fragmentaria, con la que se alcanzan a decir trozos de los mundos percibidos, o mejor dicho: entrevistos.” De escritura breve, de levedades fugaces, en este trabajo se advierten frágiles melancolías que pertenecen a la misma luz, como las motas de polvo cuando la luminosidad es de este mundo. Continuando con las palabras de Valdivia, en sus páginas “se persigue ese furor de peligro”, se entrelazan “hebras que andaban sueltas por la vida”. Sámano dice haberse sentido muy contenta con esta publicación, pero a la vez temerosa. Temerosa no de su posible recepción. Sino de que las palabras, “lo agolpado de las emociones y la distancia entre éstas y los nombres” no hayan bastado a la complejidad de las ideas, a lo mucho cuanto ella tenía que decir y a lo difícil que era entonces hacerlo.
Se percibe en los poemas cierta desazón trasmitida junto a otras sensaciones que dan igual cuenta de experiencias humanas fincadas en la interrogación y la búsqueda interior. Su ahondamiento iniciático quizá prefigure la oscuridad vertida medularmente en sus dos próximos poemarios:
Al respecto es interesante anotar lo que Sámano ha respondido a la pegunta de ¿para ti qué significa la poesía, qué significa ser poeta?:
CALENDARIO
Último día
el amor zarpa.
Para mí, la poesía es un lenguaje sagrado, un material divino con el qué tender un puente hacia lo real. La descubrí en medio de mi soledad y brilló como un sol en la tiniebla cuando no encontraba sentido al mundo. Por ella aprendí a encontrar y explorar la profundidad en que se pueden dar las relaciones entre el mundo externo e interno, y el surgimiento de una tercera instancia que nace de la conciliación entre ambos. La poesía le dio sentido a la experiencia del dolor, a la búsqueda del conocimiento; me permitió entender la trascendencia y profundidad de la condición humana y las formas en que los hombres la construyen, me permite entrar en contacto con lo más remoto y oscuro de mí misma y conciliarlo, me lleva por la senda del reconocimiento hasta encontrar lo más luminoso y divino que puebla a cada ser humano.
La oscuridad del origen
Enmarcado en una poética posmoderna, que en su plasticidad se permite las licencias y los quebrantos que va dictando el pulso personal, el poemario La oscuridad del origen (Ayuntamiento de Guanajuato / Colegio de Arquitectos Guanajuatenses, 2009) está signado por un hecho fundamental: nuestros orígenes vitales provienen de la oscuridad, sin la cual la luz no habría tenido sobre qué erigirse; el mal estuvo presente en la creación del universo y ha acompañado al hombre desde siempre –fuerza elemental, de fascinante poder– en su vida. Así, el dolor y el odio pesan sobre aquella mitad del corazón sobre la que comúnmente no queremos reparar. Sus sustancias se relacionan íntimamente con la nuestra. Cito: “Desde el principio la luz / ha herido los ojos de los hombres.” Es ésta la idea central que recorre todos los poemas del primer apartado de este libro, “Del universo y la violencia”.
CERTEZA PRIMERA
Duele la libertad:
es una herida.
Pero, aún así, tenemos el amor. El amor que, como diría la filósofa Simone Weil, “es luz”. Sin embargo, esta luz del amor, es una luz frágil, pues es una luz humana. Este tema, el del amor como esperanza que hace más habitable el mundo, es capital en el segundo apartado del libro, “El mundo, el amor”, en el que la poeta discurre sobre el aspecto humano del amor y las relaciones que éste suscita entre nosotros y las cosas del mundo.
SIN TÍTULO
Tomar las cosas
por el lado más frágil:
riesgo del amor.
En el tercer apartado, “Diálogo interno”, se prolonga este vuelco de la interioridad de la poeta sobre el blanco del papel, dejando así una huella que pretende ser –y lo es– el testimonio de su paso por este lugar lleno de aristas, al que llamamos vida. Constituye una mixtura de percepciones e idealizaciones estéticas sobre el dolor y el acontecer de nuestro, a pesar de todo, gozoso paso por el mundo. Su quehacer poético va alumbrando y venciendo –a veces más– las tinieblas. La conciencia de ser y de pertenecer a este tejido de correspondencias, a este orden antiguo, parece ser el hilo conductor que nos va llevando por los poemas.
NARCISO
Sólo hay el precipicio
para el que se echa a correr
cuando descubre en el estanque
el reflejo
de sí mismo.
Pero este ser se incluye dentro de un paisaje, del cual se desencaja por naturaleza. Por ello, el cuarto apartado versa sobre la necesidad de “La contemplación” extática que a todos en algunos momentos solemnes nos embarga. En este sentido, el paisaje es, en la poética del libro, el escenario que testifica la exploración que hacemos de la suprema totalidad. La contemplación permite la creación poética y, en este sentido, la trascendencia. No importa si esta contemplación de la inmensidad deviene en honda consternación y lágrimas.
VISIÓN DEL LAGO
La vida
instrumentos para verla
prolongarla o destruirla.
Se corta como flores
se rompe como espejo
superficie de estanque
herida por la piedra
de alguien que a la orilla
lanza una pregunta.
Finalmente, no importa el percance sufrido. Porque después de todo se ha ganado a la fatalidad: la poesía nos da una oportunidad para sobrevivir a la muerte:
VIVIRÁS
No deplores haber sufrido.
El dolor que te mata
arrancará de tu muerte
flores.
Melusina o el perenne aroma de claveles
Publicado junto al poemario anterior, en la misma edición (es un libro doble), los poemas de este trabajo –que debe su nombre a la heroína trágica de la leyenda medieval, tienen mayor aliento con respecto a los del poemario anterior, que son particularmente breves. En los poemas de Melusina… se hace gala de más recursos plásticos que mezclan sensualidad y erotismo con desgarramiento y arrebato emocional, dando como resultado poemas más abstractos y de una voz más pasional. Son sobre el desamor, la desazón del alma y la insatisfacción: “El hartazgo es una bala que no mata”; y también sobre el sufrimiento que causa el vivir entre la pesadilla, el daño y la soledad.
Guillermo Samperio comenta en el prólogo de este libro que se trata de un trabajo fino. Y lo es. Combinando en ello la experiencia interna y la fantástica con la hábil construcción y estilización: un tipo de poesía expresionista cultivada por mujeres muy en boga en los últimos lustros en América latina.
DE LA IRA A LA VERGÜENZA
Palpita una franja roja
en el borde de la noche
hasta atravesar los labios.
El pensamiento se desboca
instintiva cabalgata
como las bestias, no entiendes
de canciones de amor
o hazañas sobre el tiempo
te persigue una sombra agazapada
temerosa,
interna e imparable,
del sonido metálico de las palabras
que en su flujo desgarran la cópula
de las flores con el viento
furiosas en su carrera.
Interrumpe la orgía
un grito de otro mundo
o de tormenta,
cierran su brazo las flores
el agua se desplaza
Humedece la cantera
como el tiempo, el agua abre su ruta
se precipita la roja franja de luz
por una grieta
y el corazón
es un río hirviente
sobre la cara.
El cuerpo que me lleva
El cuerpo que me lleva (La Rana 2013) es un poemario que alude a esa otra orilla del ser, a esa dimensión espiritual que se ancla en la materia humana y que a veces se nos revela en las aguas oscuras del sueño y en el torrente de imágenes y ritmos de la poesía: el cuerpo que nos lleva contiene en sí un germen del misterio de aquello que no puede ser apuntado verbalmente sino mediante el metalenguaje y el mito. Con estos elementos, Sámano continúa el quehacer poético de trabajos suyos anteriores en los que elabora una suerte de cosmología personal. En esta obra particularmente, la autora da testimonio de un mundo nacido adentro de las palabras en el que no se puede separar el dolor del entendimiento de las cosas, a cuyos paisajes acude siempre la sombra como una pisada y donde la lívida luz baña sólo la superficie de los objetos y los seres, dejando turbada la conciencia con el drama del amor. Mundo al que la poeta ha prestado su voz como una necesidad elemental, y que se abre justo adentro de las páginas del libro. Este poemario anuncia la ascensión y la verticalidad que busca el resplandor de la divinidad escondida entre las cosas.
En este sentido, se evidencia que la iluminación humana no se logra, pues, como bien decía C. G. Jung, “fantaseando seres de luz sino haciendo consciente la propia oscuridad”. ¿No entendemos alguna vez, aun sin darnos cuenta, que al igual que una parte nuestra tiende al milagro y la creación del mundo (a la divinidad), otra al mismo tiempo nos liga instintivamente a la animalidad y al deseo de lo inorgánico? La iluminación humana pues, en el drama irremediable de la vida, no sería tanto la ascesis especular de la renunciación al mundo y sus presencias, sino más bien la afirmación segura de una idea de su condición profunda más acorde a lo real, en aras del equilibro armónico de los contrarios que en y con nosotros se tensan.
El ser que se desgaja de esta conjunción de misterios policrómánticos que es la vida y sus implicaciones languidece y muere en soledad, como el pétalo que se separa de la flor. Y sólo tenemos el presente para aprehender un atisbo de ese esplendor; para entrever esa luz de las divinidades vertidas que nos llama desde todos los tiempos: “Sólo hay el presente para poner en él la intensión; cualquiera otra noción del tiempo en que trascurra la existencia es producto del viciado entendimiento del miedoso, del mezquino que no vive, del perverso.”
El invierno en la ventana
En este poemario (La Rana, 2022), apenas recién publicado, Sámano revisita los antiguos misterios de la angustia y el dolor, usando de motivo el paisaje invernal desde la ventana –introspectiva reflexión– para discurrir, en la madurez de su estilo, sobre la gravedad de las cosas: la tiranía del espejo, la barbarie del mundo, la zozobra, la raigambre de oscuridad humana, lo sin remedio. Su escritura hace regresar esas primitivas imágenes cósmicas que transitan a veces como en sueños y que sólo el ojo de la intuición dota de sentido y salva del caos. El cuerpo recupera entonces su memoria, se reconcilia con la tierra, y a través de la herida fundacional del parto, redime la sombra y la transfigura en anhelo y esperanza. Resinificando así el llanto vivido y volviendo la obra un testimonio de amor para el hijo llegado, a quien el mundo se ofrece ahora como un don. Con honduras, sí, pero también traspasado de sus propios haces luminosos.
Los dejamos con un poema de este libro, dedicado a Jaral del Progreso.
EL PUEBLO
Un pueblo pequeño de amores y cerros grandes
echa raíces a la vera de caminos
y acequias que desnudan troncos añosos
de ríos que han dejado de crecer
como niños que lloran ya sin lágrimas
pese a la agitación de los sauces.
Afluente de obsidiana
el cielo abre un cauce a las parvadas
tordos que traen la lejanía del norte
hasta el valle y las parcelas
fértiles como madres felices
colinas extasiadas de amor
cuerpos azules de suspiros sin fin
borleados de oro en el ocaso
por un abrazo tropical
como memorias de un agotado mar
invisible
que cubre con su vaho
los augurios de la hondonada
sumergidos en las pasmosas aguas del extravío.
Los hombres en la orilla
bajo la sombra del mezquite
comen tunas y asan elotes
hablan de bodas y nacimientos
de los hijos que se van y los nietos que vienen
de la pobreza que nunca se separa de sus vidas
perra fiel de flacos huesos.
Del otro lado vienen los recuerdos
siempre destellando por el brillo del sol
con la intensidad de un amor primero
añoranza imborrable, recalcitrante
en la entraña, el gusto, la piel, en la mirada
en el reclamo de la incandescencia
de calmar la sed por soledad
por dejadez
y caminatas nocturnas con sobresaltos
de lunas peregrinas y constelaciones sin fin.
Yo caminaba entre sus calles ataviada
con la vida en mis mejillas
y la lluvia cubrió mi cuerpo en el verano
semillas de tristeza y abandono en mi parcela
crecieron
sin conocimientos de jardinería
vi cómo la zarza invadía el vergel
donde abundara la soledad
y el crecimiento dolía.
Pero me entretuve aprendiendo
los puntos cardinales
la aparición sucesiva de las estrellas
el paso de la luna
la posición del sol
la alternancia de las estaciones.
Memoricé la voz del manantial
el gutural destino de su llamado
el persistente
cuenco de magia, eco de la memoria
grial, espejo corriendo tras sí
que desde el sol cae como si fuera amor
dicha que desde siempre fuera
y para siempre
una burbuja brillante sin movimiento
absoluta en su esfericidad
preciosa en la incuestionable transparencia
de su armonía sin defectos
de su influjo de cristal sobre la tierra
enfatizando el brillo de los días
embelleciendo la sensación de vida
la estancia en el cuerpo
que palpó la caricia del aire
como un manto sobre el alma desolada
que se habría de marchar
llevando en el puño la totalidad del tiempo
atrapada en la visión.