Con la idea de honrar al poeta guanajuatense Eugenio Mancera, importante influencia de varias generaciones de jóvenes estudiantes de letras, esta redacción solicitó a la Dra. Yolanda Sánchez Alvarado, profesora del Departamento de Letras Hispánicas de la Universidad de Guanajuato, el texto de esta ponencia, fruto del cariño y la admiración para el poeta, texto que se presentó originalmente como ponencia en el Homenaje al Dr. Eugenio Mancera Rodríguez “II Mar del deseo”, en el marco del XII Coloquio Nacional de Lengua y Literatura “Efraín Huerta”, el lunes 18 de septiembre de 2017 en el auditorio Ma. Elena Morales del Depto. de Lenguas de la Universidad de Guanajuato. Agradecemos enormemente la amabilidad de la Dra. Sánchez Alvarado para permitirnos reproducir su ponencia, buscando que se continúe el diálogo (y por supuesto su lectura) con la obra del destacado celayense.
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La idea de visitar la obra poética completa de Eugenio Mancera nace ante todo de un afecto y una admiración que cómo lectores podemos celebrar. Luego, porque pensamos en la dimensión y valores poéticos de su escritura, es aquí donde comienzan a nacer nuestras cuestiones frente a ello.
Francisco Javier Martínez Mata, 2016.
UNO. El poemario. Bajo el subtítulo de •Recuento de poesía•, Saudade[1] se publica en el primer año del nuevo siglo y del nuevo milenio con la intención de ser “unarecuperación de textos significativos para conocimiento y la conformación de la de la obra del autor. […], un recuento necesario para unir puntos de su trayectoria”[2]. Lanza la mirada al pretérito escritural de dos décadas atrás para traer una selección en cuatro partes: “Olas y pelícanos” de 1980, “El cuerpo a la luz” de 1989, “De razón de amor” de 1990 y “El deseo y el mar” de 1991.
En junio del 2009, Mancera firmó el ejemplar de Saudade propiedad del poeta Aleqs Garrigóz[3] con la nota:
Con dedicación
Para Alejandro Garrigós
Este testamento poético de mi vida.
Colijamos, pues, la publicación de Saudade fue para Mancera, en su primera edición y luego en 2009, un testamento poético de su vida, para (esta es una suposición) dejar constancia de un primer estadio poético, el de una estética de primera juventud. A la que seguirían otros poemarios: La memoria del deseo (2003), Sol de los olivos (2005), Las uvas y el mar (2013); y el cuentario La agonía de la primavera (2008).[4]
DOS. Saudade. La RAE suscribe en el diccionario usual: “del port. saudade. 1. f. soledad, nostalgia, añoranza”[5]. El vocablo en el uso cotidiano se explica como uno de esos préstamos interlingüísticos que difícilmente encuentran en otros idiomas un término par. En la lengua de Castilla permanece en el idioma original y se traduce, entre otros usos, como ‘sentir nostalgia, deseo o añoranza por algo que no se tiene’. Elegimos está traducción. En el territorio poético, la palabra saudade desborda las disertaciones semánticas para ser en sí misma una metáfora que dice del sentir por lo que no está más o lo que no está presente. Sin más, el título manceriano descubre su intención, es una congregación de los versos de dos décadas idas, es decir, una saudade escritural; y una saudade de afectos donde el yo-poeta anuncia: éstos son los versos que fueron presente, hoy regreso a ellos para volver a sentir lo que ya no es, lo que ya no está.
Este lunes, a un par de lustros de su primera edición, estamos en esa fotografía.
Luego, el vocablo atraviesa el poemario, recuento y estética de añoranza, donde el casi sinónimo nostalgia transmuta, de poema en poema, con vestiduras distintas para nombrar disímiles intersticios de los adentros de lo humano y del afuera del mundo. Despliega, pues, un itinerario poético que nombra y refiere distintos rostros de la nostalgia que el yo-poeta manceriano fue encontrando entre el cuerpo, la mujer, el amor, el mar y la muerte; y ahora despliega en los versos, o eso es lo que esta lectura apuesta.
En “Olas y pelícanos”, dice de una nostalgia de mujer, de vida ocurriendo y de mar, que redondea en una definición para ese instante preciso:
La nostalgia es ese instante de espuma y de caída
vuelo de círculos en forma del tiempo
del instante a la brisa de las alas
mar de la noche que se desprende de la luz y de la escama
mar que consume su propia furia de hambre y de pelícanos[6]
Otra es la nostalgia, de amor y de muerte en “Las espigas maduras” cuando conversa con el padre fallecido y puebla ‘ese sentir añoranza por lo que ya no se tiene’ con las instantáneas de la vida ocurriendo, aquí la nostalgia es hecho:
Tu muerte delicada me trae esta soledad,
estos años de herida y de nostalgia.
Desde entonces,
desde la última mirada de tus ojos,
los vientos giran incesantemente
y rompen la claridad de las diminutas flores.
Desde entonces caen los jazmines
y la bruma marina ciega el verde
de las abandonadas costas.
La vida ya no recomienza;
[…].[7]
En “Los poemas del amor” es la estela de una nostalgia por el deseo y el amor que se escabulleron con el tiempo, donde no pronuncia la palabra nostalgia y en cambio desmadeja la escena:
Tu imagen de otro tiempo,
de otros días u otras tardes,
sobrevive y tiene aliento;
quizás tenga el aire o la vigilia
de esas noches perdidas.
Es la imagen tuya, la distante,
que me reservo y guardo
para mi amor de siempre.
Ahora, tu cuerpo y el mío,
después de años y distancias,
tiene un río de muerte
en los ojos despoblados
y frutos macerados y antiguos
en los besados vientres.[8]
En semejanza, los versos “De mi boca en tu boca comienza el asombro”, también permuta la palabra por la escena que se construye con la nostalgia:
Tu amor ya es memoria y acto consumido;
es una pena muy triste, un abandono;
que no ocultan mis doloridos miembros.
En lo más triste de la soledad,
ellos requieren de tu entusiasmo, de tu cuerpo,
de la propia pena que lo acongoja,
porque no está mi propio cuerpo fugitivo.[9]
El itinerario poético manceriano de la añoranza marca una última estancia con la nostalgia por el mar, la mujer, el deseo y la muerte en el tetráptico de “El deseo y el mar”. Un pretérito sin vuelta atrás que solo queda recordar cuando el yo-poeta sentencia en el primer verso de “Mar de la sombra”: Amábamos la noche como presagio de la vida[10]. Mientras en “Mar del deseo” hace de las instantáneas de los lechos de memoria y nostalgia un presente que se reinicia una y otra vez en la memoria. En “Evocación del mar” y en “Mar de la muerte”, los títulos son indicio suficiente para entender de que va la añoranza.
TRES. Atisbos de la estética manceriana. Tomaremos el término estética aquí en el sentido de la ‘reflexión acerca del arte’, en su acepción más sencilla: ‘teoría de la sensibilidad’. En tanto, entendemos como estética manceriana, las coordenadas de una sensibilidad artística que caracterizan la poesía de Eugenio Mancera. Saudade es la palabra-metáfora que atraviesa el poemario de título homónimo, y, como hemos observado, se concatena a una atmósfera marina y sensual de temas recurrentes como la mujer, el amor, el deseo y el mar; los cuales en una panorámica de su obra reunida son elección y devenir de una escritura poética que suma más de tres de décadas. En la entrevista que Brenda Azuzena Ramírez García y Luis Horacio Hernández Treviño realizaron en diciembre del 2016 al poeta celayense para el proyecto inédito de la revista Golondrina, el poeta relata en respuesta a la pregunta: ¿A qué edad compone su primer poema?
-M: Desde que estaba en primaria. Empecé a hacer unos poemas en secundaria, pero realmente cuando defino mi profesión como literato fue en la preparatoria, recién había muerto Pablo Neruda, que a mí me había gustado mucho cuando un profesor de secundaria me regaló un libro de él, me dijo: “Léelo, es un buen poeta.” Yo solamente conocía a los modernistas como González Martínez, pero cuando leí a Neruda me parecía que era una poesía muy vital, muy dinámica, muy marina, y fue por eso también que me interesé en la literatura. Entonces llegó también por la vía de Neruda, a adquirir un gusto especial, sobre todo por la poesía.[11]
Rearmando la cronología de su obra, Mancera oficia como poeta un par de años más de los dedicados a la docencia universitaria. También en esa entrevista de Ramírez y Hernández, preguntaban al poeta sobre ¿qué es para usted el cuerpo en la poesía? La respuesta, traza una noción de las elecciones y devenir de su escritura poética, y avista un horizonte de lectura desde los ojos del poeta, que agrega al poemario y la particularidad poética que nos ocupan,
-M: Yo siempre he pensado que la poesía debe de tener una consistencia, un arraigo, una terrenalidad, una corporalidad, y es así el punto de partida para pensar en una posible teoría del cuerpo humano, del cuerpo vital, con todas sus capacidades y todas sus posibilidades. Entonces pues yo, partiendo de este supuesto de que la corporalidad es necesaria, fui desarrollándolo en varios aspectos hasta llegar a esta teoría y lo he ubicado en diversas estancias, en diversas condiciones y circunstancias estéticas.
Es esta búsqueda en medio de la poesía, de la capacidad expresiva, afectiva, motivacional, la parte humana; yo lo considero esencial en la vida. Lo que nos identifica es nuestro cuerpo, nuestra imagen. Y es lo que nos identifica en todos los aspectos, afectivamente, laboralmente, en fin, y yo partiendo de eso he centrado casi toda la obra en esta figura, que es la figura del placer, del afecto, la figura de la imagen, entonces yo no concibo la poesía sin raíces, sin arraigar, sin ser consistente, sin ser tangible.[12]
Entre estas recurrencias temáticas e intenciones que el propio poeta explica, el mar es el hilo invisible que la teje; es el espacio poético, sea literal o metafórico, donde ocurre el amor, la muerte, el deseo, lo sensual. Perla Ortega Guevara en el artículo inédito “El paisaje marítimo en Las Uvas y el Mar de Eugenio Mancera Rodríguez: el ″Locus Amoenus″ y los conceptos de vida, amor y muerte” (2016), descubrió que
En los poemas publicados en Casa en Interiores: poetas jóvenes de Guanajuato (1989), Mar-Vida y Vientos, Mancera retoma esta metáfora del mar como la vida humana, específicamente en los siguientes versos de Mar-Vida:
El mar sube hasta el verde la costa y la muerde
el mar viaja a profundidades distantes y reaparece
el mar no cesa su faena de volcaduras repetidas
el mar se agita y se sacude millones de peces aleteantes
el mar-vida late siempre en su dimensión infinita (1)
Benjamín Valdivia dice al respecto en su Camino del Fuego: ensayos de poesía guanajuatense (1991):
En Vientos, Eugenio Mancera retoma, renueva y modifica aquella inicial prosa que con el mismo título abrió la década de los ochenta. Igual que entonces se arrebuja su lacónico elementario para dar fe del movimiento y de una tradición traída a contrapelo con sus alusiones seculares: los ríos van a la mar y Manrique, en el siglo XV, los propuso como símil metafórico de nuestras vidas. Como ya Manrique los colocó en el mar de la muerte, ahora Mancera los revivifica y es el mar de la vida. La tradición muerta se vuelve al mar de la vida. (2) [13]
Según Valdivia, Mancera recobró una parte de la tradición manriqueña para conformar este concepto del mar como la vida. En Las Uvas y el Mar, retoma este concepto, pero lo sitúa más atrás de la poesía manriqueña: en la tradición del amor cortés medieval, específicamente con el Roman de Tristán e Isolda. No sólo la figura del mar, sino el paisaje marítimo en general: la barca, las olas, la bruma, la brisa, la espuma, el viento, forman un trasfondo crucial a lo largo de toda la obra, pues son elementos recurrentes del poeta para representar la situación de los amantes.[14]
Aunque otras fueron las intenciones tanto de la revista inédita de Ramírez y Hernández como del artículo de Ortega, y la cita de Benjamín Valdivia, quien —anota Ortega— ha escrito prólogos y ensayos a propósito de la obra manceriana, información que el propio poeta confirma en la entrevista a Golondrina[15]
-E: Dentro de su vida hay una figura importante también, es prologador de muchos de sus libros, hablo de Benjamín Valdivia, ¿cuál ha sido su relación con este autor?
-M: Sí, bueno con Benjamín, siendo estudiantes todavía de letras, publicábamos una revista, se llamaba Granuja y pues hubo cierta vinculación con él, pero a raíz de eso la cercanía con él ha sido muy estrecha. No somos amigos de diario, pero cuando tenemos necesidad el uno del otro nos comunicamos, o él me invita a dar un curso; en varias ocasiones lo hizo, en varios lugares, y por otro lado yo le he pedido que me haga los prólogos de mis trabajos, por el interés que ha mostrado en mi obra, además de que me ha incluido en varios de sus trabajos en la Historia de la literatura Guanajuatense, y en otros trabajos en los que también me ha tomado en cuenta, y bueno, es una persona que le gusta también hacer este tipo de trabajo.
Compartimos estas referencias, primero para engarzar el poemario Saudade al continente de la obra reunida manceriana; segundo, para conocer otras aproximaciones a su poética; y por último, no menos importante, aprovechar la oportunidad de citar las meditaciones del poeta en sus propias palabras.
CUATRO. Eugenio Mancera en la república de las letras mexicanas. La historia de la literatura mexicana reciente nos muestra que la última generación de escritores nombrada es La generación de la onda, de José Agustín, pero también la que se dedicó desde la nominación a contradecir serlo. En la década de los noventas, la generación del Crack fue la última en autonombrarse. La solución editorial desde 1970 ha sido nombrar a las generaciones por el año de nacimiento, y ‘arbitrariamente’ congregar poetas, narradores y dramaturgos, incluso cineastas, artistas plásticos y músicos en el genérico: la generación de los nacidos en los cincuenta, sesenta, etc., hasta llegar a los noventas, pues los noveles escritores nacidos en los albores 2000 ya están en las bitácoras virtuales, revistas de autogestión y los encuentros nacionales, valga citar y celebrar el Efrén Hernández. Esta información es tan reciente que aún no está en ningún libro. Eugenio Mancera Rodríguez, pues, pertenece a la generación de los poetas mexicanos nacidos en los cincuentas.
Para escribir este apartado descubrí una publicación de 2013, Con-versatorias, entrevistas a poetas mexicanos nacidos en los cincuenta de Ricardo Venegas (1973) poeta y ensayista mexicano. El libro es, explica la reseña, un vasto proyecto de más de 500 páginas donde treinta y un poetas nacidos en la década de los años cincuenta son entrevistados por una veintena de autores cuyos años de nacimiento van de 1960 a 1983. El descubrimiento me permitió conocer una lista de los contemporáneos nacionales de Mancera, y ciertas coordenadas biográficas en común y de elecciones poéticas.
De los 31 entrevistados acaso reconozco el nombre de diez, y habré leído a cinco, quizá. Ahora comparto los nombres: Efraín Bartolomé, Eduardo Hurtado, Maricruz Patiño, Alberto Blanco, Mario Calderón, Víctor Manuel Cárdenas, Eduardo Casar, Adolfo Castañon, Luis Cortes Bargalló, Eduardo Langagne, Pura López Colomé, Ramón Bolívar, Josu Landa, Ricardo Castillo, Vicente Quirarte, Enrique López Aguilar, Fabio Morábito, Verónica Volkow, Aglae Margali, Javier Sicilia, Francisco Torres Córdova, Arnulfo Vigil, Jorge Esquinca, Víctor Toledo, Juan Domingo Argüelles, José Ángel Leyva, Víctor Hugo Piña Williams, Francisco Segovia, Tedi López Mills, José Javier Villarreal, Lina Zerón.
Sobre las coordenadas biográficas y poéticas, Mancera ciertamente coincide con estos sus coterráneos de barco-poético: además del año de nacimiento, son una generación que ha sido revisada, quizá leída, pero no desde la aproximación crítica, desde los años ochenta. Respecto a Mancera, explica Francisco Javier Martínez Mata en “Notas sobre la obra reunida de Eugenio Mancera” (manuscrito inédito, 2016)
Fuera de los ensayos y las breves notas redactadas por Benjamín Valdivia y una suerte de bosquejos emitidos por un jurado, la crítica literaria se ha callado los asombros que el artificio erótico, humano, tangiblemente posible a toda carne de la materia poética de Eugenio Mancera propone, enciende con un hambre y una obsesión, con el amor cómo eje infinito y principio fundamental para la pervivencia ante la muerte. Esta dedicación constante –a veces inconstante– al quehacer poético de más de veinte años le han permitido pensar el poeta en un lenguaje que ya es suyo, con una algarabía medieval de diálogos interiores, en fin, un universo poético dotado de sensibilidad. Pensemos entonces en la atmósfera poética por una parte, y desde ese ángulo ver a través de la generación en que escribió el autor anhelando la precisa visión poética de autores afines no solo geográficamente, sino como un conjunto que se planteó una serie de problemas y gustos poéticos para partir hacia la construcción de una interioridad poética que los expresa; reflexiones en torno al miedo, a la soledad, a ciertos paisajes, etc. Por otra parte, y una vez resuelta la visión poética, contestar a las necesidades críticas que presenta la obra de Mancera, necesidades que ya hemos señalado. La obra se presta al análisis diverso, a la estética, la degradación del lenguaje erótico, la configuración del paisaje con el amor, el papel fundamental de la muerte, vida plena, verdadera vida, cuerpo donde las palabras dictadas son ya eternas porque son del tiempo, porque fueron en el cuerpo y eso es la vida, la causa del deseo y la memoria, el mediodía de sombra y sed y quietud y furia.[16]
Son ganadores de premios nacionales de poesía, la biografía del poeta da cuenta de esta coincidencia. En su mayoría ejercen como profesores universitarios, de cuya influencia señala Venegas “se han desprendido las tendencias vitales de nuestros días”[17]; yo agregaría que también la primera educación estética de las generaciones de profesores de literatura y aledaños que habitamos hoy las aulas. Sin la intención de “homogeneizar” pues cada autor y obra artística es, sencillamente, única e irrepetible, comparten en ser autores que vinculan mundos clásicos y contemporáneos, además de incorporar el rigor académico, ya que son quizá la primera generación de escritores que en mayor número se formó académicamente. Suman a este perfil, otros, dedicarse al rubro editorial y a la traducción.
Sin duda, Eugenio Mancera es parte de esta generación de poetas y sus coordenadas. En su propio camino, su biografía figura en La Enciclopedia de la Literatura en México, en el Diccionario de escritores mexicanos del siglo XX, editado por la UNAM en el año 2000, y en el Catálogo de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, actualizado en 2011. Entre otras páginas de menor impacto institucional, pero sí global-virtual.
Nos queda, pues, para otras páginas, escribir sobre su generación, sobre sus otros poemarios, porque los minutos de una ponencia no alcanzan para ahondar en más de tres décadas de poesía manceriana, como anota Martínez:
La cuestión de cómo mirar a través de una obra tan accesible a los sentidos, al movimiento casi corporal del lenguaje, se resuelve en la interpretación completa de la obra, en su conjunto y sobre la serie de relaciones tan espléndidas que hilan y atraviesan cómo un rayo incesante en la oscuridad la pacificación y la memoria de toda una vida erguida en esos poemas. Los amantes, la intimidad, las posibilidades y movimientos del lenguaje, vivo siempre, tras una atmósfera cada vez más exasperada y desesperada, ansiosa ya de verse en el afecto más ya del cuerpo “imagen viva del tiempo”.
Obra diversa y plena, obra de acceso ambiguo, de preocupaciones que arrastran a una generación, poemas que proponen una muerte y una vida, una memoria y un desolado sabor de deseo, de olvido, de cuerpos fustigados en el abandono, fragmentados. Es posible advertir todo ésta intensidad lírica, erótica siempre porque el cuerpo en su acto de unión es un diálogo mutuo en que la emoción, “la sangre de la vida” y “la vida misma” se encuentra. Pero ahí donde Eugenio Mancera levanta un escenario de imágenes plausibles, imágenes arrebatadas de la muerte, metáforas cómo suspiros, ahí se mezcla la afectividad, la pregunta a ¿cómo se es la vida en el origen de los cuerpos que se miran, en el secreto mutuo de toda una vida y un deseo?
Emprender una lectura a la poesía de Eugenio Mancera es verse inmerso en las obsesiones del cuerpo, del acto íntimo y sus consecuencias estéticas, las consecuencias de la soledad de ese cuerpo.[18]
EXCURSO. Espero conseguir llegar a esta página sin la premura del recordatorio conocido de ‘quedan cinco minutos’. Estoy en esta mesa por una sorpresa del destino, no estaba yo en el programa inicial, pero dije que sí porque no puedo negarme a una invitación del Efraín Huerta. Hace 10 años fue la última vez que leí en este evento, es hoy una suerte para mí tener la oportunidad de escribir y compartir estas páginas sobre la obra poética del Dr. Mancera, a quien como habitante del planeta aprecio y celebro la suerte de coincidir.
Quiero gradecer a Brenda Azuzena Ramírez García y Luis Horacio Hernández Treviño de la revista inédita Golondrina, a Perla Ortega Guevara y Francisco Javier Martínez estudiantes de nuestra licenciatura, lectores por afición de la poética manceriana, por proporcionarme sus textos inéditos y permitirme citarlos.
BIBLIOGRAFÍA
Garrigós, Alejandro. AleqsGarrigóz, Bitácora Virtual en: https://aleqsgarrigoz.wordpress.com/2017/05/09/firmas-en-libros/
Mancera, Eugenio. Saudade. Guanajuato: Universidad de Guanajuato, 2001.
Hernández Treviño, Luis Horacio y Ramírez García, Brenda Azucena. “Encuentro con un poeta guanajuatense. Eugenio Máncera Rodríguez” en Golondrina. Guanajuato, diciembre 2016. PDF.
Martínez Mata, Francisco Javier. “Notas sobre la obra reunida de Eugenio Mancera”. Guanajuato, manuscrito inédito, 2016.
Ortega Guevara, Perla Guadalupe Berenice. “El paisaje marítimo en Las Uvas y el Mar de Eugenio Mancera Rodríguez: el “Locus Amoenus” y los conceptos de vida, amor y muerte” (Guanajuato: inédito, 2016) PDF.
http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=saudade.
[1] Todas las citas de Eugenio Mancera, Saudade en Guanajuato: Universidad de Guanajuato, 2001.
[2] Mancera, Saudade: Contraportada.
[3] https://aleqsgarrigoz.wordpress.com/2017/05/09/firmas-en-libros/
[4] https://mexicanculturalcentre.com/2016/05/04/programa-de-fomento-a-la-lectura-en-mexico/
[5] http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=saudade.
[6] Mancera, Saudade, 18.
[7] Ibíd., 26.
[8] Mancera, Saudade, 41.
[10] Mancera, Saudade, 61.
[11] Golondrina, inédita, (Guanajuato: PDF, diciembre 2016) 28.
[12] Golondrina, inédita, 32.
[13] Referencias bibliográficas en el artículo de Perla Ortega Guevara:
(1) Varios autores, Casa en Interiores: poetas jóvenes de Guanajuato (Guanajuato: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1989) 69-70.
(2) Valdivia, Benjamín, El camino del fuego: ensayos de poesía guanajuatense (Guanajuato: Gobierno del Estado de Guanajuato, 1991) 213.
[14] Perla Guadalupe Berenice Ortega Guevara, inédito “El paisaje marítimo en Las Uvas y el Mar de Eugenio Mancera Rodríguez: el “Locus Amoenus” y los conceptos de vida, amor y muerte” (Guanajuato: inédito, 2016) PDF.
[15] Golondrina, inédita, 31.
[16] Francisco Javier Martínez Mata, “Notas sobre la obra reunida de Eugenio Mancera” (Guanajuato, manuscrito inédito, 2016).
[17] http://www.laotrarevista.com/2013/09/con-versatorias-poetas-mexicanos-nacidos-en-los-anos-50/
[18] Martínez Mata, Ibíd.