El riel de la memoria. Testimonios sobre la vida ferrocarrilera (La Rana, 2020) es otro de los recientes documentos historiográficos publicados por el Instituto Estatal de la Cultura a través de su departamento editorial, sabiamente dirigido por el Lic. Mauricio Vázquez. Los testimonios fueron compilados por J. Jesús Cervantes, en estrecha colaboración con Amigos del Ferrocarril, Acámbaro, A. C.
El libro abre con una nota editorial escrita con aliento poético, en donde leemos: “La memoria tiene sus propias vías para vivificar el presente, para rescatar del olvido aquellas imágenes que van construyendo los rieles por los que la existencia transita, atravesando zonas agrestes, sorteando los despeñaderos del accidente, para llegar al fin al lugar del anhelo, a los brazos amados, al calor del hogar, a encarar nuestro destino: allí donde el encuentro es de alegría puntual e insoslayable.”
En segundo lugar, el prólogo, que más que eso es un estudio introductorio, a cargo de Enrique Avilés Rodríguez, nos pone en contexto con la historia del ferrocarril en México que data desde antes de 1888, año en que se levantó la primera construcción de la Compañía del Ferrocarril Nacional Mexicano. Gracias a este estudio, ampliamente documentado en artículos, libros, fondos documentales, y apoyado en los hallazgos de otros investigadores, lo que le da un aspecto erudito al trabajo, conocemos datos políticos, geográficos, técnicos e incluso estéticos del desarrollo de la industria ferrocarrilera en este país y su incidencia en la vida colectiva y la cultura.
El cuerpo del texto se compone de tres capítulos: “¡Vámonos! La mujer en los ferrocarriles”, “¡Pa Acámbaro voy en tren¡ Rieleros que vinieron… y nunca se fueron” y ¡El lugar de magueyes! Tierra de rieleros”. El primero se compone de testimonios de dos mujeres ferrocarrileras, lo que nos provee de una perspectiva de género acerca de cómo ellas participaron en el sindicalismo ferrocarrilero mexicano, tema que fue un “tabú para quienes ostentan los liderazgos políticos de esta patria nuestra”, pero que articula el núcleo de significación de la vida de muchas mujeres en tanto les fue fuente de sustento, desarrollo y felicidad: “Claro que extraño el trabajo en el ferrocarril. Sigo enamorada del ferrocarril. ¡Todavía si me dicen le entro!” testificó elocuentemente Silvia Raquel Gómez Martínez. Los siguientes dos capítulos extienden esa remembranza de la vida dedicada al oficio de ferrocarrilero, con todas sus dificultades, dichas y accidentes que dejan el lector el sabor de “la dulzura de lo amargo” del oficio de hombres que llegaron a Acámbaro a trabajar en el ferrocarril y ya nunca pudieron irse.
Todo el libro se ilustra con imágenes de la vida alrededor de los trenes: documentos de identidad, familias, talleres, estaciones, trabajadores, locomotoras, equipos deportivos. Otra de las particularidades del libro es su consignación de poemas dedicados a máquinas que fueron tan emblemáticas para sus trabajadores como “La Fidelita”. Todo esto nos proyecta la visión general de un municipio, el de Acámbaro, en que se dieron la condiciones para que se desarrollara una verdadera cultura ferrocarrilera, que durante años de bonanza fue rasgo importante de identidad de su gente, algunos de ellos que tenían por casa un furgón, o que no tenían más familia que sus compañeros trabajadores ni más amor que el de las enormes maquinarias a las que servían.
Un total de 255 páginas que se leen con la degustación de los recuerdos que se comparten desde el núcleo más radical de vida que mira hacia sus orígenes, hacia su pasado atesorado y revivificado, puesto en un libro de inmejorables materiales físicos, tanto en sus interiores como en sus tapas.