Tras la inesperada muerte del poeta tapatío Ángel Ortuño registrada el 24 de septiembre pasado, han sido innumerables los medios de comunicación que le han dedicado esquelas, homenajes, semblanzas y han publicado notas críticas, comentarios y poemas del autor como forma de recordarlo y llamar la atención hacia su legado. En este medio queremos recordar cuando el poeta estuvo en nuestra ciudad de Guanajuato de julio a septiembre del año 2018 para ser tutor del Seminario para las Letras Guanajuatenses en el rubro de poesía.
Durante su estancia, aprovechó para pasear por la ciudad, reunirse con colegas poetas y participar en un conversatorio sobre cine gore celebrado en la biblioteca de arte Paco Patlán del centro cultural Corazón Parlante, ante un nutrido público.
Durante tres fines de semana, en sesiones grupales e individuales, asesoró once proyectos escriturales para consolidarse como libros que pueda ser atractivos para el mercado editorial de la región. Para ello puso en práctica rutas de trabajo y reformulación de los materiales poéticos inspirados en el Taller de Literatura Potencial (Oulipo), su conocimiento de la retórica grecolatina y su propia concepción del poema como artefacto estético que guarda relaciones con la obra pictórica y musical.
El poeta expresó que no estuvo interesado en ningún momento en convencer a sus seminaristas de practicar tal o cual credo literario, y que le pareció en todo momento formidable poder constatar una variedad de registros y propuestas poéticas atentas a su funcionamiento. Encontró una saludable convergencia de lecturas, tradiciones y formas sintácticas, así como una actitud positiva, conocimiento de los temas de interés de cada uno, “vigor en la intuición”, sentido del humor y una “sana desconfianza” a propósito de la relación tradicional maestro-discípulo (aludiendo a la relación horizontal que llevó con sus tutorados y que describió como una discusión entre colegas y no como un dictado de preceptos.)
El poeta participó asimismo en esta misma ciudad en la 60º Feria del Libro y Festival Cultural Universitario de la UG, donde presentó su libro Gas lacrimógeno y otras cosas que no son poemas, publicado ese mismo año con un tiraje de 500 ejemplares en la colección “Cocodrilos” de la casa de estudios, obra que continúa y amplia el imaginario de trabajos satíricos anteriores. La poeta Amaranta Caballero Prado, quien presentó a Ortuño en la feria, resaltó las ganas de este libro de “burlarse del mundo a conciencia” con su mueca blasfema y recomendó al lector “beber leche para combatir el ardor producido por estos poemas”. Por parte, el autor refirió que la gran mayoría de estos textos son “ocurrencias” publicadas en primeras versiones en las redes sociales y que, tras ser invitado por los editores de la Universidad de Guanajuato a publicar, reunió y reconfiguró. Como por un acto de magia, “pero de Beto el boticario” surgió así este libro. “La maravilla del accidente es que siempre hay una tradición milenaria que lo invoca”, dijo irónicamente al respecto. Luego leyó poemas como “Vigencia de las causas para una nueva revolución”, “Yo soy un hombre pacífico”, “Mención honorífica”, “Todos estamos desnudos ante Dios (Poema metafísico)” y “Hoteles a los que gusta la poesía”. Respecto a la colección “Cocodrilos”, homenaje a Efraín Huerta, celebró que fuera heterogénea y se declaró simpatizante del tono humorístico y “falsamente lapidario” de los “poemínimos” del guanajuatense.
Ortuño aprovechó la feria para asistir a una conferencia sobre horror corporal de Luisa Iglesias Arvide en cuyas concepciones sobre el cine de terror encontró “insospechadas afinidades”; así como para adquirir las Obras completas de Rafael López editadas por la Universidad de Guanajuato, un poeta guanajuatense del siglo XX, poco leído actualmente, a quien recomendó decididamente voltear. Sobre Jorge Ibargüengoitia, de quien se celebró en esta feria el 90º aniversario de su nacimiento, Ortuño afirmó ser un gustoso lector suyo y recuerda habérselo mostrado a su hermano, el novelista Antonio Ortuño, cuando éste tenía unos diez años.
Preguntado por sus afinidades, señaló a Catulo, Quevedo, Luis Carlos López y Nicanor Parra como algunos de sus poetas satíricos favoritos y declaró su gusto por poetas contemporáneos mexicanos como Chepe Sánchez, Eduardo Padilla, Ismael Velázquez Juárez, Xitlali Mendoza, Diana Garza Islas y Luis Eduardo García. En cuanto a sus últimas lecturas dijo estar leyendo El cerebro musical de César Aira, un autor cuya narrativa le interesó mucho y con cuyas ideas sobre el arte contemporáneo comulga.
Los seminaristas preguntados calificaron de óptimo y profesional el desempeño del tutor durante las sesiones. Sergio Martínez, por ejemplo, resaltó su “amplio criterio”, así como su apertura al momento de abordar del hecho poético. Por su parte, Ortuño señaló que se llevaba de sus tutorados imágenes, recursos técnicos y rutinas de composición que piensa asimilar; y que el encuentro con éstos ha enriquecido su propia lectura de la tradición poética.
Gas lacrimógeno y otras cosas que no son poemas fue gratamente recibido por los seguidores del poeta. A él se dedicaron gran cantidad de reseñas y críticas en diversos medios del país, muchas de ellas celebraban el tono festivo, irreverente e insolente del poemario.