La muerte en segunda persona de Bernardo Govea es una investigación que fue presentada como resultado de la Maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Guanajuato, con el apoyo del Programa de Posgrados de Calidad de CONACYT, pero que se muestra ahora bajo un formato amigable con el lector, como un texto de divulgación literaria bajo la editorial guanajuatense Los Otros libros.
El libro, que tiene el subtítulo de Presencia de la soledad y de la muerte en la literatura infantil y juvenil se trata de un recorrido temático por estos asuntos capitales de la literatura identificado en algunos libros en español. Debe su título a una idea del filósofo Vladimir Jankélévitch, quien habla de que la muerte que nos duele es la muerte en segunda persona, ya que de la muerte en primera persona (la del yo) no se puede hablar una vez que el sujeto de la enunciación muere; y que la muerte en tercera personal se vuelve impersonal, e incluso puede ser divertida por esta referida a los otros. Es cuando hay una relación cifrada por el pronombre “Tú” (en la figura de los amigos, los padres, las figuras amadas), cuando la muerte encarna de manera dolorosa. “Para Jankélévitch, hasta que la muerte toca a la puerta ésta deja de ser anónima y lejana, al encarnarse en un tú la muerte surge casi como una revelación y un futuro cercano. Y entonces la muerte no es divertida”.
El primero de los textos analizados, Elvis Karlsson de María Gripe, una novela, trata sobre un chico que busca su espacio en la soledad para darse cuenta que es diferente de otros chicos e incluso de sus familiares: “La soledad es el medio por el cual conoce más sobre sus necesidades e inquietudes. (…) La soledad no es una cuestión simplemente descriptiva, configura el carácter inicial del personaje y su personalidad por descubrir y formar. Es importante dejar en claro que la soledad puede llegar a ser una impronta común tanto en niños como adultos.” Y es que al chico no le gustan los deportes u otros hábitos comunes, sino que prefiere semillas por todas partes y cuidar un girasol en el patio de una casa abandonada, por la razón de que siente que éste genera un vínculo con la niña que fue su dueña, y por medio de esta soledad impregnada de lo simbólico es que el niño encuentra un espacio propio de comunión. Un niño que es dueño de una soledad letrada (concepto de Miguel Morey y manejado en la investigación) ya que “El niño aprende a leer porque busca entender una nota que dejó en su casa Julia, la vecina del girasol, a quien considera su amiga. El niño espera encontrar en aquel papel el porqué de su ausencia o, por lo menos, una carta de despedida. Nadie le explica el motivo de la partida, y él extraña a aquella persona que formaba parte de su entorno, de su vida. Elvis aprende a leer en silencio y soledad, motivado por un afecto.”
Sobre Yo te pego, tú me pegas de Antonio Ramos Revillas se discute la soledad presentada en un niño que se enfrenta al rechazo de su familia, sus compañeros y la chica que le gusta. El niño sufre de violencia verbal y acoso “Al niño no sólo le afecta la violencia y el rechazo de sus compañeros, en él se presenta un peso mayor, un agobio que se encuentra tanto en su casa como afuera. Es víctima de una tremenda soledad que lo aísla del mundo al que pertenece.” Y es que tanto su padre como su hermano mayor son figuras opresivas. Sin embargo, incluso cando el niño replica las actitudes hostiles con su hermano menor, es capaz de encontrar una luz para su soledad por medio de la generación de un vínculo con él. El otro resignifica su mundo.
En Los mil años de Pepe Corcueña de Toño Malpica un niño secuestrado puede paliar su soledad al establecer un diálogo emocional y entrañable con su captor, y platicando con una presencia fantasmal través de las paredes: “Durante la novela se maneja la idea de que el chico ha creado a su compañero, que su imaginación le dio vida, de esta forma se resguarda de su entorno usando la imaginación como escudo. Noé evoca el acto demiúrgico y crea un mundo diferente, pero su acción no tiene la intención de sólo contemplar lo creado, busca interactuar con ello guiado por la necesidad y el miedo.” La relación del chico con su captor se establece ya que, como Sherezade de Las mil y unas noches, le cuenta historias que lo enganchan y entretienen. Respecto de esta novela se revisa también el tema de la ficción en relación con la violencia y también el reconocimiento en el otro.
En Tengo un monstruo en el bolsillo Graciela Montes retrata el conflicto de una niña llamada Inés, presa de la inseguridad que la distancia de su mundo exterior. “Ella debe aprender a afrontar sus miedos y su realidad, debe andar su propio camino, no porque ella lo entienda así y lo busque, sino debido a que es un proceso natural de crecimiento.”
“La niña emplea la ficción para no quedarse sola ante la realidad. Encuentra un monstruo que le ayuda a liberar un poco sus penas, pues con él aprende a no centrar su atención en los problemas. Quien está en su bolsillo es su nuevo amigo que no la abandonará ni en los momentos más complicados. La niña, al principio de la novela, aún no tiene la fuerza de espíritu que se requiere para enfrentarse cara a cara a las adversidades, por ello echa mano de una licencia poética de ficción: guardar en su bolsillo a un pequeño monstruo.”
Se trata nuevamente de una soledad letrada, ya que la niña escribe como forma de expresión a sus inquietudes. De hecho, se maneja la idea de que ella escribió la novela que el lector lee.Otros dos cuentos revisados son: “Lo que desaparece” de Antonio Ramos Revillas, en la que la muerte se establece como una alusión. Y “La partida” de Alberto Chimal, en el que, a propósito de la muerte de un niño que es resucitado por las plegarias de su madre, regresando en forma de muerto en vida, Govea analiza las relaciones del texto con lo sublime, lo siniestro y la angustia.
Acerca de observaciones y las conclusiones del autor, rescato varias cosas. Primero: que en la Literatura Infantil y Juvenil se ha vuelto común elaborar personajes complejos, que cambian su personalidad y función dentro de la historia; ya no conformándose con los maniqueísmos de lo bueno por un lado y lo malo por otro, sino que vemos personajes construidos de manera humana en un sentido dialéctico.
Segundo: que dentro de la tradición de esa literatura es frecuente representar chicos que sufren de soledad en el plano de la vida cotidiana, incluso cuando se presenten rodeados de gente; se trata en estos casos de una soledad interior que genera un vacío en ellos y los ensimisma y aísla de los demás.
Tercero: que la muerte en la literatura para niños y adolescentes puede bien aceptar un tratamiento lúdico en oposición a la pretensión de que dicha literatura tenga un fin moralizante. Ya que, si los juguetes se refieren constantemente al mundo real de hechos como la guerra, es bueno que los menores se enfrenten a los aspectos terribles del mundo, para que puedan tener una vía hacia el conocimiento de estas verdades. Govea señala: “En conclusión, el tratamiento lúdico no sólo implica las acciones divertidas, también las constantes referencias al sufrimiento humano y la complejidad de un mundo cambiante y agresivo, en especial visto con los ojos de un protagonista infantil.” Esto coincide con la crítica de la escritora Suzanne Lebeau, citada por Govea, quien se ha opuesto a la censura que predomina en la LIJ, pues para ella es fundamental que los lectores niños y jóvenes descubran y se enteren de lo complejo del ser humano. Pues de nada sirve ocultarles estas realidades. Cuarto: que en la LIJ la ilustración es un importante apoyo narrativo, ya que, con sus propios lenguajes, potencian los efectos estéticos y sugerentes de la palabra. A este respecto, el autor analiza su corpus en relación con sus ilustraciones, en el convencimiento de que esta experiencia es enriquecedora para los lectores jóvenes.
En suma: este ensayo se trata de una aportación que complejiza nuestra visión de la Literatura Infantil y Juvenil y nos acerca a los discursos narrativos que los chicos lectores consumen y demandan, llevándonos a una visión más dinámica, completa y propositiva en contra de los prejuicios que asumen una literatura para chicos centrada en la enseñanza de la lengua, la educación moral y el ocultamiento de ciertas realidades adversas.