Ángel Aviña es un joven poeta nacido en 1991, en León, donde también radica. Ha pertenecido al taller de escritura creativa de Eduardo Padilla. Ha publicado poemas en las revistas Tres pies al gato, El humo, Es lo cotidiano, La Rabia del axolotl, La ubre amarga y Bitácora random. Estudió Ingeniería Industrial en el Instituto Tecnológico de León; por ello sus amigos cercanos le dicen en ocasiones que es “un robot con corazón”. Ha sido Premio de Literatura León, por su trabajo poético Apolo. Fue antologado en Crestomatía Gymkata (2020).
No sabe a ciencia cierta qué lo ha movido a escribir, pero sabe bien que la literatura, siendo también como cualquier otra disciplina, “te orilla a crear todo el tiempo, aunque no escribas.” En esta búsqueda de la literatura, se acercó al taller del poeta Eduardo Padilla, de quien considera que tiene un lugar en el panorama de la poesía mexicana actual. “Para mí, en especial, asistir al taller ha sido medular en mi interés por la literatura. He experimentado un cambio en mi forma de leer. Si quieres aprender a escribir, debes aprender a leer. Uno de mis compañeros, premiado en un concurso literario local, refiere que encontrar buenos lectores con puntos de vista y perspectivas criticas fundamentadas sobre el trabajo literario que llevas a cabo, te plantea una evolución, una mejora y una retroalimentación que difícilmente encuentras trabajando a solas tu escritura. Comparto su idea. Debo suponer también que hay talentos innatos y otros más que nunca lo han necesitado, pero para mí ha sido fundamental.” Afirma que el método empleado en dicho taller “permite experimentar todas las posibilidades, todas las perspectivas y hace que puedas desprenderte del trabajo propio para observar de manera distinta la ejecución de tu texto.”
Acerca de la poesía propia de estos días, posmoderna, alude a su ideología de no tener ideología “y desechar todo compromiso social en su método de expresión”. “Para mí no significa otra cosa que un intento formal de atender la informalidad del proceso creativo (creo que mientras más delimitas la técnica que empleas cuando comienzas a crear, el área en la que puedes maniobrar se cierra alrededor tuyo cada vez más y cuando todo aquello ocurra yo prefiero estar afuera observando).” Pero aun no sabiendo a bien y con exactitud qué es lo posmoderno, prefiere en todo caso ciertos poemas de esta época “que sean arriesgados y no texto cuyo único riesgo es que comience a darte sueño”. Sus lecturas en este sentido cambian todo el tiempo; pero en sus relecturas hay algunas constantes: Eduardo Padilla, Ángel Ortuño, Amaranta Caballero Prado, Julián Herbert, Luis Eduardo García, Daniel Bencomo, Rocío Cerón. Y advierte de cualquier manera los riesgos: “puede dejar de ser literatura en cualquier momento, puede dejar incluso de ser poesía y por ello ser más indiferente con respecto a pertenecer a cualquier movimiento”.
De su ciudad, sabe que “es un hervidero de personas que están en constante creación literaria y artística, buena o mala; no me parece que sea desierto.” Y continúa: “Las dinámicas de la gestión cultural siempre han sido una barrera para el entorno artístico, no solo literario. Ciudades como Guadalajara se han convertido en centros culturales de alta importancia dejando de lado que tiene la feria del libro más importante del país, ha podido saltar la barrera, ya sea de la mano de las propuestas independientes y organismos autónomos o de las secretarías gubernamentales y los ayuntamientos. En León, en el ámbito literario y cultural, siento que nos hemos encontrado por todos los caminos frente a la misma barrera. Sólo hay que averiguar cómo saltarla.”
Ángel, como amante de la poesía pero también como interesado en la ciencia, no cree en la supremacía de un discurso sobre otro. Y lo explica de este modo: “La bilateralidad propone estigmas qué luego generan una disociación del pensamiento. El ritmo con el que cambia el conocimiento y su crecimiento en todo ámbito dan una infinita fuente de creación para la literatura. El campo de conocimiento es un todo del que forman parte ambas. No imagino la potencia de un cuento de Poe sin la meticulosidad científica a la que sometía su escritura; de Borges creo que está de más mencionar lo complejo de su obra. No encuentro mayor o menor mérito en cualquier disciplina.”
Ángel sigue su camino en los parajes de las letras, leyendo, escribiendo, y compartiendo similares inquietudes y experiencias con otros jóvenes de su misma generación.