Derrotemos al capitalismo en 50 sencillos pasos es el nuevo libro del joven guanajuatense Fausto E. Bonilla, quien apenas el año publicaría el libro de poesía El color del mango. El libro sale en la editorial Cisne y cuenta con una portada de Fernando Latabán. Hace apenas unos meses Bonilla hizo el anuncio de la aparición del libro en redes, el cual fue recibido no sin polémica, como es natural, tratándose de un tema tan controvertido como el que maneja: la lucha contra el voraz capitalismo.
El libro abre significativamente con un epígrafe que es un verso de Fito Páez: “¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón”. En su introducción, el autor deja bien en claro que su intención en este libro no es generar una tesis en el campo de la economía ni de la filosofía “sino simplemente afirmar que el mundo que conocemos puede ser un lugar mejor”. Los 50 ensayos brevísmos del autor plantean posturas, consejos, sugerencias de acción y conducta, cuyo origen está en la intuición, el sentido común y el apoyo en otros textos y en datos de la realidad empírica. Su crítica es hacia la sinrazón, apatía, opresión y egoísmo colectivos generados por el capitalismo que nos aleja de nuestras necesidades espirituales. “Por ello la urgencia de realizar esta obra, para de manera sencilla y práctica enlistar todas aquellas actitudes que, aunque su impacto podría parecer pequeño, ejecutadas de forma masiva generarían un cambio importante en nuestra economía y nuestra dinámica para relacionarnos como humanos. O por lo menos, nos permitiría derrotar al capitalismo en un plano individual, generando así una nueva dinámica de vida alejada de sus actitudes e intereses.” En esta ocasión queremos compartirles tres citas destacadas de este libro, como probadita, invitándolos a adquirirlo, si están interesados, en las redes sociales del autor.
Nuestro lado capitalista y acaparador suele asumir que la única manera de conservar y compartir un buen recuerdo o una sensación agradable es comprando u obsequiando algo.
Lo sé, esto se hace siempre con las mejores intenciones, no dudo de ello, sin embargo, debes comprenderlo: tus sentimientos y tus recuerdos no viven en un objeto. Un objeto no es capaz de preservar lo que es un buen recuerdo, lo que es el amor, lo que es la euforia de la aventura. Eso vive solamente en ti y en la persona a la que obsequiaste o te obsequió algo.
Gana espacio y libertad; deja de comprar, acaparar, o exigir objetos como muestra de afecto; el amor y los buenos momentos viven en ti y en la otra persona, y eso jamás dejará de ser así.
Los capitalistas han establecido estándares de lo que es bueno o agradable para el capitalismo en todas las áreas de la vida. Ellos definen cuál es el número de actividades que debes realizar diariamente para saber si eres una persona productiva, definen qué es y qué no es física y mentalmente “atractivo”, e incluso son ellos quienes definen cómo es que las personas sometidas del mundo deben protestar.
Al final del día, el capitalismo se considera a sí mismo el dueño de la verdad, capaz de comprender y diferenciar qué es lo bueno de lo malo, lo feo de lo bonito, lo justo de lo inequitativo.
Te invito a que no juzgues con sus estándares, sólo tú puedes definir qué tan feliz o no te sientes con tu cuerpo, tu mente, tus sueños y tus dinámicas.
Eres totalmente libre de juzgar con tus propios estándares. Goza de ello.
El capitalismo ha perpetuado la explotación laboral bajo el argumento de que la empresa hace un favor al empleado cuando le contrata.
Esto es absurdo. Lo cierto es que los trabajadores le hacen un favor a la organización al trabajar para ella.
El dueño de una compañía, que generalmente obtuvo los recursos de producción a través de una herencia o como obsequio del Estado, no produciría nada si no fuese por el esfuerzo de sus trabajadores.
Como mínima retribución, la empresa debería brindarte condiciones óptimas para trabajar.
Tú comes gracias a tu esfuerzo, gracias a tu trabajo, no gracias a tu empresa ni a tu jefe. No hacen un favor al contratarte, tú les haces un favor a ellos.
Deben remunerártelo de manera justa. Exígelo.