Mi nombre es (2019): título número 17 de la colección el Sueño del Ajolote de la editorial Los Otros Libros. Su autora, Ana Reza, es una joven valerosa que se confiesa, desnuda y levanta la voz en esta serie de textos que, catalogados como ensayos, tejen la autobiografía, la estampa, la reflexión, la duda, la reivindicación, la memoria y el afecto por la palabra. El libro abre ya con una “Sentencia” que nos da cuenta del vuelo del pensamiento, a ras del cuerpo, pero mirando hacia todas direcciones, hacia el presente imposible, hacia el mañana esperanzado, hacia el pasado en el que se encuentran pretextos para el sostén de la opinión, la sugerencia y el posicionamiento: “Las palabras se vuelven sinceras cuando uno pierde el miedo a encontrar en su mente algo que no pueda perdonar.”
Desde la firmeza juvenil, Ana da cuenta de sí misma con sus propias palabras. Con gozo a veces al recordar o evocar imágenes felices, momentos que destacan en el entramado del tiempo por su propio brillo; y a veces con una ternura crispada casi como un grito al denunciar falacias y mentiras del mundo; pero siempre honesta, trasparente, digna, sin posibilidad de camuflar lo que en verdad tiene que decir de sus amigos, de su familia, de su comunidad, de su ciudad o país. Hacer valer sus ideas y dar a respetar su postura se afirma como una de las herencias o dones que ha recibido de su gente, y que la hace lucir como una portavoz de muchas jóvenes, aunque esto pueda no ser una intensión de la autora: “A mí me enseñaron a disfrutar, yendo hacia atrás o hacia adelante; me enseñaron a no temer dejar ir la cuerda, aún en el punto más alto; me dijeron que podía darle a mi nombre el significado que yo quisiera y que, por corto que aparentara ser, firmara siempre con él. Mi nombre es Ana Reza, es bello y es enteramente mío.”
El cuerpo, el ánimo y sus inquietudes, pero también sus lazos entrañables y las pluralidades del momento, son constelaciones que anudan y desanudan las posibilidades de agenciamiento del hoy: del desprecio a la aceptación, de la contemplación a la lucha, de incertidumbre a la esperanza: “esta fuerza cobra sentido cuando reconozco que llevo mi hogar ahí a donde voy, que donde esté soy lo que mis padres me hicieron, las libertades que me fueron dadas, las palabras que con ternura se me enseñaron y hoy reconozco en mis conversaciones habituales, el amor que se me dio y hoy puedo dar y recibir, transformar y construir. Lavo mi cara por las noches y cierro los ojos, cada vez de forma distinta, el sueño me vence y, si estoy muy cansada, río dormida.”
Y es que no debe ser fácil se joven en esta época de confusión y crisis. En que todas las posibilidades se fragmentan o multiplican como en un laberinto de espejos donde el ser se puede perder, la voz callarse, el cuerpo dolerse y la memoria olvidar. Sin embargo se opta por seguir queriendo querer. Por reconocer en el árbol familiar, en las cercanías cómplices un motivo para la posibilidad de la felicidad. En los compromisos y las renuncias se reconoce una afirmación. Querer con ansia y con fatalidad, pero querer para reconocerse plenos y vitales. Contra el aletargamiento del sentido y la ruina del espíritu: “Es un querer todo sin necesitar nada y un orden dentro de ese caos. Es un llorar en el metro en pensamiento de la ausencia y un reír dormido por los sueños y deseos más profundos, más inadmisibles. Es un no saber nombrar todo lo que se siente, porque nada alcanza. Es un acto de fe y un acto de valentía. (…) Es un querer seguir queriendo, no sabiendo cómo ni por qué. Es un sentimiento que consume y te indica que todo está perdido. Es un saber cuál es la constante que imagino en el resto de mis días.”
Aprender y desaprender en la misma medida es acaso un vector de fuerza que distingue las intensidades de estas prosas, como brotadas de la más íntima sinceridad. Esta imagen de quien ríe dormido es acaso así de sugerente porque anuda el dinamismo con la tranquilidad de quien sabe que, entre las múltiples opciones del sinsentido del mundo, ha preferido seguir amando(se).
Quizá por ese amor que se trasluce, acaso sin decirlo, por la contradictoria sociedad humana y su entramado de contingencias, es por lo que la joven autora estudia Sociología en la Universidad Autónoma de México y lee y corrige textos de otros autores. No obstante, la escritura literaria propia le da esa flexibilidad de enunciar con sus diversos matices subjetivos el mundo interior que se decanta y ofrece a la atención y el reconocimiento del otro, sortilegio por el que todos los nombres somos acaso uno.
PORQUE SEGUIMOS SIENDO AMOR
Ana Reza
Porque somos más que nuestras circunstancias. Más que un número, una medida, un peso; más que una etiqueta, más que un rostro, más que nuestra aparente característica fundamental; más que unos ojos cansados, que un cuerpo adolorido y roto por la adicción. Porque somos más que una pesadilla, un fantasma, un llanto reprimido; más que las personas que nos reconocen en la calle, más que la gente que nos juzga, nos tacha; nos encasilla. Porque somos no somos objetos, porque sentimos, porque respondemos y somos capaces de seguir. Porque somos furia y somos ruido, porque somos grito y somos llanto; porque somos risa estrepitosa en mitad de un vagón del metro, porque somos la voz que canta y no puede ser callada, porque somos palabra que nombra, ordena y hace vibrar, porque el nudo en la garganta puede ser finalmente escupido. Porque el cuerpo tiembla, sangra y sana, porque nos rompemos para reconstruirnos, porque entendemos, ¡joder, entendemos! Porque tenemos la capacidad de detenernos un segundo a observar, de señalar una injusticia. Porque somos calor en medio de una maldita ciudad fría, porque somos más que la vergüenza en la cara y el paso torpe, más que la inseguridad y el miedo, el no estar a la medida, más que la tristeza detrás de una sonrisa, más que lo que no han hecho, más que la forma en que han doblegado nuestro cuerpo y quebrado nuestra alma. Porque somos, por eso, pero somos mucho más. Porque somos vida, ¡que magníficamente increíble es estar vivo en medio de tanto puto caos! Porque somos vida y nos vamos gastando, pero mientras el pecho se nos llene de aire, seguimos siendo amor.