Eduardo Vázquez Herrera, (Ciudad de México, 1976) apodado “Edy” entre la comunidad artística local, se crio en la ciudad de León y reside en la ciudad de Guanajuato desde los veinte años. Se dedica principalmente a la música, el perfomance, las artes plásticas y el interiorismo (llamado por él “ambientación espacial”). Desde el kínder mostró voluntad y disciplina artística llegando a presentarse en el teatro Manuel Doblado en León, tocando el Xilófono como solista. Ya en preparatoria sus inclinaciones artísticas tomaron una forma más definida en el taller de redacción de la escuela, en el cual escribía versos e historias con sentido social, llamado la atención de compañeros y maestros, quienes celebraran su creación.
Al terminar el bachillerato, hizo una estancia de un año en la cuidad de Oaxaca, donde estudió teatro y actuó para la escuela de Bellas Artes en el teatro Macedonio Alcalá, el más importante de la ciudad, así como en la vía pública, entre otos foros culturales y espacios privados. Luego de tener experiencias extáticas con los hongos mágicos con la nieta de María Sabina, se encontró a sí mismo en el cosmos, lo que influiría decisivamente en su carrera artista, transformándolo. En el desierto de San Luis Potosí, en búsqueda del peyote como otro maestro espiritual, aprendió solo a tocar percusiones (lo que reafirmaría tomando luego clases de congas, bongoes, djembe, darbuka, teponaztli, batería, etc.). Estas experiencias lo hicieron más sensible a la magia y el ritmo de la naturaleza y a los símbolos arcaicos de la humanidad que la representan.)
Estudió en la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato, donde aprendió violín y pertenecía al coro institucional como barítono, haciendo presentaciones en iglesias y teatros. En la escuela tuvo lecciones y profesores muy valiosos que lo forjaron, entre ellos el maestro Ramón Montes de Oca (q.e.p.d), Armando López Valdivia (en el área de música antigua, a quien se hace un especial agradecimiento) Rafael Cuén, Abel Huerta, musicólogo y una eminencia. Su servicio social consistió en dar clases de música a niños con deficiencias mentales y con síndrome de Down: fue un gran aprendizaje que lo sensibilizaría acerca de la capacidad expresiva que pueden tener estas personas. Al mismo tiempo escribió ensayos y poemas de corte ecologista, a partir de lo cual recibió invitación de una docente para estudiar Filosofía, lo cual hizo tres semestres en la Universidad de Guanajuato y otra temporada en el Centro de Estudios Filosóficos Tomas de Aquino en León.
Su búsqueda por nuevos derroteros lo llevó posteriormente a hacer una estancia de aprendizaje y trabajo en el sur Estados Unidos, donde hizo arte a partir de chatarra y tocó percusiones junto a gente de diversos orígenes geográficos en parques públicos de distintos condados del estado de California. Tuvo diversos oficios que lo llevaron a descubrir el amor por la gastronomía, la cual sigue practicando de forma tradicional y experimental.
A su regreso a León, integró la banda multicultural de percusiones “Mago Cachimba” con presentaciones en calles, museos, escuelas, ferias, fiestas, bares, restaurantes, etc. Paralelamente participó como percusionista en el ensamble de música y danza de la Casa de la Cultura, haciendo presentaciones de música flamenca en recintos de prestigio. Paralelamente fue miembro fundador y detonante la banda de rock electrónico Bongstar, con la cual grabó dos demos y tuvo shows en radio, televisión, y nuevamente espacios públicos y privados. Luego de esto, se hizo solista para clubs nocturnos ejecutando percusiones en vivo y performance inspirados en diversas culturas del mundo, para lo cual aprendió a caminar en zancos, bajo el concepto “Squizoo”. Inquieto siempre, aprendió también pintura corporal para enriquecer sus espectáculos que llamó en su conjunto “Déjà vu”.
El interiorismo vino entonces gracias a su relación con un arquitecto desarrollando trabajos para residencias de lujo y negocios, principalmente. Algunos de sus trabajos más destacados fueron en el Seminario Mayor de León, el Hotel Estancia, el Hotel San Francisco y la discoteca Madeiras. Colaboró en este campo como auxiliar del reconocido artista plástico y visual José Luis Pescador, en la elaboración de unos murales.
En León también, grabó un disco con el proyecto Corpus Mundi, que incluyó músicas de diversas culturas (española, mesoamericana, árabe, afroantillana, etc.), en cuyo seno aprendió a hacer música en computadora. Continuaron las presentaciones. Al mismo tiempo, empezó a hacer obra en artes plásticas y visuales (collage, pintura, arte objeto, etc.) y la expuso en su propio estudio, que luego convirtió en el Centro cultural y restaurante Punto y Coma (el cual sigue operando), precursor en su contexto, lo que lo hizo iniciarse como gestor y empresario). También creó centro cultural La cápsula, en la zona Centro. Su relación con artistas de la ciudad y del país lo llevó en estos tiempos a colaboraren proyectos estatales y nacionales con bandas como Rostros Ocultos, Decibeles, Barro Negro, Sesgo, Merenglass y Raíces Vivas, ésta última con la cual hizo una gira de conciertos didácticos e interactivos para niños y adultos, gracias al proyecto “Viva la banda” 2010-2011 del Instituto Estatal de la Cultura, por diversas ciudades y pueblos rurales del estado. Fue otra experiencia enriquecedora.
Luego, cambió su residencia a la ciudad de Guanajuato, la cual le atrajo por su cultura, cosmopolistismo paisaje, y donde lleva una década viviendo, dedicado a expresarse libremente por la ciudad adoptando un modo de vida más apegada lo urbano y su pulsión, con su música y perfomance, principalmente en calles, festivales independientes y discotecas; y sigue experimentando con materiales plásticos en su estudio personal, el cual se ha vuelto a la vez un escaparate de arte para otros artistas y el público en general, llamado Caracoles, en calle Bajada del Cerro del Erizo # 40 en, Lomas de Valenciana.
El artista resume su vida como intensa, de mucho aprendizaje y sobre todo divertida. Es apreciado por otros artistas locales por su franqueza y solidaridad. Es todo un personaje entre la escena. Práctica la autogestión “consciente”; y ha participado de movimientos a favor de un mundo mejor como el zapatismo y el ecologismo. Apoyó asimismo a el movimiento #Yo soy 43. Su visión de Guanajuato es la de una ciudad “encantada” y “maravillosa”, que no le deja de sorprender. “Aunque alguna vez me vaya de esta ciudad, seguiré regresando siempre. La llevo en mí”, finalizó, agradeciendo a la vida y la gente que ha conocido.