Este lunes presentamos una extensa y abundante entrevista con Luis Felipe Pérez Sánchez. El él narrador y ensayista mexicano. Mereció el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández 2012. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas flm 2011-2013 en el área de ensayo. Es autor de los libros de cuentos Eufemismos para la despedida y Yo fui un chico cursi. Obra suya forma parte de diversas antologías. Textos suyos han sido publicados en Revista de la Universidad de México, Tierra Adentro, Metapolítica, Valenciana, Laberinto, Confabulario, Ruleta rusa y PopLab. Es doctor en Literatura Hispánica por el Colegio de San Luis. El lector conocerá más del curso de vida de Luis Felipe en sus propias palabras.
1.- ¿Desde qué edad escribes y cómo fueron tus primeros acercamientos a la escritura?
El asunto de la escritura es menos bohemio de lo que esperaría yo tener como historia de iniciación. Escribo un diario desde segundo de preparatoria, o lo escribí hasta hace no tanto tiempo. Es decir, ahora se ha convertido en una especie de bitácoras de lecturas o de prontuario para escribir ideas, citas o diálogos de películas; a veces una carta que no enviaré o inicios de novelas que posiblemente no alcance a escribir nunca, índices, escaletas o listas de cuentos que dejo para luego. Cada vez es menos diario y, ahora que lo pienso, podría estar echándolo de menos: hay veces que recupero esa furia y esa sensación de estar en un espacio donde sólo al diario le puedo decir o donde puedo escribir ahí lo que pienso.
2.- ¿Alguna vez has escrito poesía?
Escribí un poema una vez y jamás lo intenté de nuevo. Se publicó en una revista que desapareció en el segundo número. Inspirado en algún verso leído en Absoluto amor de Efraín Huerta escribí un poema que tenía la intención de delatar mi miedo a tocar al otro. La sensación que me resultaba de leer El “te miro” en un poema me hizo pensar en lo importante que era distinguir entre ver y tocar. Experimentaba yo una culpa anticipada por tocar, me parece. Experimentaba la juventud y esa voracidad, pues, por conocer. También encajaba las decepciones de ese vértigo y esa electricidad. Me daba cuenta de que uno iba más bien un poco patarato para todo. Sentía que somos el Midas a la hora de tocar a otros –de interactuar, de influir, de provocar algo en los otros-. El recuerdo de esa lectura de Huerta me llevó a escribir una entrada sobre ir por la vida descubriendo las cosas al tocarlas –fascinarse- y lamentar, a la vez, que al tocarlas se esfumaran o se transformasen en algo más, como en los sueños. El poema que escribí como debut creo que tenía una trama secreta que he olvidado, lo he olvidado como la idea de escribir poemas. Lo que si recuerdo es que lo escribí en un café que estuvo en la esquina de un callejón de Irapuato, me refiero a Filomeno Mata. Recuerdo eso porque, y en ese tiempo yo no lo sabía, justo a metros de ese lugar donde le hice al poeta por única ocasión, había vivido Efraín Huerta.
3.- ¿Cómo fue tu experiencia como becario en la Fundación para las Letras Mexicanas?
Lo que siempre recuerdo es que llegué en mi última hora. Aunque sabía de la existencia de la Fundación, la pensaba como una opción lejana. Digamos que se me figuraba que no tenía mucha oportunidad. Alentado por un par de amigos de esos años, luego de terminar la maestría en Literatura Mexicana que cursé en Puebla, y en donde me formé en ciertos temas, entre ellos el de los procesos creativos –junto a Eduardo Huchín, Manuel R Montes, Álvaro Solís, Alí Calderón-, pensé en que debía al menos intentar poner en práctica dos proyectos ensayísticos. Pensé que era mi última oportunidad. Próximo a cumplir los treinta años, envié mi solicitud para la Fundación en la categoría de ensayo. Recuerdo que imprimí mis papeles y escribí mi carta de motivos en un cibercafé que ahora quizá ya no existe, a un lado de Los Andes, frente a edificio central. Estaba yo en Guanajuato porque había venido a dar una charla sobre algo que ya no recuerdo y en la mañana me desperté convencido de que debía hacerlo. Recuerdo haberme encontrado a Carlos Ulises Mata en el edificio de correos ese día. Lo recuerdo porque cuando nos volvimos a ver, Carlos aludió a ese encuentro contento porque había caído la beca. Me pareció dúctil porque pedían pocos papeles. Había demostrado mi incapacidad para llenar formularios antes y que pidieran solo una carta de motivos, una muestra de obra y mi INE. Me pareció factible de hacer: fue en 2011.
Lo que ofrece la Fundación para las letras mexicanas es entrar a un centro de alto rendimiento junto a varias inesperadas e inolvidables experiencias formativas. Como experiencia vital, además, vivir en la Ciudad de México fue determinante. Había estado dos años en Puebla, unos seis meses en San Luis, un brevísimo verano en Mérida: la ciudad me venía como buena escala.
Entrados en temas, uno puede durante un tiempo y con fecha de caducidad, vivir la vida literaria. A esta experiencia le rodearon factores irrepetibles que me hacen valorar la experiencia de becario de la Fundación como un viraje profundo en la concepción del espacio que ocupa la escritura –o lo literario- en mi vida. Más que ser un tema central, lo hondo de esto reside en que se integra a uno, ideal y prácticamente, la conciencia de escribir: de ser escritor. No sólo le pagan a uno por hacerlo sino que se hace posible vivir de escribir o para escribir. Para ello hay elementos que luego no se juntan todos en el mismo tiempo: un equipo que incluye formadores, maestras, amigas y amigos, y la infraestructura de la ciudad.
También, supongo que un poco por mi edad, tenía mucha conciencia de que era un beneficio con fecha de caducidad. Asumo que eso me hizo concentrarme mucho en trabajar los proyectos que había propuesto. Recuerdo, pues, la experiencia de la beca de la fundación como un episodio en el que más que aprender cosas las integré, con vitalidad, a la conciencia y a la manera de ver el mundo. Ingenuo como soy, me parecía estar habitando un espacio que no me merecía y que cada día debía recordar ese privilegio.
4.- ¿Qué crítica podrías formular al medio literario guanajuatense?
Quizá lo que merece la pena es un diagnóstico, unas miradas al campo literario. Primero, me alineo con la idea de que el medio literario depende de que haya lectores. La pregunta podría ser ¿Dónde están los lectores? Y al hacerse esa pregunta se abren distintos panoramas. La lámpara de Diógenes aluza siempre.
Lo que debe ser importante para el medio literario institucional, universitario, artístico es la generación de públicos: unos públicos que lean o que estén atentos a lo que se produce. Ese es un proyecto puntual que se puede lograr con sistematicidad. La pregunta, ¿lo hay? ¿El medio literario tiene lectores?
La tarea es preocuparse por procesos que generen productos en los que una institución, una editorial, o grupo independiente, etc., sepa que puede confiar para generar expectativas. Ahí hay trabajo que hacer. Bourdieu nos podría ayudar en esto de generar patrones y de propiciar planes de trabajo que tengan los menos errores posibles y que hagan mella en la comunidad.
Habilitar públicos propicia que quienes nos dedicamos a escribir, por ejemplo, encontremos lectores; que quienes hemos aceptado el encargo de divulgar literatura, encontremos espacios, y que las experiencias lectoras que promovemos tengan eco y sean significativas, que se integren a las vidas de estudiantes, docentes, usuarios de casas de cultura o de bibliotecas, pacientes en consultorios, quien está en la fila del banco y espera, aquel que va al puesto de revistas.
Lo que debe ser un objetivo, además de la producción de escenarios del medio literario –libros, obras, eventos-, es planear cómo será visto. Cuando hay públicos, por otro lado, hay que estar preparados: otra vez planes. Ya sea que nos basemos en las efemérides, o en los estrenos o en los clásicos, en los seminarios y renovaciones del campo literario, que consagremos homenajes a los poetas huhuetlatoli de acá o a las voces nuevas, debemos estar preparados con un plan orgánico, pragmático y completo.
Pienso, en ese sentido, que la lectura es de inmensas minorías. Por eso es que es factible distinguir que es necesario propiciar los espacios de formación, debate y discusión de las lecturas: electrificar las lecturas, dotarlas de interés estético, político, histórico, de estilo. Lecturas de distintos ámbitos además y cada vez con más profundidad. Si sabemos que no serán tan numerosos como los de un concierto o un partido de futbol, podemos pensar en que, cuando haya públicos, sean exigentes. Entonces, el medio lo veo para planificar y para formar públicos. Es ahí donde tendrán espacio las escrituras o las producciones artísticas en general. Generar expectativa, más como renta básica que como excepción, tendría que ser el objeto de los empeños de difusión cultural brigada que da vida a la cultura o al medio literario. Pienso que es necesario e importante sostener y articular redes que relacionen a las bibliotecas con los lectores. Ahí hay un espacio para la divulgación y promoción de planes de trabajo de los institutos, editoriales y proyectos de fomento a la lectura.
Posiblemente en detentar como proyecto el fomento a la lectura es en donde se estructura una idea real e idealizada de un fondo editorial. Aquí es donde podría abrirse el espacio para la crítica, como la que sueles hacer en tu medio. Pienso que hay un espacio, un área de oportunidad, que Fernando Benítez vería con claridad, y sabría a quién pedirle los recursos para llevarlo a cabo: un espacio periodístico que haga que los libros y sus autores y autoras, los eventos, las producciones, lleguen a los ojos de no sólo 300 lectores (pensando en que los tirajes suelen ser de esa cantidad) sino a los 7 u 8 millones de posibles lectores que hay en Guanajuato si se hace un periódico que se difunda con esa circulación.
5.- ¿Cuál es el tema de tu tesis de doctorado y cuáles son las conclusiones a las que llegas?
Estudié el doctorado en Literatura Hispánica en el Colegio de San Luis, un centro de investigación exigente y con las condiciones para hacer un trabajo pormenorizado. Propuse una tesis sobre literatura española del medio siglo para acá. Se trata de un planteamiento donde me centro en un grupo de poetas conocido como la Escuela de Barcelona. La propuesta es sugerir que gracias a los propósitos de estos escritores, editores y activistas culturales, el panorama de la literatura española, europea e hispanoamericana –incluso dentro del franquismo y el tardofranquismo, pensando en que son editores y escritores españoles- experimentó una ebullición transformadora: editoriales, premios literarios, antologías, agencias literarias, una infraestructura para la “industria” cultural es lo que nos hereda este tiempo.
La tesis parte de la revisión de la noción de grupo, generación, promoción o antologías literarias para proponer una lectura reflexiva de la conformación de una política cultural, un campo literario, aludiendo a Bourdieu, que media entre la Escuela de Barcelona y la conocida como gauche divine, que es la escena cultural de final de los sesenta –un episodio juvenil, libertario y revolucionado– hasta entrada la caída del franquismo, en el setenta y cinco, por poner un número. De ese tiempo es de donde nos vienen editoriales centrales a la fecha como Lumen, Anagrama, Tusquets, Gaya Ciencia, entre otras, en donde nosotros leímos las novelas y los poemarios, los ensayos que nos hicieron lectores pujantes. De ese tiempo vienen editores como Barral, Esther Tusquets, Beatriz de Moura o Jorge Herralde, Chus Visor. De ese tiempo vienen agentes como Carmen Barcells.
Las conclusiones a las que llego son que mucho de los que nos ha formado como lectores en la actualidad deriva de esa revolución cultural de los años setenta a la que yo le atribuyo el mote de nueva ilustración. La cultura de masas hizo su arribo y los cambios aparecieron. Otra de las conclusiones que aporta esta tesis es la posibilidad de estudiar literatura española en México sin centrarse en los exiliados o en generaciones –cuando todavía se usaba esa etiqueta para hablar de grupos de escritores- como la del 27 o la del 98. Pienso, siempre, sin demérito, que luego de Niebla o luego de Lorca, la literatura española tiene un tren completo que hay que revisar.
6.- A ocho años de su publicación, ¿cuál es el significado que guarda tu libro Eufemismos para la despedida en cuanto a tu carrera como escritor?
Eufemismos para la despedida fue el resultado de la escritura o reescritura de mi primer año en la Fundación para las letras mexicanas. Le otorgaron un premio literario, aquí en Guanajuato, y eso para una historia personal como la mía es oro molido. Con nostalgia y sin ella, visto ese libro a distancia, fue un conjunto de relatos que no hubiera podido escribir desde aquí, ni después de los treinta años. Tengo tiempo sin revirar a ver qué tan mal envejecen esos relatos, pero, en el espectro, recuerdo que tenía en la mente varias ideas que consolidar ahí:
-Un libro que ganara un premio literario de cuento podía no ser un libro de cuentos formularios sino una búsqueda del estilo personal. Los relatos, como dice Brenda Ríos, que me marcó pautas para pensar en ese libro, tienen una conciencia demoledora frente al pasado. Es un juicio cruel al pasado y una estructuración de las ruinas, en el imaginario, narrados con mi voz. Diría Cartanescu, soy un observador de ruinas, soy un sobreviviente de ruinas, vivo entre ruinas.
-Quería probar qué tanto podía despegarme de las impresiones o las estampas que originaron cada relato, llevarme al extremo en el rubro autobiográfico como para que la ficción se superpusiera a la inaugural idea.
-Quería guardar, para cuanto dure un libro, palabras que caerán en desuso, pero que siempre lustran o son patente de corso de literatura guanajuatense. Sin saberlo me inscribía en el lenguaje literario propio de otros autores guanajuatenses como Ibargüengoitia, que cuenta borracheras cueveanenses, o autoras como la China Mendoza, que recorre el mismo tramo de las ciudades de Plan de abajo con palabras de otro tiempo para experiencias de éste.
7.- ¿Estás escribiendo algo actualmente?
Escribo. Es ganancia.
Escribo cuando puedo. Eso es ganancia.
Si hablamos de proyectos: escribo ensayo caprichoso. Temas que conciernen a la biografía reflexionados con mordacidad. Otra vez: la conciencia demoledora de lo cursi que puede ser uno y cómo uno mismo se puede reír de eso. Esos se publican casi sistemáticamente en RuletaRusa de mi amigo Enrique Rangel. Es un proyecto que siento sintonizado con lo que escriben otros autores, otras autoras, como Pedro Mena, Dainerys Machado, Fátima Hernández, Ernesto Sánchez y que tienen salida ahí en la magazine, un espacio literario o reflexivo desde hace ya cinco años.
Intento sacar un par de proyectos: sigo trayectorias literarias cercanamente y pretendo ensayar o perfilar poéticas a partir de ese acercamiento literario y biográfico. Me interesan los retratos.
Intento sacar, también, una novela ligera y corta. Es una larga conversación que revisa el presente de los personajes con la sentencia de que siempre están teniendo que volver a comenzar.
8.- ¿De qué va tu libro Yo fui un chico cursi?
Yo fui un chico cursi es un conjunto de relatos dividido en cuatro secciones por temas. La primera parte son relatos con un aire parecido al primero libro: nostalgia y recuento mordaz. Las siguientes secciones están conformadas con relatos alusivos a la experiencia de ser hijos, por ejemplo. Más adelante hay un conjunto de relatos de raíz dramática donde los y las personajes se enfrentan a dilemas morales. Esa parte es quizá la más narrativa propiamente dicha.
Digamos que es una antología personal que armamos con el Viajero Inmóvil, editorial de Anuar Jalife. El libro tenía como objeto una campaña de lectura que inicialmente haríamos con la BUAP, gracias a la coordinación del buen Óscar Alarcón. Por circunstancias, editamos acá, con el diseño editorial de Brisa Ruiz y el cuidado del libro de Anuar Jalife –que hace libros excelentes-, e hicimos la campaña de lectura conocida como Citas textuales con El chico cursi bajo el brazo. Paseamos por Querétaro, Tepa, Aguascalientes y por Guanajuato. Acá en el estado fuimos a Silao, Dr. Mora, San Miguel de Allende, Celaya, León, Guanajuato varias veces, y el propio Irapuato, en varias instituciones también, pues era el epicentro de estas citas textuales. El episodio de promoción literaria consistía en contactar docentes en preparatoria, amigos, colegas, camaradas que necesitaran de nosotros cuando se trata de armar espacios donde se corrobore el desarrollo de competencias generales en el rubro de lectura y de comprensión, de escritura y exposición de ideas. Ofrecíamos un libro y una presentación a manera de conversa y diálogo o stand up. Le dábamos enfoque a leer un libro en la prepa. Todo fue en escuelas, pues. Por eso es que el libro gozó de cierta circulación –tres reimpresiones- sin depender de las librerías o las ferias del libro. Por eso mismo, pienso, que ese ejercicio se puede replicar, como lo hemos hecho, con más autoras y autores.
9.- ¿Cómo ha sido tu experiencia como docente en el Departamento de Letras Hispánicas de la UG y qué has aprendido de este rol?
Es un rol exigente y exigido. Aprendí a ser revisionista y a considerar planeaciones largas de cursos. No sólo secuencias de clase o estrategias didácticas, más necesarias en preparatoria, sino el desarrollo de ideas de exposición transversales, un reto que exige rigor a la hora de enseñar literatura. Un poco de piel dura a la hora de ser profesor porque la conciencia crítica y la exigencia de las y los estudiantes no le conceden a uno nada sin ganárselo a pulso. Es un espacio privilegiado para mí porque también me permite sondear, al menos parcialmente, el futuro de la docencia en la enseñanza de lenguas, comunicación, el futuro de la investigación y los intereses académicos y mucho del futuro de la escritura de por acá. Más que aprendizajes he tenido descubrimientos de escritores y escritoras jóvenes, por ejemplo, de líneas y puntos de vista frente a lecturas. Si algo todavía conserva lo que ahora se llama departamento de cuando salí de aquí es la efervescencia y el entusiasmo, el compromiso por las lecturas y la discusión de ideas. Si algo me gusta mucho de estar en este medio es que puedo constatar la curiosidad y la fascinación que se experimenta ante el despliegue del conocimiento hecho discurso.
10.- ¿Te gusta viajar? ¿Cómo vives los desplazamientos geográficos como escritor?
Sí. Viajo. Me atraen las estancias largas. Aunque, ahora que lo pienso, cuando viajo más bien me estoy refiriendo a cambiar de residencia. Esa experiencia de desplazamiento ha configurado un poco la escritura. Es un proceso creativo éste de darle nombre a las experiencias propias en un entorno ajeno que se va uno apropiando o al que se acomoda uno.
11.- ¿Cómo afectó o modificó tu vida profesional la pandemia?
Como a todos, me hizo un viajero inmóvil. Me hizo ser creativo y muy consciente del cuerpo. Pero, en general, el episodio pandémico se vive más por lo de afuera que por los cambios que pudiera haber tenido mi ritmo de trabajo. Pasé muchas horas exigido frente a la computadora, espacio que le tenía reservado a la escritura, por ejemplo, o a la lectura, pero no a la exposición. Pienso que vendrá un bajón pronto en el que experimente el agotamiento derivado de tanto estar así, pero el ritmo continúa todavía un poco sostenido en el vilo de las doce horas de clase frente a la pantalla. Por otro lado, me exigió ser cuidadoso y ejercer otros oficios. Me hice ayudante en una carnicería, chofer o mandadero para una tienda de abarrotes, cuidador y cocinero de un médico de primera línea covid, etc.
12.- ¿Cuáles son tus libros de cabecera?
Soy muy curioso. Pienso que puedo negar eso de tener libros de cabecera. Lo que puedo decir es que ahora mismo tengo en el escritorio una biografía de Javier Pradera escrita por Jordi Gracia, El cielo protector de Paul Bowles, Tomás Nevinson de Marías, El Ojo castaño de nuestro amor de Cartanescu y Yoga de Carrère.
13.- ¿Cuál consideras que es tu principal defecto?
No coments. O Sí: Ja.
14.- ¿Cómo te describirías como narrador?
Lo único que me importa es la evolución al respecto. Como escritor pensaría que me interesa repensar, apropiarme, ser un narrador que tiene al vilo la pregunta de cómo contar.
15.- ¿Qué estás leyendo actualmente?
Leí la semana pasada a Daniel Espartaco. Dharma books ha editado El nombre de las constelaciones. Ha sido un significativo reencuentro. Yo había leído, entre otras cosas, El error del milenio. Lo leí en una edición de la Universidad de Guanajuato. Y mis impresiones las dejé en una reseña de hace unos diez o doce años. Lo inaudito es que mi impresión de lector actual es un poco ese regusto del lector que era hace ya años. Espartaco es un escritor que me atrae porque le da entrada al tema de los ónticos crucigramas de la adolescencia revisados desde el cinismo del que ya no se reconoce allá y, a través de la escritura, le da permiso a la nostalgia. Leí, también, a Marionn Zavala. Cuadrivio le publica La balada de la ninfa. Es una escritora de Monterrey que no se despega del realismo fúrico y denunciante de la violencia contra las mujeres. La relevancia de los recursos literarios se vuelve central en la apuesta de esta autora, pues siempre es riesgoso carecer del rigor literario para hacer relatos angustiosos y dramáticos con anuncio anticipado de final trágico. Leo poesía para niños escrita por Patricia Arredondo. Me preparo para leerme su siguiente poemario, en Dharma, Cancerófoba. Pero por lo pronto reviso las ilustraciones y los poemas cortos y alegóricos, risueños, delicados de Poemas para cuando se te caen los dientes. Irma Bastida hace la ilustración de ese libro que mereció mención honorífica en el premio Laura Méndez de Cuenca del 2019. Un exquisito libro que imprime el FOEM.Y estoy por verle el fin a una novela de Rafael Chirbes: Crematorio. Un narrador formulado desde el libre fluir de conciencia imprecativo. Nos relata la historia de una familia en medio de la transición española. Especula con reflexiones anticapitalistas y repudia los movimientos neoliberales abusivos en el medio.
16.- ¿Cómo es tu relación con las redes sociales y cuál es su lugar en tu socialización de tu actividad profesional?
Escribí una tesis de maestría y una de doctorado con el FB abierto. Creo que lo que me gusta, desde que uno se metía a chat de Latinchat es encontrarme con gente con la que puede uno conversar. Soy de vieja guardia y, más que visibilidad al estilo marketing, le concedo el espacio a las redes para ser un soporte de lo mismo que la vida cultural ofrece: conocer gente, enterarme de cosas, seguir temas de interés. Es vertiginoso y adictivo, pero también es amplio y plural cuando uno le encuentra un poco el rumbo. Creo que a Tw todavía le reservo el lugar del libre fluir de conciencia. Escribo sin contexto sin que me interese del todo lo que sucede en el scroll. Soy hijo del tiempo de los blogs, donde conocimos a muchos y muchas de nuestras selecciones de lectura. De hecho, pensaría que, antes de que Ruleta Rusa o PopLab o Confabulario me dejaran publicar, mi espacio, mi taller y mi escenario era el blog, los blogs.
17.- ¿Qué extrañas de tus tiempos de colegial?
Lo que me extraña es que utilices la palabra colegial. Sentí que ahora empezará a escucharse una canción de Magneto o de Caló.
18.- ¿Qué música oyes? ¿Tiene la música influencia en tu creación?
Busco el bit y el ritmo. La música que ponga a reproducirse, si lo hago, depende un poco de búsquedas aleatorias y estados de ánimo. Estos días, por ejemplo, le doy vueltas a dos cosas: The Whitest Boy y a algo que se llama, creo, C. Tangana que no sé si es grupo o solista.
19.- ¿Tienes algunos hábitos, manías, lugares o tiempos particulares a la hora de escribir?
Idealmente las mañanas son los espacios para escribir. Y, ahora que lo recuerdo, a mano, poco, pero algunas cartas, sobre todo los domingos en una mesa blanca a la que le da mucha luz por las mañanas.
20.- ¿Qué te brinda la literatura que otras experiencias de la vida no te da?
No sé. Creo que no estoy listo para ese panegírico. La vida da, la vida da. Supongo que lo que tiene la literatura es vida o lo que queda de esa vida que experimentamos. Si aludimos a Goytisolo, que cita a Pavese, “la literatura tiene ciertas defensas frente a las ofensas de la vida”, pero igual y no.