Kalimán, el famoso loco de la ciudad de Guanajuato, ha sido a lo largo de los años inspiración para muchos escritores y artistas de la ciudad, que ven en él un personaje envestido de un halo de misterio que lo destaca positivamente de entre la multitud. Hemos recopilado algunos testimonios (solo cuatro de una lista que podría ser enorme) de escritores y artistas sobre él.
ALBERTO RODRÍGUEZ “KALIMÁN”
Por: Pablo Paniagua
Lo vi por primera vez en el centro de Guanajuato, junto a la Presidencia Municipal, gritando: “¡Corran, corran, que vienen los trajeados!”, expresión inteligente dirigida hacia los “alienados del sistema” que se visten con saco y corbata como uniforme. Kalimán sabe su lugar en este mundo: “No paro de vagar”, dice; y entonces se asemeja a El Loco del juego adivinatorio del Tarot, con un palo de escoba como cayado, delgado como un asceta chamánico y la gracia inserta de su sabiduría, porque después de pertenecer a los Hare Krishna alcanzó una iluminación que se resume en estas palabras: “Lo mío no es una maravilla, es un milagro.”
Kalimán escribe, y escribe mucho, sobre papeles y anuncios que arranca de las paredes, pronunciando las sílabas como si fueran una especie de mantra, con significados y grafías casi extraterrestres, escritos inclasificables con una estética visual que, como objetos imposibles de copiar, se convierten automáticamente en verdaderas obras de arte: la obra de un genio, de un loco.
Pero si la producción de Kalimán tiene un valor intrínseco, el personaje que las produce, asimismo, es tema e inspiración para otros artistas, escritores y estudiantes de artes, porque Kalimán, el loco, es único y no admite imitaciones por mucho que un día dijera al regalarme uno de sus escritos: “Toma, a fin de cuentas eres mi alma gemela.”
Kalimán, como Franz Kafka, firma sus papeles con una “K”, quizá porque se sabe inmerso en el laberinto sin salida de esa misma “normalidad” que supone una amenaza para el presente y el futuro, de alguien que no peca de ignorancia frente a las mentiras de los hombres.
Sobre Kalimán
(período 2010-2013)
Por: Alejandro Acevedo
Sé que su nombre es Alejandro, como yo, aunque ya no estoy tan seguro. Se hablaban cosas sobre él en los círculos académicos o culturales. Me hacía un poco de ruido el que se le considera parte del paisaje o color local; no se indagaba más al respecto, aunque… ¿se tendría que hacer? ¿Un clochard carece de derecho a la intimidad? Sé que eventualmente lo llegaron a bañar agentes policíacos. El municipio intentaba poner su granito de arena. Afortunadamente, siempre recuperó su estado original. Escribía sin cesar a cualquier hora del día. Nunca pedía dinero. O al menos nunca nos lo pidió a nosotros. Pero nos regalaba sus manuscritos con tanta facilidad que no podíamos sino retribuirle con algo. Alimentos, ropa. Un libro. Lo hacíamos. Siempre lo agradeció de modo abstraído o enajenado. Con Pablo Paniagua quisimos conocer sus pensamientos. Entonces intentamos traducir su criptografía. Esto fue tarea de Yanín E. Givaudan. Lo consiguió. El mensaje venía del futuro. Hablaba de catástrofes por venir. De códigos a los que no podíamos renunciar. Eran llamados urgentes, apocalípticos e irreales. Nos urgía a un cambio de conciencia. No lo supimos aquilatar. ¿Será tarde ahora? ¿Pagaremos caro no haberle tomado en serio? Cada quien tendrá su opinión. Yo no supe salir de la caverna platónica. ÉL SÍ. La traducción y transcripción de sus escritos iban a formar parte del primer número de la revista H1N1. Sin embargo, ésta jamás vio la luz. Una trivial discusión entre mi querido Paniagua y yo dio en el traste con ella. Pero él siguió inobjetable, ajeno e inviolable. Las vidas humanas siguieron su curso. Ahora el mundo ha mutado de apariencia. Supimos así que siempre tuvo razón. Le ha ganado la partida a la locura. Y nuestra extraña, indiferente y frágil sensatez se ha quedado en su lugar.
Nunca olvidaré la primera vez que vi a Kalimán. Era más de la una de la mañana, yo venía de un bar con mi mejor amigo Iván, y justo en frente de la Dama de las Camelias vimos a un hombre desaliñado sentado sobre un bote de pintura, escribiendo frases ilegibles en una hoja arrancada de cuaderno. Me acerqué para preguntarle sobre qué escribía y sólo balbuceó, entonces entendí que un hombre como él tenía que ser contemplado desde lejos… Desde entonces lo veía andar con montones de hojas garabateadas dentro de una bolsa de plástico, ya iba, ya venía… Le tomé varias fotos, es más, en otra ocasión me tomé una foto con él; no recuerdo como lo convencí. 8 años después sigue andando por las calles y callejones de Guanajuato. Sigue siendo para mí el poeta Kaliman, el loco Kalimán, el hombre más feliz del mundo.
Montserrath Campos Sánchez
CAbe mencionara poeta celayense Montserrath Campos Sánchez publicó en la antología Las avenidas del cielo (UAA/UG, 2018) el poema “El loco” dedicado “al loco Kalimán” en el cual se lee:
Te he visto cruzar las avenidas burlando las bicicletas
ahuyentar al peatón con tu sonrisa geométrica
con tu cuerpo de Hércules deshidratado (…)
Te he visto escribir bajo un farol encendido
Recoges servilletas, acumulas periódico,
hojas que alzan el vuelo como palomas de kiosko (…)
Te he seguido en tus rondas de bohemio
he visto salir el sol bajo tu pelo chapopote
Y en aquella noche de mayor inspiración
cuando ya no hubo más hojas que rayar, ni más brazos
te vi quitarte la camisa para escribir sobre tu abdomen
Del mismo modo lo menciona también la misma autora en su más reciente libro, Dos infancias (La Rana, 2019)
Hace once años que camino en esta ciudad. No tardé en toparme a Kalimán por ahí y en sentir mucha curiosidad, sobre todo por su escritura ascémica. Un día me encontré en el piso algunos trocitos de su obra y los pegué en un cuaderno junto con otros papeles callejeros, como él y yo. Un día me le acerqué para preguntarle si me vendería alguno de sus trabajos pero empezó a gritarme y no paró hasta después de que ya me había alejado. Pero eso no me ha detenido para tratar de establecer contacto estético. De hecho hasta ahora he realizado tres hallazgos en Paseo de la Presa de obras completas de Kalimán hechas pedacitos esperando encontrar alguien que quiera ayudarme con su restauración para ver cómo lucen y ver si podemos desentrañar algún misterio de su creador.
Julio Sahagún Sánchez