Este es un ejercicio de evocación de las escrituras de poetas del estado, quizá parcial y arbitrario como todos los ejercicios de este tipo por más objetivos que se pretendan, que no intenta más que dar cuenta al lector no especializado de la diversidad de temáticas y modos de la poesía que se ha gestado en este estado en los últimos años. Hemos escogido a diez poetas que han publicado más de un libro de poesía y que aparecen en antologías o en artículos periodísticos del estado y el país, y que continúan con sus actividades relacionadas con la poesía.
La poesía de Lirio Garduño-Buono (1960) es una escritura naif con rasgos de cosmopolitismo. Es el fruto de los viajes, la mirada puesta en el instante, la pasión por la pintura y la contemplación de los paisajes geográficos. Algunos de sus libros son: El duende de las cosas repetidas (2006) y Retratos pintados con agua (2010), éste último, en mi opinión, uno de sus mejores libros.
Jorge Olmos Fuentes (1963) es nacido en Irapuato. Es autor de varios títulos de poesía, entre los cuales podemos destacar la Baladas un poco tristes (2006). Cuando escribe prosa, este autor es dueño de una refinada y precisa expresión, en donde revela sus dotes de un poeta con holgura. En Música negra el enunciado (2005) leemos (¡cuánta verdad en esas palabras!):
Mientras niño, el ser humano quiere ser adulto. Entonces intenta acelerar la marcha lenta de sus sentidos, la parsimonia de su mente, la natural plenitud de su cuerpo. Después, también eso fue dicho, cuando alcanza la estación adulta, el asombro es inmediato: hallase arrojado a una velocidad de vértigo, y el destino de esa carrera espanta. Es tarde para darse cuenta qué se deja atrás: la profunda, íntegra y reposada trabazón de uno con el mundo circundante. Qué vocabulario, cuánto éxito conquistado, vaya cantidad de cosas adquiridas. Pero también está latente la tristeza honda, los dolores acumulados no siempre puestos en su sitio, animadversiones o rencillas tomadas a pecho entre uno y otro paso, los rostros difuntos y los destinatarios del afecto convertidos en polvo de ausencia, exclusión y olvido. Eso es la vida, dirá con firmeza alguna voz anónima, y no le faltará razón, porque de lo vivido un día y otro erige en su alma el hombre su experiencia. Y ésta acaso trae consigo de nueva cuenta la profunda, íntegra y reposada trabazón de uno con el mundo circundante.
.Concepción Sámano (1971) inició su curso en la poesía con una poesía oscura, que plantea un sentido fatalista de la humanidad y del cosmos. En La oscuridad del origen (2009), encontramos poemas breves, concisos y redondos como el siguiente: Sólo hay el precipicio / para el que se echa a correr / cuando descubre en el estanque / el reflejo / de sí mismo (“Narciso”). En un trabajo aparecido a la par del anterior, Melusina o del perenne aroma de claveles (2009), atestiguamos emociones límites de una pasión desaforada y que en momentos recuerda a la locura. Su poesía ha experimentado, no obstante, una evolución hacia la búsqueda de la espiritualidad, sin desligarse de los temas que han trazado una cosmogonía personal en su trabajo poético. Su último poemario publicado, El cuerpo que me lleva (2013) da cuenta de ese giro.
Amaranta Caballero Prado (1973) es una poeta que experimenta con el discurso tocando varios de los registros de la posmodernidad: desde el lenguaje coloquial al barroquismo lingüístico. Uno de los motivos principales que pueblan su poética son las aves, a las que interpela desde diversas posiciones: la observación libre, el lenguaje técnico, el ensueño. Su trabajo está publicado en revistas nacionales e internacionales; y es referenciada como una de las voces femeninas que cultivan la apuesta formal dentro de la poesía mexicana actual.
Finalmente, José Antonio Banda (1982) funda su poesía en la emoción de un derrumbe interior. Su primera obra Cuaderno en ruinas (2011) contiene de una visión apesadumbrada del sentir ensimismado. Eso se prolonga en Teoría de la desolación (2012), donde el proyecto de su escritura acierta a edificar una poética personal de la ya conocida emotividad del abandono, en formas contemporáneas. Río interior (2016), obra premiada a nivel nacional, es la maduración de ese proyecto: allí los sentimientos sombríos fluyen de una manera más solvente y con gran cuidado del nivel sonoro de la palabra. Banda es un poeta que cabalga sobre una tradición, apartado de muchos otros poetas de su generación por transitar a contracorriente viejos temas del dolor de la existencia humana, que no deberían morir en la literatura.