Tras la crisis económica actual a causa de la pandemia por el covid-19, muchos locatarios y pequeños empresarios de la ciudad de Guanajuato se han visto muy afectados. Entre ellos, los que se dedican a la venta de libros. Las ventas han descendido hasta un 60%, habiendo días de venta mala, otros regulares, pero ya no de tan alta como alguna vez. El turismo nacional ha ayudado sólo en algunas semanas particulares a algunos locales de libros a sobrevivir y salir a flote, con base en esfuerzos como ofrecer remates y descuentos, e incluso vocear en la calle como lo hacen los hostess de los restaurantes. Hay días en que no se vende absolutamente nada.
Al menos tres librerías están en números rojos y en posible proceso de cierre. Y es que, contrario a lo que sucede con otros sectores, no hay un plan de rescate ni de estímulos gubernamentales para la cultura de la lectura en la ciudad. Si bien existen programas de apoyo económico para pequeños empresarios, sus requisitos son tan complicados que la gran mayoría no tiene acceso a ellos. Falta mucha difusión del gobierno de la importancia que el libro cobra en esta pandemia, y el papel acaso central que debería tener a causa del confinamiento casero en el que aún mucha gente se encuentra.
Hay mucha incertidumbre al respecto en este sector conformado por al menos una veintena de familias, de las que dependen los ingresos de otro tanto de familias de empleados. Pero no sólo eso. Sobre esas familias de libreros recae el peso de la tradición de la lectura en la ciudad y mucho de lo que esto supone para la sociedad: acceso a la información conocimiento, cultura y educación, principalmente para los sectores populares, que son los principales compradores de estos libreros. No se debe subestimar la importancia que la lectura tiene para nuestra sociedad: el libro no sólo entretiene, sino que motiva la vida y quita las vendas de la ignorancia de los ojos.
No se hable ya del ideal de que existiera una biblioteca en cada colonia. Ni del programa de Salas de Lectura que, al menos en la ciudad, fracasó estrepitosamente; y cuyos dos Paralibros (puestos que permitían acceso a libros prestados a la población, y que funcionaban sólo medio turno al día) fueron abandonados por el gobierno, y por ello terminaron siendo tristemente saqueados y vandalizados.
En tanto, los libreros de la ciudad se resisten a la extinción, ofreciendo descuentos y diversas promociones para poder llevar dinero a sus hogares. Guanajuato no es sólo bares, restaurantes y hoteles; también existe aquí una economía del libro, que forma parte de nuestra identidad cervantina, y que es necesario no abandonar en estos tiempos difíciles.