En uno de los cerros de la capital de Guanajuato, hacia la Presa de la Olla, existe un enigmático faro que se levanta mirando hacia la ciudad, alzado con su singularidad. Muchos se preguntan ¿qué hace un faro en un cerro y cuál es su origen?
La versión oficial dice que fue levantado para que los trabajadores de las minas de La Peregrina, del Cubo y De las Torres, se guiaran en sus travesías, ya que la oscuridad de la noche hacía muy difícil en camino en el cual no imposible perderse. Originalmente, los mineros prendían montones de materia ardiente para que el fuego los guiara; sin embargo, en épocas de lluvias, éstas eran ineficaces. El gobierno municipal ordenaría entonces la construcción del faro a mitad del siglo xx, lo cual favoreció mucho el trabajo del gremio de mineros que trabajaban rumbo a esa zona.
Sin embargo, la tradición oral propone otra historia, no oficial, y muy romántica, según la cual un marinero guanajuatense retirado de la actividad en mar, habiendo regresado a su ciudad natal, solía admirar la vista desde este elevado lugar, cerca del cual habría tenido su hogar. Desde esa distancia, al ex marinero le parecía que la ciudad simulaba un mar cuyas olas se mecían según la luz del sol declinando. En recuerdo de sus largos viajes por el mar, habría contratado a una cuadrilla de albañiles para levantar el faro, y desde allí, lograba conciliar todas las tardes, durante puesta del sol, fumando de su pipa, su vida actual con sus amados recuerdos en travesía. Se dice que era su lugar favorito para estar, por lo que de hecho su vida terminó junto al faro, muriendo al pie de la construcción. Hay quienes aseguran que incluso fue sepultado en ese mismo sitio. Esta es la versión que consiga el Portal Capital Route y la página de Facebook Guanajuato: mitos y leyendas.
Telediario, en su edición Bajío, consigna una tercera versión, impopular e improbable, según la cual el faro fue construido para orientar a las tripulación aéreas que sobrevolaban la zona.
Lo cierto es que el sitio es de libre acceso. Se puede subir a él desde al menos dos entradas a píe de calle. Uno llega al cabo de unos quince o veinte minutos de caminata hacia arriba. Y ofrece una vista formidable de esa parte de la ciudad, dando una sensación de paz al visitante. En el faro se han inscrito un sinfín de placas y grafitis con plumones, lápices, crayones o aerosol, que afean o revisten con una estética de barrio al faro, según lo vea el contemplador, sin embargo, a veces le dan mantenimiento, pintándolo todo de blanco.. Y es un punto de excursión de ciertos jovencitos que suben a acompañados de refrescos o cervezas, y bajan cuando empieza a anochecer. Desgraciadamente, en algunas ocasiones, algunos no recogen su basura de las inmediaciones, por lo que es probable alguna vez que se le encuentre un poco sucio, lo obstante lo cual vale mucho la pena la visita.