Kevin Gónzalez es el autor de Estaciones grises, poemario incluído en el libro colectivo Las buenas nuevas. Antología de poesía de la última juventud guanajuantenses. Dicho título, Estaciones grises, remite a las estaciones del año y su tránsito de diferentes sensaciones, tonos, matices, juegos de luces y sombras; así como a la grisura que significa el sinsentido de un mundo que parece estar regido por el absurdo, donde caben lo mismo la alegría que el dolor, el júbilo del instante amoroso y la monotonía del día a día, sin obviar el humor que de manera sutil se propone en algunos de los poemas del libro tras un viaje de diversas escalas emotivas. Algunos de los poemas destacados de este poemario son “Terquedad de tu recuerdo”, “Amor cósmico”, “El valiente” (referente a su estancia como estudiante en la ciudad de Guanajuato y su relación con sus compañeros de casa), “El diván y yo” y “El siervo que hunde la punta de sus pies en un estanque de mármol”.
Algunos de estos poemas habían sido publicados en revistas como Insolente y Golfa. Recientemente, Kevin fue selecionado para integrar el primer número de la revista El conjuro de las ranas, con una microficción titulada “El no-yo”.
Presentamos dos poemas del autor contenidos en la antología a la que hacemos mención.
EL SIERVO QUE HUNDE LA PUNTA DE SUS PIES EN UN ESTANQUE DE MÁRMOL
Yo, siervo del mundo
que hunde la punta de sus pies
en un estanque de mármol,
¿cuál es mi historia?
Yo, que he de someterme a la penitencia
y cargar con los hombros el peso de la vida.
Yo, que amo con tal ferocidad
que con una sola frase temo revelar
mi muerte por la consolación
de un roce de cuerpos
cuando, en mi cama,
quiero abrazar el mundo entero.
Yo, saciado y repleto,
dejo que la soledad me destruya
y que el silencio caiga
como espuma sobre la playa.
Yo, que no tengo rostro,
mi cuerpo precede
al morboso placer
cuando digo no.
Estos son los verdaderos ciclos;
no soy la gota de lluvia que seca el viento;
yo provoco el soplo que seca el jardín.
Es un alivio tener la atención de algo
para después, no hablar,
y seguir el sendero en la oscuridad.
Pero he de ser otro:
el de algún rostro y algún cuerpo,
el que calla y otorga,
el que pueda con la pesadez del mundo,
el que sea lluvia y viento,
el que ame sin desasosiego.
Pero mi mente está fatigada
y, si me desvío hacia aquí o hacia allá,
muy pronto, las aguas revueltas
me hundirán sin poder de salvación.
Y yo, que soy múltiples vidas,
volveré a ser el siervo
que hunde la punta de sus pies
en el estanque de mármol.
UNA GOTA A LAS 3:00 DE LA MADRUGADA
No ha encontrado el camino.
Seguro se ha quedado en el plomo
o no tiene voluntad de venir
mi compañera que, a esta hora,
debería estar haciendo la noche más densa
de lo que la primavera lo hace.
Sé que ha de llegar
porque me cuenta sus secretos;
es un tic tac que se multiplica al infinito
y más de una vez
escuché su quejido
diciendo:
Tu vida a costa de la mía.
Pero no le temo;
espero paciente su arribo,
mi sol en la vigilia.
Y si me quedara sordo
no me lo perdonaría,
porque he dejado una promesa
a las 3:00 de la madrugada:
nuestra voz, unísona,
dividiendo el aire y el espacio,
mientras cruzamos, con los pies desnudos,
la crueldad de la naturaleza
para estar juntos
perforando el suelo:
plinc
plinc
plinc
y sentir que eso es el tiempo.
EL VALIENTE
Soy valiente
cuando subo
al camión
con el dinero exacto
y me deja
en el callejón
donde
matan al dos por uno
y te dicen:
¿a dónde vas, güero?,
para llegar a casa
con los puercos de mis roomies
y rayarles la madre por los platos.
Soy valiente
porque nunca busco
ser alguien que no soy.
Soy yo y mis circunstancias,
dijo un filósofo.
¿Y qué son las circunstancias?
Leo maquinalmente
porque pienso en otras cosas.
o quizá sea por el chingadazo
que me di en la cabeza
cuando era morro
y no sabía lo que eran
los putazos de la vida.
Soy valiente
porque me amarro los huevos
como dicen los filósofos de ahora;
y todo para que en mi epitafio
se lea: aquí yacen los restos
del güey que vio muy dentro del abismo
que le salió el tiro por la culata.