Viene de: https://extraextra.mx/blog/la-ciudad-de-guanajuato-cantada-por-sus-poetas-parte-i/
Otros poetas que han cantando a la ciudad o sus hitos son: José Antonio Bermúdez, quien es su poema “Cobíjame” (1999) caracteriza a las plazas de la ciudad como “umbrales del deseo” y acusa en cada calleja un baúl donde se conserva la verdad del pueblo. José Ignacio Maldonado en su poema “Marfil” del libro Las sienas el desierto (1984) le canta a esta hoy colonia:
Plateada entre arcoíris nacarados
desciende entre las pierdas la silueta de la calle;
enjutos perros parados de ladrido amable
saludan a nuestro paso tras la verja reja,
alguno sale,
saloma caravanas circulares y se aleja
brincando por la calle hasta el sendero.
En canciones de amor y sombra (1965) Luis Rius ha incluido dos poemas titulados “Guanajuato”. El primero es una visión de la mañana en la ciudad:
Abierto frescor que baja
del monte, pregón alado
de nueva luz y fragancia.
Ya vienen los carboneros
por las calles empinadas.
Burros trotones y tristes
al aguijón de vara.
El segundo poema se centra más en lo humano:
No es la estrechez la tuya de la celda,
ni del palacio la grandeza enorme
y desolada. Es el hogar lo tuyo,
la casa buena donde el hombre es hombre.
(…)
Ciudad antigua de mineros tristes,
de alegres niños y de hidalgos pobres,
de silenciosas fuentes que del agua
han olvidado el claro y dulce goce.
Finalmente, el mismo poeta nos regaló un poema para “La calle de Positos”, en la que se teje un paisaje casi bucólico entre las calles. Y donde lo que más llama la atención es el “Alegre tamborileo de las calles con sus cascos”: los de las recuas que vienen bajando calle abajo.
Juan José Araiza Arvizu en su poema “Las ranas” de 1997 canta a las ranas, dedicando el poema a la ciudad que, como sabemos, significa en tarasco “lugar de ranas”: “Son voces monofónicas y extrañas que mansas ya resbalan a la hondura / y rompen la quietud de las montañas”. Oscar Echeverría Mezia nos da un “Nocturno de Guanajuato”, vista “del brazo de España”. La noche de la ciudad es para él “honda y trasparente”, “hechizante y febril”, “sensual y profunda”; y en ella se señala ya la presencia de Cervantes “hecho ya Don Quiote” Pedro Vázquez Nieto su poema “Caída sobre los verdes” (1987), nos remonta a un jardín al mediodía desde donde se contempla la calada y el “cubista” caserío del caserío. En 1999, Rolando Álvarez propone un paisaje apesadumbrado y signado por cierto hastió de una ciudad. “Mi ciudad” a la que faltaba entonces una “tabaquería y un / café macilento y viejo / donde esperar la hora de la cita, / del teléfono o simplemente donde / pasar la tarde leyendo a Cavafis”. A.J Aragón en su poema “Diagonal” imagina al flâneur Baudelaire caminar por la calle Sopeña en un viernes de Dolores: “No sabemos si entrará al MIQ / o si descansará en la plazuela Cervantes,” lo que sí sabemos es que “cuando vuelva a su mundo / llevará en su equipaje las flores de Guanajuato.”
Y Efraín Huerta, en su libro Los eróticos y otros poemas (1974) canta la “Luminaria de Guanajuato”, en donde el tema de la rana vuelva ser central en ese lenguaje moderno y con el cual, en alusión al Pípila, héroe mítico de la ciudad, nos recuerda que “Todos llevamos una losa a cuestas / Todos llevamos una pena por los incendios que faltan.
En 2012 se publicó el libro Cartografía interior de Berenice López Romero, el cual se propone como un itinerario poético por la geografía de la ciudad emparentada con los afectos de la escribiente. En este libro se le llama Kuanajuato a la ciudad y es vista como una cinta de Möbius por sus paisaje urbano característico, como un anfibio (en clara alusión a las ranas de su orografía), como una fortaleza, como un río, de casas supuerpuestas, de vecindades soledosas, de callejones que no conducen a una salida, de rostros sin nombre, como una isla es una isla #donde el tiempo no repara en ser tiempo, “bullicio de casas coloradas”, como una bruja, como un misterio que serpea, como un limbo, hecha de piedras, agua, rumores, luz, niebla, viento, acritud. Las montañas embarcan estas postales con sus cañadas, amaneceres y lluvias. Nos dice la poeta:
La ciudad es una gota
derramada por las montañas.
La luz serpentea en los callejones;
y en las casas
–cascadas tornasol–
hierve la luz
en el agua que funde la piedra.
Finalmente, los poetas jóvenes. Rocío Mexicano, en uno de los mejores poemas de su libro Besos de Madrugada (2011) habla así acerca de un callejón de Guanajuato como pueden ser muchos de esta ciudad:
pensaba en llenar
mi alcancía de estrellas
pero siempre
gasto todas para alumbrar
el callejón que lleva a mi casa
De un lenguaje extravagante y aglutinador de registros, Aldo Revfaulknest en su libro Balada poliédrica de fúnebre narcicismo (2015) hace algunas notas interesante a lo que es dado vivir en esta ciudad, y así señala en “:En esta calle flotan botellas de mar” que: “a la periferia del túnel de Juan Valle/: nadie está desamparado en la miseria”. Otras notas del mismo tono, alusivas a la vida etílica dela ciudad se elaboran en “:Guanax subterráneo”.
“En noctívago”, Daniel Silva traza una noche de melancolía, etílica, en un ámbito tipo cantina que, si sino es la ciudad nocturna misma, es una intimidad que se repliega en ella. Algo similar sucede en “Auxilio.” Ambos poemas aparecieron en los números especiales de la revista Anomalía, dedicados al “Barrio en Guanajuato”.
Bien, hemos visto en este recorrido sumario, pero que confío representativo, cómo la ciudad de Guanajuato, sus formas de representación y lugares emblemáticos han sido motivo de inspiración y tema de una constelación de poetas de diversos estilos y tonos, siendo probablemente esta ciudad una de las más tratadas poéticamente en este país, sin duda por su importancia cultural, así como por ser el hogar de una comunidad de escritores. No parece que esta tradición de cantar la ciudad de Guanajuato y sus hitos pueda llegar a perderse. Con toda seguridad aparecerán nuevos poemas sobre a ella, de nuevos autores, en los años venideros.