Ringo Yáñez es el joven autor de Pulso telegráfico, uno de los poemarios que forman el libro Las buenas nuevas. Antología de poesía de la última juventud guanajuatense (Kairós, 2020), una de las novedades editoriales del estado que más sensación han causado. Su poemario, tal como lo ha expresado alguna vez, tiene como tema principal el tiempo y las fatalidades que se le asocian: la finitud, la muerte, la brevedad del amor, el drama del deseo.
Ringo empezó a escribir hacia los 16 años. Fue un niño interesado en temas históricos y llegó a la literatura por su abuela, quien le leía de niño y le contaba historias. Entre sus lecturas destaca a Roberto Bolaño, José Emilio Pacheco, Octavio Paz y el conde de Lautréamont. En el año 2017 ganó el primer lugar en el certamen de cuento Espiral, de la Universidad de Guanajuato. Su cuento ganador, inspirado en el México postrevolucionario, se publicó en el semanario Chopper. Luego, publicó algunos poemas en Golfa. Cuando era un joven preparatoriano y platiqué con él por primera vez, entre sus ilusiones figuraban la de escribir una novela y ver sus trabajos publicados en un libro. Hoy uno de esas ilusiones ya se ha concretado.
A pesar de su talento, se toma su papel con bastante modestia. No se considera un poeta aún, aunque sus poemas tengan el equilibro de intuición y técnica, la inteligencia y la emoción, y causen una profunda impresión a muchos lectores en tan pocas palabras. Para él hablar de poetas es invocar palabras mayores. Piensa, por ejemplo, en Arthur Rimbaud, cuyo mito lo seduce. Para él, ser poeta, más que escribir poemas, es un posicionamiento y una actitud ante la vida y el mundo. Hacer de la vida una obra de arte o un poema como lo hicieron los románticos o los beats. Estos extremos lo fascinan, pero prefiere la mesura: guardar un equilibro que lo haga gozar de la literatura y hacerla, pero sin dejarse arrastrar a lo terrible. Esta concepción de lo que es un poeta verdadero lo hace desaprobar el estereotipo, que se ve por centenas en estos días, del joven poeta jactancioso, que es más una pose esnobista que un verdadero oficio y una autoconciencia de la escritura. El poeta que es un meme. Esto porque sabe del trabajo que implica volverse un poeta de verdad gracias al manejo diestro de las palabras. Para él y para muchos la figura del poeta se ha depreciado. Y lo dice recordando la grandeza de los funerales públicos de Amado Nervo, y lamentando que tal investidura se haya perdido en estos tiempos que le ha tocado vivir. Pero escribe y goza hacerlo.
Por ello, sigue trabajando en su proyecto de primer libro, el cual tiene el título provisional de Haber nacido no es todo el milagro (un verso de Mario Santiago Papasquiaro), del cual Pulso telegráfico sería un adelanto, a la par que estudia la carrera de Letras Españolas en la Universidad de Guanajuato, en la cual procura ser buen alumno.
Recordando su vida, Ringo no tiene reparos en afirmar que, contrario a la figura del poeta precoz que aprende a leer a corta edad, él se vio obligado a aprender a leer hasta la tardía edad de ocho años, lo cual hizo gracias a El libro mágico y la paciencia de su madre, quien lo sentó todos los días frente a las lecciones y lo hacía repetirlas. Sin embargo, a pesar de no tener un apego inicial por la lectura, se volvió con el tiempo un lector interesado, y luego empezaría a escribir versos adolescentes que ahora descarta por su ingenuidad, pero que le sirvieron como ejercicio y para experimentar su propia relación con las letras y dialogar con la tradición al buscar recrear los ritmos y los estilos de los poetas que admiraba en sus poemas de amor.
Autocrítico consigo mismo, no se afana en publicar constantemente como muchos jóvenes de su edad que también escriben, sino que procura madurar el estilo, someterlo a la prueba del tiempo y de los ojos críticos de otros para ofrecer solo trabajos pasados por la reflexión. Y es que le tiene mucho miedo a publicar algo que no tenga la altura necesaria, un signo de madurez y de gran sabiduría para su corta edad. “Publicar mucho no te hace escritor, aunque eventualmente tengas que hacerlo y demostrar lo que sabes hacer”.
Esta mesura buscada no le impide a Ringo resplandecer en su poemas, breves pero capaces de contener la enormidad de lo ideal.