Paulo Torres (León, 1998) es estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Pública en la Universidad de Guanajuato. Ha publicado en las revistas Golfa y Cisne y a través de plataformas como Facebook e Instagram. Inició su actividad como narrador y poeta en el Taller Literario de la UG. Participa en la antología Las buenas nuevas. Antología de poesía de la última juventud guanajuatense (Kairós, 2020).
1.- ¿Cómo fueron tus inicios en la escritura y a qué edad?
De niño escribía poesía. La primaria fue la infancia que aún no se ha escrito. Era un niño queriendo ser todo de grande; abogado, doctor, presidente, guitarrista de Metallica, Michael Jackson, hasta perrito french poodle, siempre fui muy epicúreo. Sin darme cuenta, creaba zoológicos con mis juguetes y yo era el señor que cobraba las entradas, el dueño, los visitantes y animales, todo lo que pudiera ser. Después cuando me aburría agarraba la libreta y escribía guiones y metáforas simples de un libro selvático, sin saber lo que era eso. Recuerdo mucho un poema a mi madre cuando tenía seis años y yo escribía de sus ojos azules comparándolos con lagos, aunque en realidad mi madre tiene ojos marrones; para mí ella era un ángel. Otra de las cosas fue cuando mi abuelo me enseñó a sostener un libro, el me hizo recordar a la niña que me gustaba en la escuela y me dijo que lo sostuviera como si tratase del rostro de María Fernanda; lo agarre con firmeza y esas vacaciones fueron distintas; en lugar de correr por la arena o sumergirme en la playa, yo prefería leer Robinson Crusoe. Cada vuelta de página la daba con cautela como si se tratara de las reliquias papales.
Cuando iba en tercero de secundaria el maestro Dolores y yo teníamos serios conflictos, nos odiábamos como perros sarnosos disputando el hueso, siempre me decía que yo sería muy listo, que no me veía de jugador cobrando un millón mensuales, sino dedicado al estudio y a los libros, y detestaba eso; sentía la contraria pues él sabía que estaba en la tercera división profesional con tan solo quince años y mi sueño era jugar. Cuando entré a la preparatoria olvidé la lectura al punto de que las mujeres, el alcohol, la holgazanería, las peleas con los cretinos eran parte de mi vida cotidiana; el futbol estuvo siempre presente, fueron cosas de la adolescencia que nunca olvidaré porque aprendí y pase por todo, sexo, drogas, fiesta, lo peor que he hecho y también lo mejor, sucedió en la preparatoria. En el último año tuve que pedir baja temporal en mis asuntos escolares el equipo de futbol de la primera división de Toluca había firmado contrato conmigo y fui a vivir un año en Metepec; me iba futbolísticamente muy bien y particularmente mal, jamás había soportado tanta soledad, no tenía amigos ni compañeros, la disputa por un puesto era codiciosa, egoísta y conflictiva, había mucha técnica para el oficio pero escaso trabajo en equipo. La pase muy mal hasta que conocí a Don Tomas, frutero del calvario en Metepec que me decía que escribiera todo lo mal que la estuve pasando, fue ahí cuando las letras eran más exquisitas que un balón volando por el trayecto de setenta metros del campo. Decidí regresar cuando tenía dos ofertas de contrato, una el mismo equipo y otra por parte del club América.
Sostuve que no era lo mío. Dl profe Dolores no fue tan severo y detestable después de todo. Llegué nuevamente a León para continuar con mis estudios y me enamore de la joven Lizette Muñoz. Cuando ella hizo noviazgo con Francisco, quien también escribía, sentía celos; ella me hablaba mucho de lo que sentía cuando él la deletreaba, y como niño enrabietado, me puse a escribir para demostrar que yo también podía hacerlo sin saber que este era mi oficio. Ahí creé la página que actualmente uso en Facebook y en donde a veces comparto lo que pienso y escribo. Con el tiempo ella se fue no sé a dónde y yo continúe adentrándome a lo que más me gusta: escribir.
2.- ¿Cómo es tu relación con la lectura?
Es un concubinato. Estoy poseído por el librero, soy su más fiel amante. Ahora pienso que los libros no deben sostenerse con ternura; hay que arañarlos, rajar sus hojas y hacerlas nuestra cena, el desayuno, desangrarlas, someterlas a la guillotina; salir con ellos al parque en el otoño, halagar sus capítulos y tomos, decirles lo mucho que los quieres, comprarle gerberas y girasoles en primavera, hasta que la lectura tema quedarse sin anillo y te pida matrimonio.
3.- ¿Qué te da la literatura que ciencia política no puede darte?
La más recóndita de todas las confesiones, la nuestra.
4.- ¿Cómo definirías tu poesía de los comienzos y la más reciente?
Me desconozco. He dado un giro en esta búsqueda incansable de nuestra propia voz. Cuando cojo un texto viejo, busco las pruebas peritales para resolver el caso, encontrar todos los fenómenos que emanan de la escritura y lo que realmente quería decir. El tiempo junto con sus relaciones, fueron petrificándose en mis palabras y ahora son tan solo recuerdos que ya ni toco siquiera como ejercicio catártico.
5.- ¿Cómo fue tu experiencia en el Taller Literario Universitario de la UG?
La primera vez que entré presenté un poema malísimo; creía que era un poema celestial, y lo mejor que pudo haber ocurrido fue aventarlo al ruedo donde los toros son natos y de profesión, gente experimentada dando un puñetazo de crítica a tu texto. Nunca me desanimé, seguí escribiendo hasta pulirme y tras un año de pertenecer al grupo lo sigo haciendo. Todo lo que sé, lo que poseo, ha sido gracias al taller; las videncias, los amigos, las experiencias, la critica, los cumplidos, las correcciones, la creación y el amor por lo que hago, este bordar de suéteres que me abraza en el frio invierno, las letras, nuestra madre literatura.
6.- ¿Cómo fue tu experiencia en el proceso de trabajar tu poemario para Las buenas nuevas?
La mejor: me hizo ver las cosas palatables de la vida, el titulo cumple con su significado mientras guiña un ojo. Si no lo hubiera escrito, con certeza sería otro. El proceso fue en plena pandemia del Covid-19. Encerrado tuve que descubrirme, resolver la rúbrica del alma hasta ensamblar las caras con los colores que fueron pincelados en la poesía y así poder decir, “He ahí, el cubo resuelto”. Una mirada dentro de nosotros mismos. Cuando sientes que el poema no puede seguir más por otra línea, hay una enorme luz del momento presente, ningún pasado o futuro pueden alterarlo, solo así queda el diamante en bruto de lo que somos, fuimos y seguiremos siendo.
7.- ¿Cuáles son tus escritores y poetas favoritos?
Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Octavio Paz, Jorge Ibargüengoitia, Rosario Castellanos, Elena Garro, Jorge Luis Borges, José Emilio Pacheco, Julio Cortázar, Roberto Bolaño, Mario Vargas Llosa, Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare, Franz Kafka, William Faulkner. Edgar Allan Poe, Alejandra Pizarnik, Oscar Wilde, Marqués de Sade, Jaime Sabines, Federico García Lorca, Pablo Neruda, Mario Benedetti, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, entre otros.
8.- ¿Qué representa para ti la poesía?
Un espejo.
10.- ¿Qué planes literarios tienes luego de Elegía a un revoloteo fugaz?
Estoy escribiendo dos poemarios: Camino al ahuehuete y Deseada por Dios. También estoy escribiendo un libro de cuentos al cual nombré Los conjuros de la naturaleza.
11.- ¿Cuáles son tus poemas favoritos de Elegía a un revoloteo fugaz?
“Camino al ahuehuete”, “Te declaro Camelina”, “La silla”, y “La última loma”.
12.- ¿Qué historias hay detrás de algunos de tus poemas?
“Camino al ahuehuete” fue un viaje que tuve en la infancia cerca de mi rancho. Un día mi familia quiso visitar el Sabino, árbol de ahuehuete en San Francisco del rincón, Gto. No teníamos pista ni mapa de cómo llegar a él, solamente rumores, así que preguntando es como se llega a Roma, decía mi padre. Los locatarios nos condujeron y algunos otros nos desviaron; todos ellos nos tenían un mito o leyenda acerca de él, los recuerdo muy bien. Tras dos horas de larga caminata, dimos con majestuosa obra de la naturaleza, y le abrazamos el tronco, éramos catorce. No lo podré olvidar.
Relaciona una palabra:
AMOR – De lo que estamos hechos.
AMISTAD – De las mejores virtudes del hombre.
POESÍA – Un reflejo de luz. El túnel iridiscente que canta como el agua y nos asegura que realmente estamos vivos. La prueba evidencial de que existimos.
SEXO – Sí, por favor.
VIDA – Un bon voyage.
HUMANIDAD – Creo que ha perdido su brújula desde que fue inventada.
TRABAJO – El frijol que germina sobre la tierra.
LITERATURA – Sí, por favor.
MUERTE – ¿Cómo hablar de lo que aún no he vivido?
LA ÚLTIMA LOMA
Paulo Torres
Cruzando las vallas de púas,
la parcela del señor Arnulfo.
Voy con pies descalzos y enlodados.
Es un cerro verde y frágil,
desparramado por la lluvia de abril.
Se entumen mis chamorros.
La neblina oculta la cúspide.
¡Crack! Una rama que yo no pisé.
Es una yunta de bueyes
masticando pastizal.
Aquí es la loma de los padres.
En la loma de los vainillps,
se sube a gatas con el cuerpo.
¡Chuc, chuc! Una escopeta
me acecha las espaldas.
“¡Qué chingados quieres aquí,
méndigo chamaco!”
Enardecido, al hombre
le sale humo por las fosas.
Le robaron una de sus vacas.
“¡Cálmese! Doña cuca me mandó
por los higos que son suyos”.
Allá donde la neblina se ruboriza,
está Cuetzalán.
Un aroma a nopales, tlacoyos y café.
Dios, al igual que yo, ve todo desde aquí.
Es la última loma.
“¡Ah, con que aquí está Nayla!”
Es la vaca más gorda de don Arnulfo
tragándose los frutos de la higuera.